El diseño, la arquitectura y el urbanismo pueden ser motores para crear espacios donde los humanos podamos habitar en armonía con otras especies. O, al menos, esto es lo que propone el diseño multiespecies, un campo emergente que busca incluir activamente las necesidades de especies de animales, plantas, microorganismos y otros seres vivos en la creación de objetos y espacios.
La idea surge de una crisis ética de estas disciplinas que ha resultado del antropocentrismo —la visión que considera al ser humano el centro de todas las cosas— que ha dominado su práctica hasta ahora.
Esta visión antropocéntrica es responsable, en parte, del colapso ambiental y ecológico al que se enfrenta el mundo actualmente, con extinciones masivas de organismos, destrucción de hábitats y aumento de la contaminación, por lo que se ha vuelto urgente repensar y rediseñar nuestra forma de vivir, construir y relacionarnos.
“Hay una crisis climática muy extensa que ha causado que muchas especies estén en peligro de extinción”, dice David Sánchez, profesor investigador de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tec de Monterrey. “Actualmente estamos buscando formas de ser más inclusivos y causar el menor impacto”.
Sánchez forma parte de un grupo de personas e investigadores a nivel global que buscan impulsar una nueva forma de existencia humana que reconozca a los animales, plantas y otros seres vivos como agentes con intereses, derechos y necesidades, planteando preguntas como quién tiene el derecho a habitar los espacios diseñados.
Recientemente, Cumulus Association, una asociación global de instituciones de educación superior en los campos del arte, diseño y medios de comunicación, con más de 300 miembros de 63 países, publicó su declaración más reciente donde consideran el diseño multiespecies como un aspecto fundamental para reafirmar el compromiso del diseño con la inclusividad, colaboración e innovación.
Cómo usar el diseño multiespecies
Para hacer de la teoría una realidad, el diseño multiespecies considera a especies no humanas clientes con necesidades y derechos que deben ser considerados desde el inicio de los proyectos. “Una lechuza, una serpiente o un árbol pueden ser un cliente”, cuenta Sánchez.
De esta forma, las construcciones o intervenciones deben planearse alrededor de las necesidades de las especies nativas que habitan un lugar. Naturalmente, esto requiere de la colaboración de distintas disciplinas, incluyendo la biología, ecología, antropología, geografía, geología, ingeniería y ciencia de datos.
También, se utilizan materiales orgánicos y se integran tecnologías como cámaras trampa y drones que permitan mapear el territorio y las formas en que los animales usan el espacio. “Estas herramientas nos permiten identificar cuántas veces pasa por ahí un zorro o dónde está anidando un ave, por ejemplo”, explica el investigador.
Otro concepto esencial es que los sistemas construidos deben ser extensiones del ecosistema natural que fomenten y apoyen la biodiversidad.
Un ejemplo de esto fue cuando en Nueva York, Estados Unidos, se rehabilitó una vía férrea abandonada para convertirla en un parque urbano que incluye vegetación nativa que atrae aves, insectos y otras especies silvestres.
El proyecto Living Breakwaters (Rompeolas viviente), en Staten Island, Nueva York, diseñó una serie de arrecifes semiartificiales a partir de hormigón ecológico y rocas, que albergan ostras, crustáceos y peces juveniles.
Con ellos, se buscó reducir la energía de las olas, frenar la erosión y restaurar la biodiversidad de la bahía. Gracias a esto, hoy se observa el regreso de aves zancudas, focas, caracoles, mejillones, cangrejos y varias especies de peces que utilizan las estructuras.
Así, el diseño multiespecies puede ser tan sencillo como crear un poste que, además de generar luz, sirva como un lugar de anidación para un ave, o tan complejo como un edificio construido con biomateriales que integre la existencia de múltiples especies.
Casos en México y América Latina
En América Latina, el diseño multiespecies ha empezado a implementarse con proyectos como el corredor Andino-Amazónico, desarrollado en Colombia, que facilita la conectividad entre paisajes montañosos de Los Andes y llanuras de la Amazonia, para conservar especies como jaguares, ciervos y tapires.
Sánchez lidera el grupo de investigación Procesos de Diseño Avanzado para la Transformación Sostenible, que actualmente está colaborando con la Universidad Católica de Chile y la Universidad de los Andes en una iniciativa llamada Planetary Design, que involucra este tipo de proyectos.
“Estamos creando redes de investigadores latinoamericanos para promover el diseño multiespecies en nuestra región”, dice el experto.
Recientemente, el grupo publicó un estudio como parte de la Cumulus Conference 2024 que presenta el estado del arte de este campo, así como cuatro casos prácticos creados por estudiantes y profesores de distintos campus del Tec de Monterrey.
Entre ellos está un proyecto de colaboración entre estudiantes y la organización CRIFFS para crear objetos destinados a ayudar a fauna herida o vulnerable, como nidos para tortugas o estructuras de apoyo para cetáceos que quedaron varados en las costas.
A futuro, el grupo planea desarrollar diversos proyectos de diseño que pongan al centro la empatía hacia otros seres vivos.
Ciencia ciudadana para impulsar este modelo
Como un todo, el diseño multiespecies busca ampliar el alcance de los enfoques sostenibles tradicionales, como la eficiencia energética y la reducción de carbono, pues muchos siguen siendo antropocéntricos, ignorando a todas las demás especies, sin considerar si el entorno construido fomenta o destruye la vida no humana.
También, busca una reconexión entre el humano y la naturaleza, pues las sociedades urbanizadas se han desconectado de los ciclos ecológicos, procesos de vida y cohabitación con otras especies.
De acuerdo con Sánchez, para que el diseño multiespecies realmente tenga un impacto positivo en nuestra forma de vivir, será necesario apoyarse en la ciencia ciudadana. Las personas tenemos el poder de crear registros de las especies que vemos pasar o las que hemos dejado de ver.
“Nos pueden mostrar indicadores o necesidades, generando una alarma o indicador de a qué se le debe poner énfasis”, dice el investigador.
Esto puede resultar en políticas públicas que den apoyos económicos y de infraestructura a proyectos de construcción o diseño que consideren otras especies y que regulen o prohíban aquellos que van en su contra.
“El hacer que un río permanezca lleno de biodiversidad, sin contaminación, totalmente saludable, con agua bebible, nace desde ahí, desde quién lo reporta, cómo se protege y qué se diseña para seguir cuidándolo”, expresa Sánchez.
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