En la Colonia Condesa de la Ciudad de México (CDMX), quienes nacieron o han vivido ahí por generaciones, han observado una disminución en su calidad de vida. Nuevos inquilinos sustituyen a sus amigos y familiares, el ruido y la contaminación incrementa y, a causa de la expansión de los restaurantes a las banquetas, cada vez tienen menos espacio para caminar. Al mismo tiempo, más nómadas digitales del norte global se mudan ahí.
En la academia, este proceso se llama gentrificación transnacional: una transformación urbana en la que la llegada de población extranjera –con un mayor poder adquisitivo– provoca un aumento en el costo de vida, desplazando a los residentes locales y modificando la identidad del lugar.
“Antes de la pandemia, estaba muy vinculada a expatriados de 50 años o más que buscaban lugares tranquilos como San Miguel de Allende para jubilarse”, dice David Navarrete, profesor investigador de la Universidad de Guanajuato sobre la gentrificación.
Tras la pandemia y con la expansión del trabajo remoto, el perfil de los extranjeros que llegan, así como el destino, cambiaron: ahora son personas jóvenes, en edad laboral, que habitan grandes ciudades de países del sur global.
En un estudio reciente, Navarrete, Ryan Whitney y Aleksandra Krstikj, profesores investigadores de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tecnológico de Monterrey, analizaron este fenómeno en la zona central de la CDMX.
“Estudiamos las colonias Hipódromo, Condesa, Roma Norte y Roma Sur pues son las que ofrecen lo que los nómadas digitales normalmente desean”, dice Krstikj.
La nueva vertiente de la gentrificación transnacional
La gentrificación no es nueva. Fue descrita por primera vez en 1964 y, desde entonces, el término ha evolucionado y se ha ampliado.
Sabemos que es impulsada por el Estado y el capital que, a través de inversiones, estímulos fiscales, programas de renovación y ciertas leyes, promueve la llegada de personas con más dinero, sean del propio país o del extranjero.
Sus consecuencias, particularmente de la transnacional, son el encarecimiento de la vivienda y los servicios, la dolarización de la economía, la especialización en turismo, la apropiación del espacio público para actividades de consumo y el desplazamiento directo o indirecto de la población local de menor poder adquisitivo.
El desplazamiento directo se da cuando los caseros terminan los contratos o suben la renta a precios inalcanzables. El indirecto es cuando el costo de vida se vuelve prohibitivo para las clases de bajos ingresos.
Un rasgo distintivo de la gentrificación impulsada por los nómadas digitales extranjeros, es que su expansión ha sido rápida, alcanzando dimensiones enormes en menos de cinco años. En tiempos recientes ha crecido la percepción de su efecto negativo para la población nacional.
“Creo que en la Ciudad de México hay una mayor organización cívica, entonces no han pasado tantos años sin que nadie levante la mano y diga: ‘aquí está pasando algo y es un problema’”, cuenta Navarrete.
Esto se ha visto reflejado en las marchas contra la gentrificación que se han convocado en la ciudad desde julio de este año.

Mayor oferta de Airbnbs y rentas más caras
En el estudio, los investigadores utilizaron datos cuantitativos y cualitativos para analizar el impacto de los nómadas digitales extranjeros en la zona central de la CDMX.
Uno de sus principales hallazgos es que en 2019 –antes de la pandemia– en las colonias Hipódromo, Condesa, Roma Norte y Roma Sur existían 2,898 viviendas en renta a través de Airbnb; para 2023 la cifra subió a 5,033 con un aumento del 74%.
Con ello, se han documentado casos de desalojos de edificios enteros que se renovaron y transformaron en espacios exclusivos para su renta en esta plataforma.
En la zona también se ha observado una mutación comercial con la creación de cafeterías, restaurantes gourmet, bares, espacios de coworking, tiendas de mascotas y boutiques de diseño, comercios que se aglomeran cada vez más en dichas colonias.
“Esto podría estar vinculado con el estilo de vida de los nómadas digitales”, dice Krstikj.
Asimismo, desde 2020, el número de comercios con un nombre extranjero pasó de 16.3% a 32.5% en 2022.
Además, los precios de la renta han aumentado un 30% y 15% en departamentos de una recámara y tres recámaras, respectivamente.
De la mano, el costo de ciertos productos se ha disparado: el del queso 48%, el de una botella de vino 64% y el del agua embotellada un 44%, por poner algunos ejemplos.

¿Esto afecta a la población local?
Para analizar si estos cambios tienen un impacto en el desplazamiento y la exclusión de los locales, revisaron datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo (Coneval) y encontraron una coincidencia en tiempo y espacio:
entre 2015 y 2020, el porcentaje de habitantes en esas colonias que declararon una falta de vivienda digna, pasó de 2.6% a 3.6%. En ese mismo periodo, la pobreza y la pobreza extrema aumentaron significativamente, justo después de que Airbnb se popularizó.
En dos reuniones para abordar la gentrificación entre colectivos de colonos en la Condesa, Hipódromo y Juárez, los participantes manifestaron su preocupación por la transformación de la zona después de la pandemia.
Señalaron una disminución en su calidad de vida y menor movilidad peatonal para personas de la tercera edad, con sillas de ruedas o andaderas.
“Aunque no establece una causalidad, que los precios están aumentando, pero la comunidad local esté más pobre, es un indicador muy claro de que estos cambios no los benefician”, dice Krstikj.
Para los extranjeros del norte global, vivir en una ciudad como la CDMX es ideal por su conectividad, cultura y entretenimiento y, aunque la renta se ha encarecido para sus habitantes, sigue siendo entre 68% y 78% más barata que en ciudades como Nueva York o Los Ángeles.
“Esto es resultado de las desigualdades estructurales entre el norte y el sur global que tienen toda la vida”, dice Navarrete.
¿La gentrificación transnacional tiene la culpa de que todo sea tan caro?
A pesar de que esto podría llevarnos a concluir que los extranjeros son responsables de que la vida en la CDMX sea cara, no es así.
“En un principio fue nacional y después saltó a una escala transnacional, pero porque la globalización, el capitalismo, el neoliberalismo y la movilidad lo permitieron”, expresa Navarrete.
La gentrificación beneficia a empresarios, desarrolladores inmobiliarios y personas con el capital para invertir y lucrar con la vivienda, que muchas veces son mexicanos.
La gentrificación transnacional se ha observado a nivel mundial, pero vale la pena analizar por qué el discurso es distinto cuando la migración sucede del norte al sur global.
“El que va del sur es estigmatizado, odiado, pero el que viene del norte llega a una posición de privilegio por el cambio de moneda”, dice el investigador. “No se les dice migrantes, sino expatriados”.
La hipótesis de Navarrete es que la reacción actual ante la gentrificación en México, nace de una combinación de factores que coinciden con el discurso xenófobo y racista del gobierno de Donald Trump hacia los latinoamericanos.
“Todavía hay una necesidad de crear un otro, un enemigo, un invasor”, recalca Navarro. “Por todo esto, se toma como chivo expiatorio al gringo”.
Para el experto, esto podría estar distrayendo a la ciudadanía de exigirles rendición de cuentas a los verdaderos responsables: el gobierno y las empresas que lo han permitido.
Medidas insuficientes contra la gentrificación
En respuesta al debate y a las protestas en contra de la gentrificación, el gobierno mexicano ha anunciado medidas como la regulación de Airbnb y la prohibición del aumento a las rentas sobre la inflación anual.
Navarrete permanece escéptico: “No quiero ser pesimista, pero creo que no van a ser suficientes ni efectivas, siento que son más bien mediáticas”, dice.
De acuerdo con él, la ley para regular Airbnb es demasiado laxa y la de restringir el aumento de las rentas ya existía, pero nunca se ha cumplido, pues el estado no tiene la capacidad de vigilar que se haga.
“El efecto de estas regulaciones va a ser muy pequeño mientras no se cambie el modelo económico capitalista actual mundial”, dice Navarrete. “Pero ningún gobierno tiene ese poder”.
Lo que sí podría ayudar en nuestro país es ir cambiando estructuralmente la política de vivienda, la política económica para mejorar los salarios, buscar un equilibrio entre comunidades locales y los nómadas digitales y la restricción de proyectos inmobiliarios que busquen lucrar con la vivienda, de acuerdo con los investigadores.
“El Estado puede empezar a producir vivienda masivamente”, invita Navarrete. “Pero, mientras los elementos estructurales del derecho a la vivienda y a la ciudad no se resuelvan, el impacto de estas medidas va a ser mínimo”.
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