En 2022, la zona metropolitana de Monterrey vivió su peor crisis de agua en décadas. Miles de personas se quedaron sin acceso a este recurso debido a una drástica reducción de los niveles en las presas Cerro Prieto y La Boca. Esto reflejó —entre otras cosas— que la infraestructura hídrica en México está casi obsoleta y necesita modernizarse.
“Lo que pasó en Monterrey, en un sentido muy grande, refleja una crisis de planeación y gestión”, dice Ismael Aguilar, profesor investigador de la Escuela de Ingeniería y Ciencias (EIC).
Aguilar y Aldo Ramírez, profesor investigador de la EIC y director del Centro del Agua para América Latina y el Caribe, han enfocado sus esfuerzos en estudiar distintos aspectos de la problemática del agua, una de las amenazas más grandes al bienestar humano alrededor del mundo.

En el mundo, 2,200 millones de personas no tienen acceso a agua potable y más de 1,400 millones son afectadas por las sequías. En México, el estrés hídrico es un problema multifacético que está lejos de ser resuelto.
Como parte de los esfuerzos para atender esta crisis en el país, Aguilar y Ramírez formaron parte del informe de Medición de Infraestructura, realizado por el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México (PUED), coordinado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Entre sus hallazgos, encontraron que una buena parte de las presas más importantes del país ya cumplieron su vida útil —hace mucho tiempo—. “Nos encontramos unas que ya tienen 100 años o incluso más”, cuenta Ramírez.
Además, con el estudio, queda claro que, para modernizar la infraestructura de agua en México, primero hay que conocerla y contar con indicadores para medir su calidad.
Al borde de la obsolescencia
La infraestructura hídrica está compuesta de un conjunto de obras e instalaciones diseñadas para gestionar el agua y abastecer a los campos agrícolas y ganaderos, hogares y negocios de una región.
Algunas de estas obras incluyen presas, pozos, acueductos, tuberías, plantas de tratamiento y bombeo, sistemas de drenaje, alcantarillado y riego, así como redes de distribución.
“En México, hay más de 800 registros de presas y bordos, pero la Comisión Nacional del Agua (Conagua) lleva un control de las 210 más importantes”, explica Ramírez. “En estas se concentra poco más del 85% del almacenamiento total del país”.
El reporte reveló es que algunas de esas presas fueron creadas hace más de 50 años. Además, de estas, muchas no han recibido mantenimiento. “De la gran mayoría no hay registro, no sabemos si lo han tenido o no”, explica Aguilar. “Cuando se diseñan proyectos de infraestructura, tendrían que llevar aparejado dinero para esto, pero eso no ocurre en la práctica”.
Esto es problemático, pues con el tiempo y al estar a la intemperie, los materiales con los que fueron construidas se van degradando.
Aunque, hasta el momento, su edad —y falta de mantenimiento— no han ocasionado que dejen de funcionar, sí han ocasionado fugas, cambios en la calidad del agua y falta de abastecimiento.

“Aunque los censos muestran que el acceso al agua potable en México es del 96%, eso solo significa el acceso a una tubería física, no que la gente le abre la llave y sale agua”, expresa Aguilar. “En realidad, el acceso diario baja a 66%”.
Por ello, para Aguilar y Ramírez, coinciden en que es indispensable desarrollar un indicador de calidad de la infraestructura, que permita saber de forma confiable en qué estado está y en qué zonas se necesitan mejoras o reparaciones.
Un nuevo indicador de calidad de la infraestructura
Actualmente, ambos investigadores están trabajando en un proyecto en conjunto con la Fundación Gonzalo Río Arronte para hacer un estudio más profundo sobre la calidad de la infraestructura del agua en el país, empezando por sus tres metrópolis más grandes: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
“Les propusimos generar un manual del usuario, con una base de datos integrada, para que cualquier persona en México que quiera buscar datos sobre esta calidad, pueda hacerlo de forma sencilla”, dice Aguilar.
Al final, su meta es desarrollar una métrica de calidad de la infraestructura del agua que el INEGI pueda publicar como índice para que las empresas privadas, instituciones de investigación o el gobierno lo puedan utilizar.

Así, contando con la información relevante, los tomadores de decisiones y gobiernos podrían emprender acciones basadas en evidencia, para modernizar y mejorar la infraestructura hídrica en el país.
Para modernizar, pueden tomarse medidas como reemplazar las estructuras antiguas con unas nuevas, que sean construidas con materiales innovadores y más resistentes. También, pueden integrarse tecnologías como el internet de las cosas y la Inteligencia Artificial, para monitorear las redes de distribución y hacer intervenciones oportunas.
Sin embargo, aunque modernizar la infraestructura del agua suena a una buena idea, será indispensable hacerlo teniendo en mente la crisis climática, pues con ella, el aumento de las sequías y tormentas desproporcionadas incrementan el riesgo del colapso de las estructuras, ciudades y comunidades.
Una infraestructura resiliente ante el cambio climático
Crear una infraestructura resiliente que esté preparada para enfrentar futuros inciertos es posible si se toma en cuenta el conocimiento creado a través de la investigación científica.
En 2016, un grupo de científicos, que incluyó a Aguilar y Ramirez, publicó un artículo que predecía la crisis de Monterrey de 2022 y propone acciones para prevenirla, sin embargo, la información retratada no fue tomada en cuenta.
“Si tienes un vaso en tres cuartas partes y sigues tomando sin llenarlo, el vaso se va a quedar sin agua”, expresa Aguilar.
Esto demuestra que las predicciones y análisis basados en evidencia sí pueden ayudar a abordar el problema de una mejor manera. Para los expertos, esto significa que deben haber mayores esfuerzos para que los gobiernos y tomadores de decisiones tomen en cuenta este tipo de información.
“El fin de la crisis de 2022, llegó gracias a la tormenta Alberto, si no hubiera pasado eso, la ciudad habría estado de rodillas en una situación mucho más complicada”, dice Aguilar. “Se le apuesta a que la naturaleza nos va a rescatar todo el tiempo, pero la naturaleza no va a hacer eso”.
A futuro, los investigadores planean seguir aportando con investigación y proyectos interdisciplinarios a la información necesaria para tener una visión integrada del problema del agua y poder enfrentarlo.
“Hay que tomar decisiones hoy, pero siendo conscientes de que sean buenas en el contexto del futuro”, dice Ramírez.
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