Bryan Husted nació en Estados Unidos, pero lleva más de la mitad de su vida en México. Llegó a Tijuana para participar en un proyecto comunitario dentro del basurero municipal y, aunque no lo tenía planeado, se quedó en nuestro país.
A lo largo de 33 años ha trabajado en el Tecnológico de Monterrey investigando y concientizando a sus alumnos sobre la importancia de tomar en cuenta el aspecto humano, social y medioambiental en los negocios.
Su trabajo –que él considera su misión de vida– es proponer nuevas maneras de trabajar, para que las organizaciones mitiguen su impacto negativo y contribuyan a una sociedad más justa y sostenible, al tiempo que busquen el florecimiento de sus miembros.
Una mañana de enero nos encontramos con él en una sala de la EGADE Business School.
Es uno de los profesores más destacados de esta escuela, además del líder del grupo de investigación “Desarrollo de empresas conscientes”. Sus alumnos de doctorado lo describen como una persona brillante y sencilla que tiene mucho que enseñar y que se compromete todo el tiempo necesario, hasta terminar un proyecto.
Husted habla en perfecto español y lo hace pausadamente, con un volumen discreto. Charlamos sobre sus inicios en la ciencia, la importancia de la ética y cómo encontró en la investigación una herramienta para incidir en el mundo, además de su amor por la lengua náhuatl.
Las organizaciones deben ayudar a las personas a florecer, no aplastarlas
¿Por qué te interesó el estudio de la ética en las organizaciones?
Porque me preocupa el mundo en el que vivimos. Además, creo que es lo único que podría hacer. Me encanta, no me gustaría hacer otra cosa. Todo inició cuando estudiaba la maestría en la Universidad Brigham Young, en Utah, y tomé un curso de ética empresarial con el doctor Kirk Hart.
Él fue quien me abrió los ojos a todo el daño que pueden hacer las organizaciones… y me refiero a todo tipo de organizaciones. En ese momento, yo formaba parte de una iglesia mormona y me di cuenta del impacto negativo que una iglesia puede llegar a tener. El problema es que las organizaciones buscan la eficiencia, no la humanidad.
¿Cómo fue que te inclinaste por la investigación?
Me propuse la tarea de entender qué lleva a un mejor o peor desempeño humano en cualquier tipo de organización y cuáles son los factores necesarios para que se ayude a las personas a florecer y no aplastarlas.
Hemos hecho mucha investigación. Desde la básica, que te ayuda a entender cómo funcionan las cosas, hasta estudios con 500 empresas donde notamos, por ejemplo, cómo influyen positivamente las mujeres en los consejos de administración para los indicadores sociales y ambientales. Lo interesante, y también retador, es cómo usan la información.
Husted ha trabajado en, aproximadamente, 200 artículos que han sido publicados en reconocidas revistas científicas de negocios como Journal of Business Research, Business and Society Review, Journal of Business Venturing Insights, además de un par de libros.
El año pasado fue incluido en el World’s Top 2% Scientist de la Universidad de Stanford, que destaca a los investigadores con trabajos más citados.
Los artículos de Husted no solo contienen una radiografía de las estructuras empresariales, sino también acciones para impulsar la ética y apoyar a las personas que las conforman. Gracias a la importancia de su trayectoria, en 2018 se convirtió en el primer profesor del área de Ciencias Sociales en recibir el Premio Insignia Rómulo Garza, principal reconocimiento a la labor de un investigador, entregado por el Tec de Monterrey y el conglomerado de empresas Xignux.
Cruzar la frontera
¿Por qué decidiste vivir y trabajar en México?
Estudiaba el doctorado en la Universidad de California, en Berkeley, y mi hermana Claire estaba en Tijuana trabajando en un proyecto comunitario en el basurero de la ciudad. Ella me animó a venir y acompañarla. Yo no sabía español… solo había tomado clases de portugués.
Después, cuando llegó el momento de buscar trabajo, además de mandar solicitudes a universidades en Estados Unidos, pensé que sería buena idea aplicar mis estudios en otro contexto, así que envié solicitudes a tres universidades brasileñas y tres mexicanas.
Ninguna de las brasileñas me contestó… seguro se perdieron las cartas que envié. Pero el profesor David Noel Ramírez –entonces director de la División de Administración y Ciencias Sociales y, posteriormente, rector del Tec de Monterrey– me invitó a platicar.
Hablé con él y, básicamente, me hizo una oferta en el mismo momento de la entrevista. Eran otros tiempos y era un proceso menos burocrático. Recuerdo que me dijo: “No es un matrimonio, así que, si no te gusta, te puedes ir”. Y aquí estoy todavía.
¿Por qué decidiste estudiar náhuatl?
Porque soy sensible a la problemática de los no hablantes (de español) y todos los grupos indígenas en México. Estas lenguas están en riesgo de extinguirse. Se estima que, para finales de este siglo, el náhuatl y casi todas las lenguas indígenas de México no se hablarán más.
Muchos integrantes de comunidades rurales migran a las ciudades en busca de trabajo, por ejemplo a Monterrey, que es una de las ciudades que más discrimina a los indígenas. Por ello, dejan de hablar su idioma, de transmitirlo a sus hijos. Yo me he puesto a pensar en el papel que tiene la empresa en todo esto.
¿Las organizaciones influyen en la discriminación hacia los indígenas?
Sí. Hay dos factores que influyen en este proceso. El primero es que la agroindustria está haciendo poco rentable el trabajo de la gente de campo y, como no pueden sostenerse, migran a la ciudad. No es con mala intención, así funciona el mercado. No es que las empresas tengan la motivación de aplastar una cultura o una lengua indígena, lo hacen por su falta de conocimiento sobre cómo están involucradas en este proceso.
Los esfuerzos para revitalizar las lenguas se han concentrado en el gobierno; se considera una cuestión de política pública, no de política corporativa.
En realidad, hay muchas cosas que puede hacer la empresa para mostrar respeto y fomentar el orgullo de estas lenguas. Tengo mucho interés y estoy preparando un libro sobre el tema de política lingüística corporativa que, espero, vea la luz en un año y medio.
Hacer un mundo mejor
¿La ciencia son los científicos o su trabajo?
Lo que he aprendido es que los grandes científicos no son tan grandes como pensamos. La ciencia es un sistema en el que muchas personas participan. Admiro este sistema de proponer cosas, probarlas, enviarlas a un proceso de revisión por pares. No es perfecto, pero ha sido un sistema robusto. Veo a los que ganan el Nobel y está bien, pero hay que reconocer que hay mucha gente atrás.
Si tuviera que elegir a un científico, tal vez sería a Albert Einstein, pero yo creo que hasta los premios Nobel dependen no solo de su talento, sino de un trabajo realizado por un equipo detrás de ellos.
¿Qué retos has enfrentado en tu vida? ¿Hay algo que te hubiera gustado hacer distinto?
Creo que, más bien, he tenido proyectos grandes, por ejemplo, escribir un libro. Eso ha representado mucho trabajo.
Muchas veces no tenemos toda la información cuando estamos tomando decisiones. Ahora veo áreas, como la geografía y la salud pública, que explican muchas cosas y que no estaban en mi radar en el pasado. A lo mejor hubiera tomado estos temas como base para estudiar los comportamientos de las empresas.
¿Qué te inspira a seguir trabajando?
La Biblia dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pero muchos se preguntan “cómo”. Para mí, es por medio de mi trabajo, de entender las problemáticas que enfrentan las organizaciones y proponer maneras de mitigar esos daños. Esa es mi manera de amar a los demás y espero dejar un mundo mejor.