Uno de los grandes problemas que tienen las cementeras es la emisión de gases contaminantes cuando utilizan sus hornos. Por este motivo, la necesidad de encontrar un combustible que les permita reducir las emisiones perjudiciales para el medio ambiente es uno de sus objetivos. Entonces, ¿cómo encontrar los materiales idóneos en un vertedero inmenso?
Laura Guerrero, biotecnóloga en la Escuela de Ingeniería y Ciencias y profesora del Tecnológico de Monterrey Campus Ciudad de México, lideró una investigación para analizar toneladas de residuos sólidos urbanos en centros de transferencia que son los espacios destinados para albergar la basura de las ciudades. El objetivo fue identificar cuáles residuos podrían convertirse en combustible alternativo para hornos cementeros.
El estudio fue financiado por la filial de Cemex, Regenera, con el objetivo de encontrar un sustituto del gas natural que utilizan en los hornos, para lo cual fue necesario desarrollar una metodología de clasificación de lo que comúnmente conocemos como basura.
“Llegamos a esto como una respuesta a necesidades muy puntuales de la industria cementera. Nos buscaron para hacer lo que se llama la caracterización de los residuos, que es el primer paso para su aprovechamiento”, explica Guerrero.
“Tuvimos que inventar el protocolo nosotros”
Si bien existen basureros especiales para distintos desechos, en los centros de transferencia llegan diversos residuos sólidos. Por este motivo, el principal reto del proyecto, que analizó ocho centros en el norte y centro del país, fue crear protocolos para analizar qué tipo de residuo llega y cuánta energía podría brindar en caso de utilizarse como combustible.
“El gran reto fue tener que manejar grandes volúmenes. Para que un análisis sea válido, debes tener una muestra representativa, pero ¿cómo sacas una muestra representativa de una materia tan heterogénea que cambia por temporadas y que además la tienes en toneladas al día? Tuvimos que inventar el protocolo nosotros, pero tenía que estar sustentado”, explica Guerrero.
El estudio clasificó los residuos en 49 categorías diferentes—desde distintos tipos de plásticos, hasta textiles y materiales orgánicos—evaluando tres criterios clave: su poder calorífico, el contenido de humedad y su potencial para generar emisiones contaminantes.
“No hay (residuo ideal), depende de sus características. Podemos tener cartón, pero si está mojado no sirve. Buscamos aquellos con mayor poder calorífico, menor humedad y que tengan menor cantidad de compuestos químicos”, explica.
El equipo enfrentó obstáculos inesperados como la falta de equipo adecuado para procesar las muestras. La especialista explica que, si no hay metodología para este tipo de análisis, mucho menos materiales adecuados. De ahí que hayan intentado cortar los residuos con trituradores de alimentos y muchas otras veces de forma manual.
Laboratorio móvil: “el pan, la receta, la cocina y el panadero”
Para garantizar que la metodología pudiera replicarse, el equipo diseñó un laboratorio móvil y capacitó al personal de Regenera. Dado que los residuos en los centros de transferencia cambian cada cierto tiempo y por temporadas, es importante que este análisis se haga frecuentemente.
“Les decíamos que les estábamos dando el pan, la receta y la cocina. Además le entrenábamos al panadero”, bromea.
Para Guerrero es indispensable cambiar la cultura de los residuos en el país, ya que muchas veces, algunas industrias que generan residuos peligrosos tiran sus desechos en el mismo contenedor que los residuos sólidos, por lo que el proceso para manejar la basura no solo se complica sino que se vuelve muy peligroso para los recolectores.
“Se está impulsando el uso de residuos, hemos cambiado la concepción de basura a residuos, incluso se discute que ahora se llame materia prima porque queremos que sirva para otros procesos, otras industrias”, concluye.
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