Eliminar las bolsas de plástico es un objetivo difícil de alcanzar. A muchos nos pasa que cuando llega la hora de recoger las heces de nuestras mascotas, por ejemplo, no encontramos una alternativa igual de funcional. Hacerle un nudo a una bolsa de cartón resulta complicado. Para esto existen las bolsas creadas con plásticos sostenibles.
“Una vez desechadas, estas se degradan en un periodo mucho más corto y pueden servir de abono para nutrir a las plantas o la tierra”, dice Dora Iliana Medina, líder de la Accelerate Materials Development Unit del Institute of Advanced Materials for Sustainable Manufacturing (IAMSM) del Tec de Monterrey.
La necesidad de encontrar materiales que reemplacen el plástico tradicional se debe a que este es creado a partir del petróleo, lo cual ocasiona que tarden mucho tiempo en degradarse, con estimaciones de entre 150 y 500 años.
El que sean tan resistentes ha resultado en que contaminen las ciudades y ecosistemas del planeta, con los acuáticos siendo entre los más afectados.
Los animales, silvestres y domésticos, pueden consumirlas accidentalmente, lo cuál amenaza su vida. “Son letales para las tortugas, las ballenas y los delfines porque se las tragan o pueden enredarse en ellas”, explica Medina.
Los microplásticos y las emisiones tóxicas que resultan de quemarlas también forman parte de esta problemática.
A pesar de esto, en el mundo se usan alrededor de 500,000 millones de bolsas de plástico al año, de acuerdo con estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
“Muchas siguen siendo desechadas después de un solo uso”, dice la experta.
Por ello, a nivel global, se han tomado medidas para reducir su uso, frenar su producción y reemplazarlas con unas hechas a partir de materiales biodegradables.
Cómo hacer bolsas de plástico biodegradables
Hace algunos años, en los supermercados se habían empezado a empaquetar los alimentos con bolsas que decían ser biodegradables, sin embargo, la mayoría no cumplían con las regulaciones necesarias.
“Mucho del material con el que eran hechas seguía siendo con derivados del petróleo”, explica Medina.
Como respuesta ante esto, en la Ciudad de México, a partir del 2021, entró en vigor la prohibición de uso de plásticos y desechables de un solo uso.
Es por ello que hoy, cuando vamos al supermercado encontramos bolsas de cartón en vez de bolsas de plástico para transportar frutas y verduras.
Sin embargo, muchos seguimos encontrando la forma de acceder a bolsas de plástico para usarlas para deshacernos de nuestra basura orgánica o recoger los desechos de nuestras mascotas.
“Como humanidad hemos creado un hábito en el que dependemos de las bolsas de plástico”, dice la investigadora.
Esto se debe a muchos factores, pero el hecho de que los consumidores las preferimos para algunas tareas específicas tiene mucho que ver.
Para la experta, esto se debe en gran parte a las propiedades de las bolsas hechas con polietileno, el tipo de plástico más común que se utiliza en la actualidad. Este es flexible, resistente, impermeable, ligero y versátil, por lo que las bolsas hechas con él resultan demasiado cómodas.
“Es un material muy estudiado, fácil de procesar y, además, barato”, explica Medina.
Un proyecto que busca crear un plástico verdaderamente biodegradable y sostenible
Encontrar un material que sea igual de conveniente y accesible que el polietileno es un reto para quienes buscan crear plásticos sostenibles.
En la unidad liderada por Medina, durante los últimos años, uno de sus principales proyectos ha sido producir un plástico a partir de desechos vegetales, como los granos de café, para crear bolsas con propiedades similares a las tradicionales.
Para lograrlo, mezclan alcohol polivinilico −un polímero soluble en agua−, quitosano −un biopolímero− y holocelulosa −un tipo específico de celulosa− extraída de granos de café.
Al mezclar los tres elementos, obtienen una película delgada que puede utilizarse como alternativa para crear empaques y bolsas verdaderamente biodegradables.
“Al desecharse, se descompone en sus componentes principales, la celulosa, la cuál nutre a las plantas, pero además tiene propiedades antioxidantes que pueden contribuir a la salud de los suelos”, cuenta Medina.
Por el momento, han logrado comprobar que el plástico que obtienen tiene una estructura macro y microscópica con propiedades que le permiten repeler el agua, manteniendo la suficiente firmeza y flexibilidad, para que la bolsa sea manipulable, pero no se rompa al contacto con algún líquido.
En el futuro próximo, planean empezar a probar este material en bolsas para comprobar que son una alternativa funcional.
Si la tecnología resulta exitosa, esta podría aplicarse también con desechos orgánicos como cáscaras de aguacate, de naranja o sobras de la caña de azúcar.
“Creo que el hecho de que los desperdicios sean nuestra materia prima y, además, el plástico que creamos no le hace daño al ambiente es algo muy positivo”, dice Medina.
Mientras siguen los pasos necesarios para crear un producto que sea asequible para las empresas y escalable a nivel industrial, los ciudadanos podemos optar por reducir el uso de las bolsas de plástico lo más que podamos y reusar las bolsas cuanto más nos sea posible.
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