El choque cardiogénico es una de las emergencias médicas más letales, con tasas de mortalidad que oscilan entre el 50% y 90% de no recibir la atención rápida y precisa. El evento se da cuando el corazón pierde su capacidad de bombear suficiente sangre para mantener los órganos vitales.
“Si alguien llega al hospital con choque cardiogénico, tiene una probabilidad de muerte de más del 50%. Es como lanzar una moneda”, ilustró Arvind Bhimaraj, cardiólogo especialista en el Hospital Houston Methodist en Texas.
Esta emergencia médica crea un círculo vicioso mortal. Cuando el corazón falla, el cuerpo intenta compensar cerrando los vasos sanguíneos para mantener la presión arterial. Sin embargo, esto aumenta la resistencia que debe vencer el corazón debilitado, empeorando su función.
“Al incrementar las resistencias también vamos a incrementar el trabajo al corazón”, explicó Vicente Jiménez Franco, líder clínico del equipo de choque cardiogénico de TecSalud. “Estamos tratando de compensar esa caída de la presión para mejorar la perfusión de los tejidos”. Esto resulta en lo que Jiménez denomina “la espiral del choque cardiogénico”.
El problema con el choque, enfatiza, es que llega a afectar a otros órganos. “Por eso es tan letal, porque ya falló el corazón”, dijo Jiménez.
Dispositivos y falta de competencia
México carece de tecnología propia para responder al choque cardiogénico que afecta a miles de pacientes anualmente. Al respecto, en una serie de pláticas que abordaron el tema, expertos de TecSalud y la Escuela de Ingeniería y Ciencias convocaron a equipos multidisciplinarios a generar ideas y soluciones.
“Yo no conozco ni un médico que entienda ese tema. Nosotros lo podemos poner y hacer que jalen, pero no sabemos más”, admitió Guillermo Torre, rector de TecSalud y especialista en cardiología, refiriéndose a los complejos dispositivos mecánicos que representan la última línea de defensa para pacientes con falla cardíaca severa.
Actualmente existen tres tipos de dispositivos de soporte mecánico circulatorio:
- el balón de contrapulsación intra-aórtico, que proporciona soporte modesto inflándose y desinflándose en sincronía con los latidos cardíacos
- una serie de bombas de diferentes tamaños para extraer sangre del ventrículo izquierdo y entregarla a la aorta
- los sistemas ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea) que asumen las funciones tanto del corazón como de los pulmones.
“No hay ningún aparato de estos mexicanos. No hay competencia en el mercado”, dijo Torre, subrayando que México no tiene presencia alguna en un sector que mueve miles de millones de dólares a nivel mundial.
Actualmente, solo la compañía Abiomed produce bombas comercialmente llamadas Impella y se valúa en 17,000 millones de dólares en 2024.
Las bombas, sensores, sistemas de control y membranas de oxigenación que conforman estos dispositivos requieren expertise en mecánica de fluidos, ciencia de materiales, electrónica y control de sistemas, lo cual abre una oportunidad de mercado.
Los dispositivos representan “temas de ingeniería” aplicados a contextos médicos, explicó Torre: “Las soluciones no son de doctores. Queremos que haya alguien de ingeniería y alguien de medicina para soluciones innovadoras de esta problemática”.
Más allá de los dispositivos: el reto del diagnóstico
Manejar un choque cardiogénico es como “caminar una línea muy delgada”, dice Jiménez. Entre diagnosticar, tomar una decisión apropiada para el paciente, y ser preciso en la técnica de implementación del dispositivo, pese a los avances tecnológicos de la última década.
“Dios es un ingeniero que hizo un cuerpo adaptativo. Algunas personas se ven enfermas, otras no o están más enfermas de lo que parecen”, explicó Bhimaraj subrayando por qué se necesitan herramientas más sofisticadas que la evaluación clínica tradicional.
El diagnóstico actual depende de una combinación compleja de mediciones de presión arterial, marcadores de laboratorio como los niveles de lactato, y cateterismo cardíaco invasivo. Los múltiples pasos frecuentemente resultan en intervenciones tardías, cuando los pacientes ya se encuentran en las etapas más severas del choque.
Para entonces, los retos técnicos de los dispositivos se vuelven más peligrosos para el paciente. Bhimaraj identificó algunos problemas específicos como el desarrollo de bombas que minimicen el daño a las células sanguíneas, sistemas de anticoagulación más precisos, dispositivos que requieran acceso vascular menos invasivo, y tecnologías de monitoreo continuo más sofisticadas.
Hacia una solución multidisciplinaria
Torre fue categórico sobre la dirección que debe tomar la medicina: “Lo que va a venir en los siguientes 30 o 50 años no es la habilidad de un doctor que haga una cirugía con mayor precisión. Hoy los avances son dispositivos, sensores, bombas”.
Al reconocer este problema, el Tec abre la puerta a construir capacidades nacionales en tecnología médica crítica y promueve colaboraciones directas entre médicos que comprendan las necesidades clínicas e ingenieros capaces de desarrollar soluciones. Eventualmente, esperan lanzar una convocatoria para que equipos multidisciplinarios puedan innovar en este sector.
El choque cardiogénico ejemplifica cómo la dependencia tecnológica en salud puede tener consecuencias vitales. Los expertos de TecSalud y Houston Methodist urgen abordar la condición desde perspectivas tanto médicas como tecnológicas.
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