Algunos investigadores imaginan la microbiota como un bosque frondoso en el que conviven en armonía plantas y animales. Otros, como un órgano indispensable para el funcionamiento del cuerpo humano.
El origen de la microbiota se identifica desde la gestación y se modifica de acuerdo con la alimentación y el entorno de cada persona. Incluso, el conjunto de microorganismos varía si el bebé nace por vía vaginal o por cesárea.
Tomás García Cayuela, profesor de Bioingeniería de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tec de Monterrey, explica que, incluso, quienes abrazan a ese bebé le transmiten nueva microbiota.
¿Qué es la microbiota?
La microbiota es un conjunto de hongos, bacterias y virus que viven en diferentes partes de nuestro cuerpo: en el intestino, el tracto respiratorio, la boca o sobre la superficie de la piel.
Cada microorganismo cumple una función distinta según en qué parte del cuerpo se localiza. La microbiota intestinal, por ejemplo, ayuda a digerir la comida que ingerimos.
“Cuando comemos, tenemos una capacidad digestiva limitada, de tal manera que algunos residuos van al intestino grueso y ahí encontramos una gran cantidad de microorganismos que nos van a ayudar a digerir”, dice García Cayuela.
En los últimos años, se ha descubierto que la microbiota tiene una relación estrecha con nuestra salud mental.
“Hay una relación bidireccional entre el cerebro y nuestro intestino. A partir de ahí ha nacido un concepto nuevo: los psicobióticos. Hay bacterias que son capaces de producir neurotransmisores como la serotonina. Cuando tomamos una bebida láctea fermentada (con psicobióticos) nos puede ayudar a paliar la ansiedad y el estrés”, comenta el experto.
Microbiota y diabetes
La salud de la microbiota también se ha relacionado con la Diabetes Mellitus Tipo 2 que se prevé afectará a más de 700 millones de personas en 2045, de acuerdo con la Federación Internacional de la Diabetes.
Andrea Zepeda Hernández, especialista en Biotecnología por el Tec de Monterrey, realizó su tesis sobre las propiedades antidiabéticas de los lácteos fermentados como el skyr, un producto lácteo típico de Islandia.
“En el caso del skyr le agregamos cepas de microorganismos probióticos que demostraron ayudar a los niveles de colesterol. Fueron buenos los resultados. Se vio alta actividad de una enzima que baja el colesterol y propiedades antiinflamatorias”, dice la investigadora.
Un prebiótico es un tipo de compuesto que es fermentado por la microbiota y tiene beneficios en la salud. Un ejemplo de estos son las fibras solubles, como la inulina, y fibras insolubles (como el trigo integral).
Además, Zepeda explica que, cuando consumimos algo alto en prebióticos, estos llegan a nuestro intestino y son fermentados por los microorganismos de la microbiota.
“Ocurren actividades enzimáticas que producen una mejora la resistencia a la insulina, pueden inhibir el metabolismo de los carbohidratos y eso baja la velocidad con la que se producen los picos de glucosa en la sangre, incluso se mejora la saciedad”, agrega Zepeda Hernández.
Los probióticos son bacterias que, administradas en dosis adecuadas, confieren beneficios a la salud. Algunos ejemplos son los lactobacilos.
«Algunos alimentos, ricos en probióticos, pueden ser alimentos fermentados. Contrario a lo que se cree, el consumo de lácteos fermentados está asociado a un menor riesgo de obesidad, menor riesgo de síndrome metabólico y diabetes, sobre todo, cuando hablamos de lácteos bajos en grasa, podemos hablar del kéfir o skyr (que se puede encontrar en el súper) que es alto en proteína y bajo en grasa», explica Zepeda.
El alimento de la microbiota
La microbiota necesita alimentarse adecuadamente: a esto se le conoce como prebióticos.
Viridiana Tejeda Ortigoza, profesora de la escuela de Ingeniería y Ciencia, ha dedicado sus investigaciones a conocer cuáles son las mejores fuentes de alimentos.
“Los microorganismos prefieren cierta alimentación, no todos prefieren el mismo tipo de fibra dietética, por eso es importante la variedad. Muchas fuentes son las frutas y los vegetales como el brócoli”, comenta.
Alimentar a la microbiota no es cosa sencilla, pues las fibras dietéticas deben sobrevivir a la masticación y al ácido del estómago para llegar hasta el intestino, incluso hasta el colon para que los microorganismos de cada zona del cuerpo puedan realizar sus funciones.
Tejeda Ortigoza extrae microbiota de las heces fecales y la alimenta con distintos tipos de fibra para observar sus reacciones. Sin embargo, es complejo porque la microbiota de cada persona es distinta aunque dichas personas se alimenten de manera similar.
“Hago hincapié en la importancia de comer con variedad, siempre sano. He visto la microbiota de donadores que son vegetarianos y de quienes solo comen chatarra. La realidad es que la mayor variedad de microorganismos la encontramos donde hubo mayor variedad de alimentación”, refiere la biotecnóloga.