En 2026 y 2027 los astronautas harán paradas en la Luna para explorar su Polo Sur. “Un lugar jamás visitado por el hombre”, dicen en Star Trek. La Luna será punto intermedio entre la Tierra y el planeta rojo y, en el satélite natural, los astronautas pasarán largos periodos. Sin embargo, colisiones a las bases pueden verse comprometidas a la exposición de la radiación espacial y poner en riesgo las misiones (limitadas a máximo 18 meses por el mismo motivo).
Tres astronautas miran cómo el techo de la estación espacial en la Luna se llena de manchas verdes fosforescentes y, alarmados, comienzan una posible evacuación. Es lo que aparece en la animación que Victoria de León me muestra cuando explica su proyecto salvavidas.
La estudiante de la carrera de Ingeniería en Robótica y Sistemas Digitales en el Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México, diseñó un panel con biomaterial y economía de recursos capaz de detectar la radiación en el espacio, un descubrimiento por el que fue reconocida en el Congreso Internacional de Astronáutica 2024, llevado a cabo en Milán.

Misión Artemis: de pisar la Luna a domesticarla
La luna es una cápsula del tiempo de 4.5 mil millones de edad. Está en el mejor interés humano explorar más ese terreno. En 2022, la primera misión de Artemis consistió en lanzar la nave espacial Orión, fuertemente blindada ante la radiación. Su objetivo era estudiar el ambiente lunar como preparación para el siguiente paso: Artemis II, la primera misión tripulada. Sin embargo, apenas en 2024, los estudios de esa primera fase dejaron en claro que la primera amenaza y la más grave en el espacio exterior es una invisible: la radiación.
La radiación espacial es un peligro significativo para las misiones humanas de larga duración. Los riesgos asociados para personas humanas incluyen cáncer, cataratas, enfermedades degenerativas y reacciones en los tejidos debido a exposiciones agudas y de gran magnitud. La radiación espacial proviene de diversas fuentes, como los rayos cósmicos galácticos, los cinturones de partículas atrapadas de Van Allen y los eventos de partículas solares, de acuerdo con el más reciente estudio sobre la misión de Artemis I, cuyo vehículo no iba tripulado mas que con Helga y Zohar.
Helga y Zohar son maniquíes torso, llamados “fantasmas”, fabricados con materiales que imitan los huesos, los tejidos blandos y los órganos de una mujer adulta, de acuerdo con la NASA. Estos torsos se equiparon con más de 5,600 sensores pasivos y 34 detectores de radiación activos para medir la exposición.
Pese a que Orión puede proteger a la tripulación de niveles peligrosos de radiación en las misiones lunares, las mediciones de 2024 mostraron que la exposición a la misma varía según la ubicación dentro de la nave.

Victoria de León es estudiante de la carrera de Ingeniería en Robótica y Sistemas Digitales en el Tecnológico de Monterrey, rama que eligió cuando se dio cuenta que le gustaba la integración entre hardware y software que te da una visión «más panorámica» (Foto: Everth Bañuelos / TecScience)
La radiación lunar es una amenaza silenciosa
Si el programa Apolo –que llevó por primera vez a la humanidad a pisar la Luna– simbolizó al dios griego cabalgando con la luz del sol, Artemis, su hermana, será sinónimo de asentamiento y recolección.
“En la Luna no hay atmósfera como la Tierra y constantemente tienes basura espacial y micrometeoritos que está impactando. Ahora imagínate que eso daña la estructura por fuera y empieza a entrar la radiación”, dice Victoria de León de 21 años de edad cuando habla sobre las bases instaladas. “Mi objetivo es detectar esa radiación silenciosa de forma anticipada con esta tecnología para la etapa de colonización, dentro de 10 o 15 años”.
Con su proyecto de películas compuestas de regolito (tierra de la Luna) para la detección de radiación en hábitats lunares, de León logró conformar un tapiz flexible hecho de dos materiales que se hallan en estas exploraciones lunares: el regolito y exoesqueletos de insectos que fungen como alimento de los astronautas.
Tanto el biomaterial fluorescente conformado por un biopolímero que extrae de los insectos cultivados en el espacio (como el capullo del gusano de seda, las cucarachas, los gusanos de harina y grillos) sumado a la tierra Lunar, se convierte en un material que se aplica en una superficie plana y se obtiene la película flexible que puede fungir como tapiz de construcción de las bases. En caso de presencia de radiación, el biomaterial brilla y es así como visualmente se alerta a la tripulación de tomar medidas al respecto.

Una “serindipia” de disciplina
La idea surgió con base en el principio entre agencias espaciales mundiales, In Situ Resource Utilization, sobre desarrollar materiales con lo que ya hay en el espacio, sin necesidad de transportar grandes cargas desde la Tierra.
“Fue una serendipia, así lo podría llamar”, refiere de León sobre el momento en que expuso bajo una lámpara un exoesqueleto de insecto sin pensar que brillaría como sensor, pese a los ocho meses de análisis, cinco meses madrugando diario para llegar temprano a trabajar en el proyecto y tras, al menos, 100 pruebas e intentos con cinco o seis materiales diferentes.
“También tengo esta muy firme creencia de que todas las innovaciones que tenemos para el sector aeroespacial se deben de pensar para la Tierra y en este caso sí sirve como un detector de radiación biodegradable, que es bueno para el medio ambiente y que es de bajo costo”, añade de León.
México puede posicionarse como innovador en el espacio
Para de León, ver a México posicionarse en el sector aeroespacial cada vez más le parece positivo para que el país destaque en el futuro con otros proyectos. Victoria obtuvo el primer lugar de la competencia de presentación interactiva del Simposio en Espacio y Sociedad en 2024, mientras que los mexicanos Arturo y Sofía Pulido Balderas, estudiantes mexicanos de la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra, obtuvieron el primer lugar en la categoría de Ciencia y Exploración con su presentación sobre el uso in situ de recursos hídricos para la exploración humana sostenible de Marte.
En ese mismo evento también se otorgó el Premio Hans von Muldau a mejor proyecto en la competencia estudiantil a Óscar Matías Hernández García por su trabajo en un propulsor sólido sostenible mexicano para la exploración espacial.
Victoria de León recibió varios años atrás preparación de dos semanas como si fuera una astronauta en un programa espacial en Estados Unidos. Después de esa experiencia, acudió a la NASA con el programa Space University en Houston, dos aventuras que le mostraron un camino que le gustó seguir, sin embargo más «tras bambalinas», es decir sin ser astronauta.
“Me fui más por el lado de las soluciones que apelan al sector prioritario para la colonización espacial, me enfoqué por el lado de la salud, que en este caso es, ¿cómo podemos colonizar realmente? ¿Qué involucra? Pues estar a largo plazo en todas estas bases lunares”, dijo Victoria de León.
Previo al lanzamiento tripulado de Artemis II, el prototipo de Victoria de León será enviado en abril de este año en el proyecto de experimento de materiales de la Estación Espacial Internacional (MISSE, del inglés Materials International Space Station Experiment). Dado que no todo funciona de la misma forma en la Tierra como en la Luna, desde 2001, la serie MISSE ha ensayado unas 4,000 muestras y especímenes de materiales –desde lubricantes y pinturas hasta, telas, sellos de contenedores y tecnologías de celdas solares– para demostrar su durabilidad en el entorno espacial, de acuerdo con la NASA.
Aunque en algunas series de programas de televisión como Star Trek, ya cuentan con tecnologías capaces de repeler la radiación, las misiones Artemis todavía trabajan para mitigar los riegos de la misma como en la nave Orión. Sin embargo, contar con detectores hechos con biomaterial y tierra lunar, son por el momento de bastante ayuda.
¿Te interesó esta historia? ¿Quieres publicarla? Contacta a nuestra editora de contenidos para conocer más marianaleonm@tec.mx