Hace 70,000 años el cohousing o vivienda colectiva ya existía. El historiador israelí Yuval Harari señala que, con la revolución cognitiva, los humanos se organizaban en grupos y se dividían actividades como la cacería, recolección y hasta el cuidado de los niños y ancianos.
Así, la vivienda colectiva nació como una manera de enfrentar las crisis. En la actualidad, las restricciones y el aislamiento por Covid-19 hicieron que volviera a ser un ejercicio exitoso, cada vez más popular en el mundo.
Los investigadores del Tecnológico de Monterrey Emanuele Giorgi, director de investigación de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño junto con Aleksandra Krstikj, profesora investigadora del departamento de arquitectura explican, en entrevista con TecScience, sobre este fenómeno, su popularidad, beneficios y limitaciones.
Ambos colaboraron en una investigación sobre las enseñanzas del cohousing y cómo nos puede ayudar a crear comunidades, mientras que Emanuele es autor del libro The Cohousing Phenomenon en donde revisa casos de vivienda compartida exitosos en el mundo.
También, Giorgi tiene un proyecto que consiste en identificar las buenas prácticas de las viviendas compartidas y, después, elaborar propuestas que puedan ser aplicadas por las viviendas tradicionales para mejorar su calidad de vida.
“La pandemia fue un impulsor. Muchos arquitectos, diseñadores, urbanistas y también personas de las ciencias sociales voltearon a revisar el cohousing como un fenómeno donde se puede vivir mejor en situaciones de crisis, porque se ve como un modelo resiliente”, dice Aleksandra Krstikj del Tec de Monterrey.
Esto no es cohousing
El cohousing consiste en una comunidad en el que los residentes deciden −de manera intencional− participar en el diseño y operación de sus espacios de vivienda.
En estas viviendas los residentes comparten áreas comunes como cocinas, salas, jardines y huertos. También sus habitantes pueden dividir tareas como la crianza de los hijos o el cuidado de los adultos mayores.
Si no existe esta intención de vivir en comunidad, no puede considerarse cohousing, como en el caso de condominios, torres de departamentos o fraccionamientos con áreas comunes para sus habitantes, pero que se crearon sin consultar a quienes habitarían esos lugares.
“Primero se crea el grupo de personas que vivirán en cohousing y luego se crean los espacios físicos”, explica Emanuele Giorgi.
¿Por qué el cohousing ayuda ante la crisis?
Luego de las restricciones provocadas por la pandemia de Covid-19, en el mundo aumentó el aislamiento y la falta de interacción, afectando principalmente a niños y ancianos, provocando soledad, depresión y hasta problemas de aprendizaje.
Durante la pandemia arquitectos y urbanistas voltearon a ver la vivienda colectiva, de nueva cuenta, como una opción para disminuir el riesgo de afectaciones a la salud mental.
Una de las fortalezas de este tipo de vivienda es la convivencia que existe gracias a las áreas comunes donde las personas se ven, platican e interactúan entre ellas, creando comunidades sólidas.
“Pueden compartir muchos lugares como áreas verdes, se pueden poner reglas y horarios. Es más flexible. Disminuye ese riesgo de depresión, donde sientes que nadie te ve o te ayuda”,explica Krstikj.
También, durante la pandemia, las comunidades en cohousing podían organizarse para salir a comprar alimento y suministros y así evitar exponer a las personas vulnerables a contagios.
Otra de sus ventajas es el poder dividir los gastos, por ejemplo, luz, agua, gas y otros servicios en áreas comunes.
Además, las viviendas colaborativas −usualmente− se planean pensando en aspectos como la sustentabilidad y la ecología, por lo que pueden tener recolectores de agua de lluvia, sistemas de riego inteligentes, paneles solares y hasta huertos urbanos.
Los investigadores del Tec, explican que el cohousing permite tener comunidades más seguras, al tener más ojos en las calles, mayor vigilancia y menos crímenes, como asaltos, robos y otro tipo de violencia. Además, la violencia intrafamiliar puede ser más visible y reducirse al existir estos grupos de personas conviviendo y advirtiendo estos casos.
Los negocios locales pueden fortalecerse gracias a las comunidades que toman las calles para crear espacios de juegos, eventos culturales y de convivencia.
Incluso, los constructores de casas encuentran en el cohousing una opción para planificar construcciones de viviendas con clientes ya dispuestos a pagarlas, en lugar de construir primero y esperar a que sean compradas.
Las comunidades fortalecidas de las viviendas compartidas evitan que ocurra gentrificación en zonas de alta demanda.
Es decir, previenen que lleguen desarrolladores de vivienda o compradores a buscar espacios para aumentar las rentas y tener mayores ganancias.
“Cuando no hay comunidad es más fácil que se generen los fenómenos de gentrificación. Cuando hay falta de comunidad pueden llegar empresas y hasta el gobierno con inversiones fuertes y terminan alejando a las personas porque falta ese sentido de pertenencia que el cohousing puede fortalecer”, añade Emanuele Giorgi.
En México, el cohousing da sus primeros pasos
En México, este sistema apenas comienza a ser una alternativa de vivienda y un estilo de vida, a pesar de que la vivienda colectiva aún sea confundida con fraccionamientos con espacios compartidos, las viviendas tradicionales adoptan aspectos del cohousing con mayor frecuencia.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó un aumento en las viviendas colectivas en la última década, ya que se registró un incremento 7,423 en 2010 a 14,321 en 2020.
También otras ciudades, sobre todo en Europa, han visto un incremento de este tipo de vivienda, incluso desde antes de la pandemia.
En Dinamarca, hasta el 2015 había alrededor de 250 comunidades de cohousing enfocadas en adultos mayores, según Max Pedersen, del departamento de pueblos, vivienda y propiedad de la Universidad de Aalborg en Dinamarca.
Mientras tanto en Madrid, España, para 2019 ya se habían registrado alrededor de 80 iniciativas de vivienda colectiva, según MOVICOMA, un movimiento liderado por Daniel López de la Universitat Oberta de Catalunya.
El sentido de pertenencia y compartir aspectos de la vida puede hacer que las personas sean más responsables con sus comunidades y ciudades haciendo del cohousing un aprendizaje sobre cómo enfrentar pandemias y otras futuras crisis.