Las plantas y el conocimiento de pueblos ancestrales tienen un enorme potencial para responder a muchos de los desafíos de la salud global. Por ejemplo, la aspirina, uno de los medicamentos más usados alrededor del mundo, obtuvo sus propiedades analgésicas de la corteza del sauce blanco (Salix alba), dice Blanca Vera, investigadora del Laboratorio para el Estudio y Conservación de Germoplasma (GermoLab) del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt).
A partir de disciplinas como la etnofarmacología y la farmacognosia se puede aprovechar el conocimiento de culturas que, durante siglos, han utilizado las plantas para tratar enfermedades, comenta Vera, quien ha estudiado la medicina tradicional maya para encontrar compuestos activos en remedios y pociones.
“La etnofarmacología es una ciencia multidisciplinaria que incluye la parte de plantas medicinales y la antropológica, sobre el conocimiento y cultura de los pueblos indígenas. La farmacognosia es una disciplina que se enfoca en identificar y purificar los compuestos activos de fuentes naturales, como las plantas, para su uso en medicina”, explica.
Sin embargo, convertir un remedio tradicional basado en plantas medicinales en un fármaco no es una tarea sencilla, se necesita de largos procesos de investigación y estudios de validación clínica para demostrar que un compuesto de origen vegetal es seguro y eficaz para atender padecimientos.
La investigadora del Centro de Investigación Científica de Yucatán fue ponente en la edición 2024 de la Conferencia Anual de la Sociedad Fitoquímica de Norteamérica que se llevó a cabo en el Tec de Monterrey.
Farmacognosia: de la plantas medicinales al tratamiento farmacológico
A partir del estudio de plantas medicinales y de la farmacognosia se han podido descubrir, caracterizar, producir y estandarizar varios tipos de medicamentos para controlar síntomas de enfermedades como cáncer, Parkinson y diferentes tipos de infecciones.
Sin embargo, llevar una planta utilizada como remedio tradicional a convertirse en un fármaco implica una sinergia entre el conocimiento ancestral y la ciencia actual, dice Vera.
Esto ocurre a través de la conexión de la farmacognosia con otras dos disciplinas para descubrir y perfeccionar compuestos naturales con propiedades activas: etnobotánica y etnofarmacología.
El proceso consiste en tres pasos que son:
– Etnobotánica
Primero, es a través de esta disciplina que estudia la relación entre los seres humanos y las plantas, y sobre cómo los pueblos ancestrales las utilizan en su medicina tradicional.
“Vamos con los médicos tradicionales para preguntarles qué plantas utilizan para atender diversas dolencias y para qué sirven. Por ejemplo, para el dolor de garganta, recomiendan una que le llaman amigdalina y otras que, según ellos, tienen propiedades curativas”, dice la investigadora.
– Etnofarmacología
Cuando se identifica a las plantas que pueden tener propiedades curativas, los investigadores estudian cómo los curanderos de los pueblos tradicionales las preparan para convertirlas en tratamientos.
Por ejemplo, si una planta se cocina, hierve, exprime, aplasta, o si se remoja en alcohol o agua. Blanca platica que comúnmente las plantas no se utilizan de manera directa, sino que pasan por procesos de preparación. A partir de ellos se puede entender cómo se extraen los compuestos activos.
– Farmacognosia
La última etapa del proceso consiste en estudiar los componentes químicos de las plantas y su potencial terapéutico. Se obtienen sus compuestos y se analizan para identificar cuáles tienen actividad biológica y cuáles no.
Es en esta fase donde los investigadores realizan diferentes estudios con tecnologías para validar las propiedades bioactivas, la toxicidad y su eficacia conforme los estándares de agencias regulatorias como la FDA en Estados Unidos.
Sin embargo, son procesos que pueden llevar entre 10 y 15 años, y en ocasiones, solo algunos compuestos logran pasar las pruebas para convertirse en tratamientos que puedan llegar al mercado.
Como parte de su investigación, Vera ha trabajado con diferentes hierbas y plantas, como llantén (Plantago major), sábila (Aloe vera), poleo (Mentha pulegium) y hierbabuena (Mentha spicata) y aquiche chiquito (Melochia nodiflora) que son conocidas en la medicina tradicional por sus cualidades y propiedades curativas.
«Hay muchos compuestos aislados de plantas, pero no de formulaciones medicinales y algunas son como indivisibles. Hay algunas que estudié por separado y no tuvieron actividad, pero que si se hierven juntas sí presentan actividad biológica», comenta.
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