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Sandra Ley: entender la violencia sin perder la esperanza

Profesora Distinguida de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno, la investigadora intenta explicar cómo los mexicanos nos relacionamos con la violencia, cuáles son sus causas y las posibles soluciones a este problema.
Mujer sonriendo con los brazos cruzados. Trae una blusa azul y está frente a un cuadro muy colorido
Su trabajo de investigación no solo se basa en grandes bases de datos sino también en escuchar a los distintos actores que forman el complejo entramado de la realidad nacional. (Foto: Valeria Quintero/TecScience)

Mi primera impresión sobre Sandra Ley es que tiene un buen sentido del humor.

En espera de que arranque la sesión de fotos en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec, en la sede de Mixcoac en Ciudad de México, Sandra pregunta si puede dejar su computadora y mochila en una mesa. “Sí, no pasa nada, es seguro”, responde el guardia; “Y si no, ya nos enteraremos”, responde ella con humor.  

Originaria de Puebla, la doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Duke, lleva muchos años estudiando los altos índices de homicidios y tratando de entender fenómenos como los linchamientos o el crimen organizado. Sin embargo, al mismo tiempo, es capaz de bromear o entender referencias de Modern Family que son el tipo de series que disfruta en sus tiempos libres. 

Se siente extraña frente a la cámara, gesticula y no sabe si está exagerando. “Me siento como los niños que hacen caras cuando les quieres tomar fotos”, dice en medio del flash. 

Para Sandra es crucial el rigor científico en la investigación pero su trabajo no solo se basa en grandes bases de datos sino también en escuchar a los distintos actores que forman el complejo entramado de la realidad nacional. Si uno echa un vistazo a su celular, encontrará fotos de distintas marchas a las que acude para caminar y escuchar a las víctimas o comunidades que exigen seguridad, justicia. 

Es coautora del libro Votos, drogas y violencia, escrito con Guillermo Trejo, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame y director del Laboratorio de Violencia y Justicia Transicional del Instituto Kellogg de Estudios Internacionales. 

En el libro, que en 2021 recibió el Democracy and Autocracy Best Book Award de la American Political Science Association, los investigadores analizan la forma en que la transición democrática en el país desencadenó una violencia sin precedentes debido a las redes de complicidad del Estado con el crimen organizado.

Desde hace poco menos de un año, Ley es Profesora Distinguida en Ciencia Política de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey y dirige proyectos de investigación relacionadas con alertas de género, crimen organizado y gobernanza criminal y otros tipos de violencia en México. 

Investigar la violencia: una urgencia política y personal

¿Por qué decidiste estudiar Ciencia Política?

En realidad, durante mucho tiempo pensé estudiar Medicina. Fue hasta el último año de la prepa que me di cuenta de que quería entender los problemas sociales. Siempre estuve involucrada en modelos de Naciones Unidas, ahí nació mi interés por la política.

Cuando comencé la carrera, en 2002, vivíamos el inicio de la transición democrática. Me interesó mucho lo que pasaba a nivel local: estados, municipios… Quería entender cómo se construye la democracia desde abajo.

¿Cuándo percibiste que la violencia en México se estaba desbordando?

En 2008 me fui al doctorado, justo cuando empezó el repunte más fuerte de violencia. Estar fuera del país y ver todo lo que pasaba fue muy duro. Sentía impotencia, incluso culpa por no estar aquí. Esa desesperación, nos llevó a  Guillermo Trejo (profesor de Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame), a recopilar datos, No había bases oficiales, solo los «Ejecutómetros» de los periódicos, y cada uno daba cifras distintas.

¿Cuáles son las grandes preguntas que han guiado tus investigaciones?

Me interesa entender cómo reaccionan las personas frente a la violencia: ¿Participan políticamente? ¿Lo hacen por vías electorales o no electorales? ¿Cómo resisten? Mi tesis doctoral nació de esas preguntas. He tratado de entender tanto las causas como las consecuencias de la violencia desde una perspectiva política.

Lo bonito ha sido recorrer este camino tratando de entender tanto causas como consecuencias desde una dimensión política. 

¿Cómo se estudia de manera científica algo tan escurridizo como la violencia y crimen organizado?

El primer reto fue la falta de datos. Tuvimos que armar nuestras propias bases a partir de prensa, reportes locales, entrevistas. Y, sobre todo, hablar con actores clave: víctimas, activistas, periodistas. Solo así comprendes lo que los números no te pueden decir.

Escuchar a las víctimas, entender el contexto

En tu libro también hay entrevistas. ¿Qué agrega esto a los datos?

Todo mi trabajo en general tiene una metodología mixta. Bases de datos, entrevistas y mucha revisión hemerográfica. Si nada más juntara números, no podría dar una interpretación. Pero en el trabajo que hice con colectivos fue entender una parte emocional que los números no te van a decir.

Uno de los argumentos que hago en el artículo sobre protestas, por ejemplo, es que las redes entre víctimas y no víctimas son fundamentales para ayudar a la gente a salir a las calles y exigir justicia, porque de otra manera te quedas con tu miedo, en lugar de transformar el enojo en acción. 

¿Qué te ha dejado el contacto cercano con colectivos de víctimas?

Mucho. Agradecimiento y un compromiso profundo. Me han abierto sus puertas y sus corazones. Caminar con ellas, escucharlas, ha sido transformador. Son mi principal inspiración para seguir trabajando.

Mujer sonriendo con blusa azul y agarrandose las manos.
Para la autora del libro Votos, drogas y violencia, el problema de la violencia de los cárteles se debe a que en México no hubo un proceso de justicia transicional cuando ocurrió la aternancia democrática (Foto: Valeria Quintero / TecScience)

Violencia y democracia: una relación dolorosa

En tu libro, Votos, drogas y violencia, hablas de que el trasiego de droga en México existe desde el siglo XX y no se veía este nivel de violencia. ¿Qué cambió?

El libro me dio la oportunidad de entender la forma en que la democracia mexicana evolucionó. El Estado mexicano estaba muy entrelazado con el crimen organizado y en la transición a la democracia nunca se hizo un proceso para desvincularlo. Con la alternancia, nuevos gobernadores llegaron al poder y colocaron a nuevos actores en puestos clave, algunos dispuestos a enfrentar al crimen, otros con sus propios arreglos. Esa ruptura de alianzas generó una competencia violenta por el control y la protección estatal. Al no tener garantizada esa protección, los grupos criminales recurrieron a ejércitos privados. Eso provocó la escalada de violencia que vivimos.

¿Qué tendría que pasar para romper el vínculo entre crimen organizado y poder político?

Deberíamos haber tenido un proceso de justicia transicional. La democracia mexicana no lo tuvo y eso ha dejado una deuda muy grande. Las comisiones de la verdad han sido regionales, con pocos fondos y mucha politización.

Hemos tenido ciertos operativos para tratar de desvincular al Secretario de Seguridad Pública, por ejemplo, a presidentes municipales que están corrompidos por el crimen organizado. Sin embargo, no le damos seguimiento. 

Si yo como gobierno voy a investigar y a castigar a ciertos personajes, lo tengo que hacer; no importa si son de la oposición o son de mi propio partido. Deberían estar dispuestos a hacerlo en todas las circunstancias. 

La salud mental en medio de la investigación

¿Cómo manejas emocionalmente el impacto de trabajar con tanta violencia?

Cuando era estudiante, no tenía acceso a terapia ni recursos para el autocuidado. Ahora soy más consciente de la necesidad de hablarlo, de tener redes de apoyo. En los proyectos de investigación que lidero con distintas organizaciones, siempre destino parte del presupuesto a procesos de contención emocional, tanto para el equipo como para las personas con las que trabajamos.

Muchos jóvenes dicen que no tendrían una familia en México. Tú has dicho que ser madre te cambió la forma de ver tu trabajo. ¿Cómo influye tu hijo en tu visión del país?

A mí me costó trabajo decidirme a ser mamá por muchas razones. En cuanto a mi trabajo, es difícl explicarle y no decepcionarlo a sus seis años. Pero ha sido bonito entender mi trabajo a través de sus ojos, ayudarle a entender por qué queremos buenos policías o por qué no queremos armas. Un arreglo en mi casa es que nunca vamos a tener juguetes de armas.  Mi hijo me reta a mantener el optimismo en medio de todo esto.

A casi un año de ejercer como profesora distinguida del Tec de Monterrey, ¿cuál ha sido su experiencia con los alumnos? 

Ha sido muy interesante. Las estancias de investigación están dirigidas a desarrollar habilidades de investigación en las y los estudiantes y eso es algo que me parece muy particular del Tec.

Para mí, ha sido muy poderoso tener ese acercamiento con gente que siente esta misma pasión

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