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En la investigación, está bien ser disruptiva: Aleksandra Krstikj

Krstikj dejó Macedonia para hacer ciencia en México. Desde que era niña, sabía que el país era un lugar amistoso y de “brazos abiertos”.
Ilustración de Aleksandra Krstikj arquitectura
La arquitecta también ha hecho estudios en diseño urbano y ha residido en ciudades como Kioto y Ciudad de México. (Ilustración: Eduardo Ramón).

Hace 16 años, Aleksandra Krstikj partió de Skopie, su ciudad natal en Macedonia del Norte, sin imaginar que residiría en México y dedicaría su vida a resolver la pregunta sobre cómo la arquitectura puede contribuir a alcanzar la equidad.

Para ella, lo más importante es garantizar la sostenibilidad en el futuro de la humanidad haciendo uso de los recursos naturales de manera eficiente y responsable. Además, le apasiona ser una de las voces que exige ciudades habitables para todas las personas.

Fue en la Universidad de Skopie, la más grande de su país de origen, en donde estudió Arquitectura.

Después, para continuar su profesionalización, la vida la llevó a habitar ciudades muy distintas entre sí. Primero fue Kioto, una ciudad japonesa –grande y organizada– en donde cursó una maestría en Arquitectura y un doctorado en Diseño Urbano.

Después, llegó a la Ciudad de México, un monstruo caótico, y terminó en el Estado de México, una región cercana con muchas similitudes.

Residir en tantos lugares la hizo políglota, por lo que habla macedonio, inglés, japonés y español. Actualmente, es profesora investigadora de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD), en el Campus Estado de México del Tec de Monterrey.

Aleksandra Krstikj
Crear ciudades sostenibles y resilientes ante el cambio climático es una de las metas de esta investigadora macedonia. (Ilustración: Eduardo Ramón).

De Macedonia a México

Cuando llegó a México, encontró un lugar con comida deliciosa y personas con los brazos abiertos. De la mano de sus colegas, ha aprendido que en la investigación está bien ser disruptiva y hacer locuras.

¿Qué te trajo a México y al Tec de Monterrey?

Antes de llegar, me gané una beca para hacer mi maestría y doctorado en la Universidad de Kioto, Japón. Allí conocí a mi esposo, que es mexicano.

Cuando nos graduamos, estábamos enamorados y me invitó a vivir a México.

Llegamos en 2014 y, al principio, no conocía el contexto laboral, pero pronto conocí el Campus Ciudad de México (CCM) del Tec y al poco tiempo estaba dando clases ahí.

¿Cómo pensabas que iba a ser México y cómo lo percibes ahora que vives aquí?

Siempre tuve una imagen muy bonita de México porque Skopie tuvo un sismo muy grande en 1963. Yo no había nacido, pero mi mamá era una niña y unos de los primeros aviones de ayuda que llegaron era mexicano.

Aunque no teníamos idea que iba a terminar viviendo aquí, mi mamá siempre me decía que amaba el país porque fue la primera luz después de un desastre tan grande.

La idea que tenía sobre él era de amistad, de calor, de manos abiertas y, desde que llegué aquí, he tenido una experiencia que lo comprueba.

Desafiar los estándares de la arquitectura

En Japón, se centró en investigar la conservación de centros históricos, debido a que la expansión urbana del país se redujo drásticamente y había que mantener los lugares culturalmente significativos.

En México, por otro lado, Aleksandra se percató de cómo el constante desarrollo trae consigo problemas de sustentabilidad y uso de recursos, lo que provoca sequías, aumento en la contaminación y una mala distribución de alimentos.

¿De qué trata tu investigación?

Mi enfoque aquí es el desarrollo sostenible en las periferias. Me interesa mucho el tema del acceso a servicios, parques, comida fresca y escuelas en áreas periurbanas.

También me interesa la vulnerabilidad vinculada con esta expansión.

¿Por qué consideras que es importante tu investigación para la sociedad en general y para la sociedad mexicana?

Porque trata el uso eficiente de recursos, que es crucial para todos los países debido a la crisis climática que enfrentamos.

En términos del país, se suma la equidad, que es transversal en todas mis investigaciones.
Cuando llegué, me dolió ver las injusticias que existen y busco asegurar que las poblaciones más vulnerables, como niños, adultos mayores, mujeres y otros, tengan acceso a servicios.

¿Por qué decidiste ser investigadora?

Cuando cursé arquitectura me enseñaron todas estas reglas y estándares, pero yo siempre quise entender por qué.

“¿Por qué?” es una pregunta que nunca sale de mi cabeza.

¿Crees que los estándares en la arquitectura deben ser cuestionados?

Sí, por ejemplo, está el del baño, que debe tener una dimensión específica. Pero cuando investigas un poco te das cuenta que el cuerpo para el que fue modelado es de un hombre europeo y alto.

Eso es algo que yo siempre critico y mi objetivo es encontrar cómo mejorar lo que nos rodea, pero para proponer algo nuevo hay que entender de dónde vienen estas reglas, costumbres o hábitos.

Arquitectura y planeación urbana en el Tec de Monterrey

¿Cómo es ser investigadora en el Tec?

Me siento apoyada y libre para experimentar, jugar y ser disruptiva. De hecho, en la EAAD te provocan: nuestro decano nos dice que quiere ver nuestras locuras.

Yo creo que no existen tantas universidades con esta libertad. En Japón, por ejemplo, vi una estructura mucho más estricta.

Creo que por esa libertad el Tec es una universidad líder en creatividad.

¿Hay algún proyecto que te emocione?

Recientemente gané un fondo de Volvo de Walking to School (Caminar a la escuela) en Latinoamérica.

Para ello, estamos colaborando con una universidad en Medellín, la Escuela de Administración, Finanzas e Instituto Tecnológico (EAFIT), para ver cómo apoyar que los niños puedan caminar a la escuela, especialmente los que van a la primaria y viven cerca, pero que por razones de seguridad, contaminación e infraestructura tienen que llegar en coche o acompañados.

Enamorada de México

¿Qué extrañas de Macedonia?

Primero, a mi familia. Están muy lejos, entonces no puedo ir muy seguido. También extraño a mis amigos y la oportunidad de salir caminando y encontrarlos en la calle.

Como Skopie todavía es una ciudad pequeña, en la tarde puedes salir caminando de la casa y en cada esquina hay un café o un restaurante pequeño. La gente se apropia de las calles, especialmente en la tarde.

Aquí, como es tan grande, tengo que planear todo, las reuniones, las fiestas; es imposible tener estos encuentros al azar.

También trabajan mucho, existe este prejuicio de que los mexicanos no trabajan, pero es todo lo contrario. En Macedonia se trabaja hasta las 4 y después no encuentras a nadie en la oficina.

¿Te gustaría regresar en algún momento a vivir allá?

No. Estoy enamorada de México. Cuando tu hijo es de México, tú eres de México.

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Autor

Inés Gutiérrez Jaber