Hace seis años, cuando Marion Brunck amamantó por primera vez, su mundo cambió.
Como científica y mamá, la experiencia tuvo un impacto profundo en ella, llevándola a querer saber más sobre la importancia de la leche materna y cómo puede proteger a los bebés.
Hoy, lidera una línea de investigación que examina la relación entre este alimento y la inmunidad activa (la que surge después de una infección o una vacuna) en los bebés.
“Era el comienzo de los estudios sobre este tema y no estaba satisfecha con lo que encontré”, dice en entrevista con TecScience. “Me di cuenta de que hacía falta información y así empezó una búsqueda profesional −y personal− por encontrar más respuestas”.
“Es muy difícil ser mamá hoy en día, hay que ser productiva, trabajar, y además ser la mamá perfecta, pero nadie es perfecto”, dice Marion Brunck, quien también es mamá. (Foto: Udell Jiménez / TecScience)
Beneficios de la leche materna
Marion Brunck es profesora investigadora del Tecnológico de Monterrey y conduce su investigación en el Centro de Biotecnología Femsa, además pertenece a la unidad de Medicina Experimental y Terapias Avanzadas del Institute for Obesity Research. En años recientes, su trabajo se ha enfocado también en los cambios en la leche materna de personas lactantes con obesidad.
Dentro de la comunidad científica, la relación entre la leche materna y la inmunidad pasiva −aquella que se presenta cuando una persona recibe anticuerpos, en vez de producirlos en su sistema inmunológico− está bien definida desde hace tiempo.
Sabemos que, a través de ella, la madre transfiere los anticuerpos que ha adquirido al defenderse de infecciones pasadas o recibir una vacuna. También, existe evidencia de que aquellos niños que fueron amamantados son más resistentes a enfermedades que quienes no la recibieron.
En bebés prematuros en donde la madre no pudo amamantar, por ejemplo, se ha observado una mayor incidencia de infecciones gastrointestinales y enterocolitis necrosante, una enfermedad en recién nacidos en donde el tejido intestinal muere.
Sin embargo, poco se sabe sobre la relación entre la leche materna y la inmunidad activa de los bebés.
Medicina personalizada
Su equipo también ha examinado la relación entre la microbiota de la madre, la leche materna y la microbiota del bebé.
La microbiota es el conjunto de microorganismos que viven en simbiosis con nosotros, colonizando nuestra piel, aparato digestivo y genitales y ayudándonos a crear una barrera para combatir infecciones. Hay estudios que sugieren que el 70% de nuestro sistema inmune depende de la microbiota.
Brunck y sus compañeros han encontrado que el perfil de estos microorganismos que habitan y protegen el sistema digestivo de las mamás, es muy parecido al de su bebé.
De acuerdo con la investigadora, esto sugiere que, cuando el neonato está en su etapa más vulnerable y físicamente inmadura, la microbiota de la madre sembrará el perfil que tendrá.
“Más adelante, entran los componentes ambientales que también juegan un papel importante en el establecimiento de la microbiota del bebé”, explica.
La relación entre el microbioma y el sistema inmunológico está bien establecida y se sabe que hay una estrecha relación entre ambos.
Con las aportaciones de Brunck y su equipo, así como la de otros grupos de científicos que se enfocan en este líquido, cada vez entendemos más su profunda importancia. Sabemos que, además de contener agua necesaria para la hidratación y nutrientes para la alimentación, contiene también microbiota y múltiples células del sistema inmunológico.
“La leche materna es oro líquido para los bebés”, expresa, “Es nutrición y medicina personalizada, creada específicamente para ellos”.
En su investigación sobre los cambios que se producen en el calostro -la primera leche que se produce cuando el bebé es recién nacido- de madres con obesidad, encontraron una disminución de los linfocitos B, que son las células productoras de anticuerpos, y por otro lado un aumento de un subtipo específico de linfocitos B que causan inflamación en el cuerpo.
Brunck enfatiza que esta información no está orienta a estigmatizar o criticar a las madres que viven con obesidad. Más bien, la idea es encontrar respuestas sobre qué tanto se manifiesta su estado inmunológico en la leche materna y cómo esto impacta al bebé.
“No es un llamado a las madres con obesidad a que no amamanten a sus hijos”, afirma.
Lactancia sin presiones
Para Brunck, toda esta información refuerza la idea de que la leche materna es esencial para el desarrollo de los recién nacidos y que tiene impactos a largo plazo, pero es importante que no sea utilizada para ejercer más presión sobre las madres.
“Es muy difícil ser mamá hoy en día, hay que ser productiva, trabajar, y además ser la mamá perfecta. Pero nadie es perfecto”, dice.
Lo más importante es que el bebé esté alimentado y lo ideal es que la fuente de comida sea leche materna. Entre más tiempo se pueda amamantar, mejor.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda −al menos− seis meses donde el bebé se alimente exclusivamente de leche materna, pero esto no siempre se puede.
«Si por alguna razón amamantar no es posible, ya sea por depresión posparto, complicaciones hormonales o de cualquier tipo, no tienes que castigarte: puedes darle fórmula y va a estar bien”.
Con respecto a la calidad de la leche, Brunck recomienda una vida activa, una alimentación balanceada, con frutas y verduras y la menor cantidad de alimentos procesados posible, además de tomar mucha, mucha agua.
Para las mamás que trabajan fuera del hogar, guardar la leche es buena alternativa. Cuando Brunck debía trabajar, aprendió el truco de ver una foto de su bebé y tomar mucha agua, mientras extraía la leche, para estimular visualmente su cerebro y aumentar la producción. “Es cuestión de encontrar un balance y ese balance va a depender de cada familia».