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Nobel de Economía: cómo la historia colonial explica por qué las instituciones fuertes son vitales

Los académicos recibieron el galardón por sus trabajos sobre las causas de las grandes diferencias de prosperidad entre países.
Premios Nobel de Economía 2024 en ilustración simple de dibujo, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson.
De izquierda a derecha, Daron Acemoglu de Estanbul, Turquía; Simon Johnson, de Reino Unido y James Robinson que reside en Estados Unidos. (Ilustración: Niklas Elmehed del Nobel Prize Outreach)

El Premio Nobel de Economía de este año ha sido otorgado a Daron Acemoglu y Simon Johnson, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y a James Robinson, de la Universidad de Chicago, por su trabajo sobre las grandes diferencias en prosperidad entre las naciones.

Al anunciar el premio, Jakob Svensson, presidente del comité del Nobel de Economía, declaró: “Reducir las enormes diferencias de ingresos entre países es uno de los mayores desafíos de nuestra época”. La investigación “innovadora” de los economistas nos ha dado “una comprensión mucho más profunda de las causas fundamentales de por qué algunos países fracasan mientras otros prosperan”.

Este premio, que fue establecido varias décadas después de los premios Nobel originales, en la década de los 60, se conoce técnicamente como el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Los académicos compartirán el galardón y su recompensa monetaria de 11 millones de coronas (alrededor de 810,000 libras esterlinas).

Para explicar su trabajo y por qué es relevante, The Conversation habló con Renaud Foucart, profesor titular de economía en la Universidad de Lancaster, Reino Unido.

¿Por qué ganaron Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson?

Los tres académicos obtuvieron el premio principalmente por proporcionar evidencia causal sobre la influencia de la calidad de las instituciones de un país en su prosperidad económica.

A primera vista, esto puede parecer una obviedad. La mayoría de las personas estarían de acuerdo en que un país que respeta los derechos de propiedad, limita la corrupción y protege tanto el estado de derecho como el equilibrio de poderes, será más exitoso a la hora de fomentar la creación de riqueza entre sus ciudadanos y distribuirla de manera más equitativa.

Sin embargo, quienes siguen las noticias de países como Turquía, Hungría, Estados Unidos o incluso Reino Unido, saben que no todos comparten esta opinión. En Hungría, por ejemplo, los casos de corrupción, nepotismo, la falta de pluralidad en los medios y las amenazas a la independencia judicial han provocado un feroz enfrentamiento con la Unión Europea.

Los países ricos suelen tener instituciones fuertes. Sin embargo, varios líderes o aspirantes a serlo no ven las instituciones como la causa de su prosperidad, sino solo como algo que ocurre de manera coincidente.

En sus perspectivas, ¿por qué varía la calidad de las instituciones de un país a otro?

El trabajo de estos economistas comienza con algo que claramente no ha tenido un efecto directo en la prosperidad económica actual: las condiciones de vida al inicio del colonialismo europeo en el siglo XIV. Su hipótesis sugiere que cuanto más rico y menos accesible era un lugar para los extranjeros, más interés tenían las potencias coloniales en saquear brutalmente sus riquezas.

En esos casos, las instituciones que se establecieron no tomaban en cuenta a la población local. Esto condujo a instituciones de baja calidad durante el periodo colonial, que persistieron tras la independencia y derivaron en malas condiciones económicas hoy en día.

Todo esto se debe a que —y aquí es donde los laureados de este año han contribuido en otro ámbito— las instituciones crean las condiciones para su propia permanencia.

En contraste, en lugares más accesibles y menos desarrollados, los colonizadores no tomaron recursos. En su lugar, se establecieron y trataron de crear riqueza. Por lo tanto, era de su interés (egoísta) construir instituciones democráticas que beneficiaran a la población local.

Los investigadores pusieron a prueba su hipótesis analizando datos históricos. Primero, descubrieron una “gran reversión” de la fortuna. Lugares que eran los más urbanizados y densamente poblados en 1500 se convirtieron en los más pobres hacia 1995. En segundo lugar, encontraron que lugares donde los colonos morían rápidamente por enfermedades, mientras las poblaciones locales eran inmunes, son también más pobres hoy en día.

Examinar las raíces coloniales de las instituciones es un intento de separar causas y consecuencias. Quizá esta sea la principal razón por la cual el comité considera que, aunque los laureados de este año no inventaron la idea de que las instituciones importan, su contribución merece el más alto reconocimiento.

Entonces, ¿la democracia significa crecimiento económico?

No de manera aislada. Por ejemplo, su trabajo no afirma que imponer la democracia de la nada en un país con instituciones disfuncionales vaya a ser eficaz. No hay razón para que un líder democrático no caiga en la corrupción.

Las instituciones son un paquete integral. Por eso es tan importante preservar sus diferentes aspectos hoy en día. Debilitar incluso un pequeño componente de las protecciones que el Estado ofrece a los ciudadanos, trabajadores, emprendedores e inversionistas puede llevar a un círculo vicioso donde las personas no se sientan seguras de que estarán protegidas contra la corrupción o la expropiación. Esto, a su vez, deriva en menor prosperidad y en más llamados a reglas autoritarias.

También pueden existir excepciones. China está claramente intentando promover la idea de que el capitalismo sin democracia liberal puede ser compatible con el éxito económico.

El crecimiento de China desde las reformas de Deng Xiaoping en los años 80 coincide con la introducción de derechos de propiedad más fuertes para emprendedores y empresas. En ese sentido, es un ejemplo de libro de texto sobre el poder de las instituciones.

Sin embargo, también es cierto que Deng Xiaoping ordenó la represión militar de las protestas por la democracia en la Plaza de Tiananmén en 1989. Hoy, China tiene un sistema mucho más autoritario que las democracias occidentales.

Y China sigue siendo mucho más pobre que sus contrapartes democráticas, a pesar de ser la segunda economía más grande del mundo. Su PIB per cápita ni siquiera es una quinta parte del de Estados Unidos, y enfrenta grandes desafíos económicos.

De hecho, según Acemoglu, el régimen cada vez más autoritario de Xi Jinping es la razón por la cual la economía de China está “pudriéndose desde la cabeza”.

¿Cuál es la trayectoria actual de las instituciones democráticas en el mundo?

Acemoglu ha expresado su preocupación de que las instituciones democráticas en Estados Unidos y Europa están perdiendo apoyo popular. Y, efectivamente, muchas democracias parecen estar poniendo en duda la importancia de proteger sus instituciones.

Coquetean con la idea de otorgar más poder a demagogos que afirman que es posible tener éxito sin un conjunto sólido de reglas que limiten el poder de los gobernantes.

Si hay un mensaje para llevarse a casa del trabajo de los laureados de este año, es que los votantes deben tener cuidado de «no desechar el bebé de la prosperidad económica» junto con el agua sucia de las, a veces, frustrantes reglas que la sostienen (vía The Conversation).

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