Cada año, el primer lunes de octubre, se celebra el Día Mundial de la Arquitectura. Este 2025, la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) nos invita a reflexionar bajo el lema “Design for Strength” —diseño para la fuerza—, un tema que se enlaza con la conmemoración del Día Mundial del Hábitat de Naciones Unidas, centrado en la respuesta urbana ante las crisis y el desplazamiento urbano.
El lema no es casual. Vivimos en un tiempo marcado por crisis y emergencias constantes: climáticas, sociales, políticas, sanitarias y humanitarias. Frente a este escenario, pensar la arquitectura desde la “fortaleza” no solo es oportuno, sino urgente.
Es cierto que, cuando hablamos de fuerza en arquitectura, una de las primeras imágenes que suele venir a la mente es la de un edificio sólido, robusto, cerrado, capaz de resistir ante las catástrofes. Esta dimensión técnica y constructiva es fundamental en la arquitectura, sin embargo, hay otro tipo de fortaleza que no tiene que ver con lo estructural y que potencia lo que la arquitectura puede aportar a la sociedad y a la vida en común.
En este sentido, me parece que el valor del lema “Design for Strength” está en el cuestionamiento de la idea del progreso basado en el dominio técnico y en la monumentalidad del objeto, y lo regresa a la escala humana —o más en general a la escala de los seres vivos— reconociendo que los edificios no son esculturas inmutables sino ecosistemas vivos que deben responder a necesidades sociales presentes y futuras.
La “arquitectura fuerte” no se mide, entonces, en parámetros de perdurabilidad material, sino en su potencial para generar una infraestructura poderosa capaz de sostener y cuidar: cuidar el medioambiente mediante materiales y procesos responsables; cuidar a las personas a través de espacios inclusivos y participativos; cuidar el futuro al proyectar escenarios de resiliencia y equidad. En este sentido, la fortaleza se aproxima al concepto de adaptabilidad, donde el cambio y la transformación resultan más significativos que la rigidez.
Cualquier reflexión sobre el concepto de fortaleza debe reconocer las desigualdades sociales que atraviesan los procesos de crisis. Los desastres, ya sean naturales o provocados, no afectan a todas las comunidades y personas de la misma manera. La vulnerabilidad estructural, social y económica, además de factores como género, raza, edad, entre otros, determinan la capacidad de recuperación, lo cual sitúa a nuestra disciplina frente a una obligación: diseñar para la fuerza implica también diseñar para la equidad. La arquitectura debe contribuir a la creación de entornos más justos y dignos para todas las personas, vinculando la resiliencia física con la capacidad colectiva de reorganización y regeneración social.
Estas reflexiones redefinen el valor disciplinar de la arquitectura que ha de ser pensada no como producto acabado, sino como proceso continuo, capaz de activar dinámicas que puedan sostener la vida en el tiempo.
A partir de estas ideas, el lema “Design for Strength” debe interpretarse como una invitación a repensar por completo el rol de la arquitectura en un mundo marcado por las crisis y la incertidumbre. Su pertinencia reside en ampliar la noción de fuerza desde aspectos materiales y constructivos hacia otros ámbitos, principalmente el social y el ecológico, reconociendo la vulnerabilidad como condición de partida y la adaptabilidad como horizonte deseable.
Diseñar para la fuerza significa proyectar espacios resilientes, capaces de resistir, pero también de cuidar, incluir y regenerarse. La arquitectura no solo construye edificios; también construye redes y comunidad. En ello radica quizá la tarea más urgente de la disciplina en este siglo: contribuir a la construcción de un entorno capaz de sostener la vida y el habitar en todas sus dimensiones.
Alessandra Cireddu es directora nacional de la carrera de Arquitectura, e investigadora de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño, del Tec de Monterrey. Entre sus proyectos de investigación destacan: Habitar y vida cotidiana como herramientas de análisis de la ciudad; Desarrollos habitacionales cerrados; Urbanismo y arquitectura con perspectiva de género; Análisis de la segregación residencial y vida cotidiana en barrios periféricos; Proximidad y movilidad cotidiana.