Dentro de una pequeña habitación de su casa, en Pachuca, sentado en un sillón deteriorado, Juan Manuel García mira hacia donde mi voz le indica que podría estar la cámara. Es mecánico, tiene 51 años y, debido a que no atendió su diabetes a tiempo, desarrolló glaucoma y ha perdido la visión.
En ese momento, una enfermera y un encuestador del equipo de campo del proyecto oriGen han terminado de tomarle las muestras de sangre y aplicarle el cuestionario de salud y datos socioeconómicos.
Aunque él no lo sabe, con su participación se ha convertido en un héroe de la ciencia. El tiempo, la información y las muestras que aportó formarán parte de una iniciativa del Tec de Monterrey que busca secuenciar el genoma de 100,000 mexicanos.
Con esto, el proyecto oriGen busca crear una base de datos genéticos de la población mexicano para que, a futuro, distintos grupos de investigación puedan entender a cuáles enfermedades somos más propensos y −eventualmente− puedan crear medicinas, tratamientos y políticas públicas hechas a la medida.
Cuando le pregunto por qué accedió a participar, me explica que no tiene los recursos económicos para hacerse estudios clínicos que le permitan saber cómo está de salud. El proyecto los ofrece gratis a cambio de su colaboración.
“Es más que nada para ver como anda uno de salud”, dice sonriendo, emocionado de saber que alguien se preocupa por él.
Además, reconoce que formar parte será algo bueno para todos los mexicanos. “Debería de haber mucha gente que apoye”, opina.
Para el equipo de campo, conseguir que haya suficientes voluntarios no es tarea fácil. De 30 casas que tocan, solo una o dos dirán que sí.
Un deseo profundo de conocer su estado de salud
El pasado 11 de marzo de 2024, TecScience acompañó al equipo de campo de oriGen a Pachuca, Hidalgo, para seguir de cerca el proceso y conocer las motivaciones de los voluntarios para participar.
Aunque el proyecto busca beneficiar a la ciencia, abrirle la puerta significa dejar que un grupo de desconocidos entren a su casa, les saquen sangre, los midan y recolecten datos sobre ellos y sus familias.
OriGen es un claro ejemplo de que, en ocasiones, la ciencia necesita de las personas.
El primer paso es mapear las calles de la ciudad destino y dirigirse a domicilios seleccionados al azar para encontrar personas dispuestas.
Si los dejan pasar, lo que sigue es leerles una carta de consentimiento, donde explican el procedimiento y el uso que le darán a su información.
Después de que lo firman, uno de los enfermeros del equipo les toma muestras de sangre, los pesa y mide y, con una báscula especializada, examina su estado de hidratación, cantidad de grasa y músculo corporal.
Al terminar, un encuestador aplica un cuestionario con preguntas sobre sus antecedentes de salud, así como datos socioeconómicos suyos y de su familia. Sus resultados de peso, altura y análisis de glucosa en sangre y otros parámetros importantes son entregados de forma impresa.
Bajo el rayo de sol de la mañana, nos dirigimos a la casa donde está Reina Castillo Rivera, ama de casa y trabajadora del hogar de 49 años.
Ahí, me explica que en su familia hay antecedentes de demencia senil e hipertensión, por lo que cree que es importante realizarse estudios.
“[Participar] es para algo bien, para mi salud”, dice con entusiasmo por participar.
Además, me cuenta que el equipo de OriGen le dio confianza y piensa que participar será positivo para todos.
Un equipo que inspira confianza
Más adelante, en su cochera nos recibe Anacleta Pérez Aguilar, ama de casa y cuidadora de enfermos de 69 años.
Para ella, al igual que los demás, el motivo principal es tener los estudios necesarios para poder cuidar de su salud y estar en el mejor estado posible.
Al ver el logotipo de oriGen y del Tecnológico de Monterrey en el uniforme del equipo de campo, la profesionalidad con la que trabajan y la seguridad que transmiten, ha quedado satisfecha con su participación.
“Fue un trato muy digno y muy amable, no tengo desconfianza”, dice.
Momentos después, Brenda Valdez, ama de casa de 38 años, nos recibe en la entrada de una vecindad. A falta de sillas, toma una cubeta y se sienta en ella para platicarme que, además de que quiere cuidar su propia salud, se preocupa por el bienestar de sus hijos.
“[Para cuidarlos] tengo que empezar primero por ver cómo está mi salud, [saber] qué es lo que pasa en mi cuerpo”, expresa.
Además, considera que participar resultará en un bien para los mexicanos. “Puede que haya alguna cura para nuestras enfermedades y por no querer acceder no sabremos, es mejor participar”, invita.
Los héroes anónimos de oriGen
Alrededor de las dos de la tarde, después de haber platicado con los voluntarios, es momento de hacer el primer corte de muestras y transportarlas a un laboratorio itinerante que montaron en el campus Hidalgo del Tec para hacer un preprocesamiento.
En cada ciudad que visitan, el equipo hace dos cortes por día, uno alrededor del medio día y otro por la tarde.
Después de cada corte, trasladan las muestras al laboratorio temporal −que llaman sede− en el campus de la ciudad correspondiente. Para hacerlo, un transportista llega al sitio de encuentro y realiza una cadena de frío, el paso más delicado de toda la operación.
Esto es importante, porque las muestras de sangre deben de estar siempre a una temperatura específica para evitar que se desnaturalice el ADN que, después, será secuenciado.
En el laboratorio sede, se registran los datos en una bitácora, se analizan las condiciones de los tubos de sangre y, una vez aprobados, uno de los tubos es almacenado y del otro se extrae suero, para congelarlo y después poder hacer otro tipo de estudios.
De ahí, van al Hospital Zambrano Hellión para su validación, y, luego, son enviadas, ya sea al laboratorio central en campus Monterrey o a las instalaciones de Regeneron Genetics Center −la empresa estadounidense con la que oriGen tiene un convenio− para que el ADN sea secuenciado.
Al concluir el recorrido, me doy cuenta de que, en su mayoría, las personas que acceden a participar lo hacen porque tienen un deseo de saber cómo están de salud y, muchas veces, no tienen los recursos o incentivos para hacerse estudios.
Aunque no lo sepan, esos tubos que donaron contienen el ADN que cuenta la historia de todos los mexicanos. Con esta información, oriGen podría cambiar el rumbo de la salud en México hacia una de prevención y precisión.
Los resultados del proyecto no serán inmediatos, pero al participar, han sembrado una semilla para que las futuras generaciones vivan mejor.
“En diferentes partes del mundo no siempre tenemos las mismas enfermedades, entonces me parece excelente que esto realmente sea para los mexicanos”, concluye Sandra Martínez, ama de casa de 44 años.
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