Una dieta alta en fructosa −el tipo de azúcar presente en las frutas− puede resultar en daños metabólicos y cardiovasculares, como la resistencia a la insulina o la insuficiencia cardiaca.
Aunque tanto hombres, como mujeres pueden verse afectados por esto, algunos estudios sugieren que las mujeres podrían estar protegidas contra estos daños por la presencia de las hormonas sexuales femeninas.
“Encontrar los mecanismos detrás de esta protección es uno de los objetivos de mi investigación”, dice Julieta Palomeque, profesora investigadora de la Unidad de Medicina Experimental del Institute for Obesity Research (IOR) en entrevista con TecScience.
Aunque la fructosa que está presente en las frutas no es dañina para la salud, pues viene acompañada de fibra y otros nutrientes, cuando es extraída y utilizada para crear jarabes que endulzan distintos productos, como refrescos y postres, es cuando empiezan los problemas.
En un mundo industrializado, el jarabe de fructosa está presente en un gran porcentaje de alimentos que se venden en supermercados y tiendas. Estudios, como el publicado en la revista The American Journal of Clinical Nutrition, han encontrado que un consumo excesivo de estos provoca algunos de los daños observados en personas con obesidad.
Para dilucidar los mecanismos celulares y moleculares que llevan a estos problemas, Palomeque y su equipo han estudiado el efecto de una dieta alta en fructosa en modelos animales.
Misma dieta, diferentes resultados
En un inicio, lo estudiaron en machos y encontraron distintas alteraciones cardiacas y metabólicas, como hipertrofia, muerte celular dentro del corazón, aumento de triglicéridos y lípidos en sangre y resistencia a la insulina.
“Después, me interesaba ver qué pasaba con las hembras, pues las mujeres somos muy diferentes a los hombres, biológicamente”, explica la investigadora. De acuerdo con ella, esperaban observar daños similares, pero con mecanismos moleculares distintos .
Sin embargo, encontraron que la misma dieta alta en fructosa, probada previamente en machos, no ocasiona alteraciones metabólicas ni cardiacas en las hembras en edad reproductiva.
“Parecería que las mujeres estamos protegidas de estos daños, por lo menos en modelos animales”, dice Palomeque.
Al observar estos resultados, quisieron probar si las hormonas sexuales femeninas, como los estrógenos, estaban involucradas en esta protección.
Para estudiarlo, utilizaron un modelo animal de hembras a las que les removieron los ovarios y, por lo tanto, la producción de estrógenos. Un mes después de la extracción, comenzaron a darles la dieta alta en fructosa para observar qué sucedía.
Encontraron que esta falta de estrógenos, en combinación con la dieta, producía un estado metabólico desfavorable, parecido al observado en los machos, pero no generaba complicaciones en el corazón.
Con estos resultados, su idea es que las hormonas sexuales involucradas en la protección de los daños cardiacos podrían ser las generadas por la hipófisis −mejor conocida como glándula pituitaria− o el hipotálamo −región del cerebro involucrada en diversas funciones−.
La interacción entre el hipotálamo, la hipófisis y los ovarios produce hormonas sexuales, como estrógenos, GnRH, LH y FSH, que están involucradas en el ciclo menstrual femenino y la ovulación.
“Mi conclusión, hasta ahora, es que los estrógenos son necesarios para el mantenimiento metabólico en hembras, pero no están involucrados en la protección cardiaca”, dice Palomeque.
Cómo ayudaría a las mujeres durante la menopausia
En el futuro, la investigadora busca estudiar si estas otras hormonas sexuales podrían jugar un rol en que las hembras en etapa reproductiva no tengan afectaciones al corazón con una dieta alta en fructosa.
Para la experta, entender los mecanismos detrás de esta protección podría ayudar a entender por qué las mujeres de edad avanzada o menopáusicas padecen más los daños asociados a la obesidad.
“Se ha observado que, después de la menopausia, las mujeres suben de peso y tienen una mayor incidencia de daños metabólicos, como la diabetes, y de eventos cardiacos”, dice la investigadora.
Mientras su equipo continúa dilucidando estos mecanismos a través de la ciencia básica, Palomeque advierte que es importante que enfoquemos los esfuerzos de la medicina en la prevención de la obesidad y los daños que vienen con ella, así como de los efectos de la menopausia.
Después de los 50 años, las mujeres debemos hacernos chequeos de rutina para monitorear nuestros niveles hormonales y riesgos de eventos cardiacos, agrega Palomeque.
En general, como humanidad debemos estar conscientes de los cambios que vienen con la edad y esforzarnos en tener buenos hábitos alimenticios, hacer ejercicio y mantener una mente sana antes de envejecer.
“Debemos estar atentos a nuestros controles y nuestros cuidados para envejecer plenos”, recomienda.