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Mujeres, viajeras espaciales

(Foto: Adobe Stock)

Por Ana Lucía Flores Medina, Claudia Hernández Mena

Una nueva carrera espacial ha comenzado. ¿La meta? Marte. Si frecuentas el internet, probablemente estés informado de la contienda entre diversas organizaciones, países y un par de millonarios por ser los primeros en pisar «el planeta rojo». Como en el deporte, nuestra atención se dirige, principalmente, al anterior campeón; no es secreto que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) está poniendo un gran esfuerzo hacia este objetivo. Sin embargo, lo que no todos saben es cómo planea lograrlo. ¿Su estrategia? Regresar a la Luna.

En la antigua Grecia, Apolo era el dios del Sol y tenía una hermana gemela, Artemisa, diosa de la Luna. En tiempos modernos, ambos nombres ya son parte del vocabulario espacial. Con Apolo ya estamos familiarizados, fue la misión que posicionó al hombre por primera vez en el astro blanco en 1969. Y si la NASA resulta triunfante, Artemisa (https://www.nasa.gov/artemis-1) será conocida como la misión que nos permitió regresar a la Luna en el 2024 y que nos llevó por primera vez a Marte. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ambos proyectos y no es precisamente la ambición y finalidad de las mismas, Artemisa cuenta con un factor sorpresa: la inclusión. La misión Artemisa es la encargada de llevar a la primera mujer a la Luna.

Hasta este momento, la gran mayoría de los astronautas han sido hombres. Cuando la NASA, en 1983, envió por primera vez a una astronauta mujer al espacio, el público tenía dos grandes preguntas para Sally Ride: ¿Qué maquillaje te vas a llevar? y, ¿lloraste por las fallas ocurridas en el vuelo de simulacro? Esta percepción estereotipada no era exclusiva de la audiencia, los expertos de la NASA tuvieron que consultar con Ride si 100 tampones iban a ser suficientes para su travesía de una semana.

¿Por qué hay menos mujeres en el espacio?

Tener hoy misiones como Artemisa, con un 50% de participación femenina y con objetivos de equidad, nos hacen pensar que estamos muy lejos de aquella época, sin embargo, los números dicen lo contrario. De todas las personas que han ido al espacio, solo el 11% han sido mujeres, esto a pesar de que, según las estadísticas de la NASA, las mujeres astronautas son, en promedio, dos años más jóvenes que sus compañeros hombres y tienen casi el doble de doctorados que ellos, 50% contra 28% (Mark et al., 2014).

En la primera carrera espacial, el factor peso parecía un punto muy relevante a considerar, lo que convirtió a las mujeres como las mejores candidatas en 1960, ya que la mujer promedio pesa y mide menos que el hombre, además, la mujer consume menos alimento y requiere menos oxígeno que el hombre. Si en las misiones espaciales cada kilo puede valer miles de dólares, ¿por qué sigue habiendo menos mujeres en el espacio?

En aquel momento, se realizaron rigurosas pruebas médicas y fisiológicas. De las 19 mujeres evaluadas, 13 aprobaron, mientras que, de los 32 hombres evaluados, solo 18 aprobaron. A pesar de todos estos factores, la tripulación enviada fue totalmente masculina (Koren, 2017). Evidentemente, los factores sociales han sido un impedimento gigantesco para las mujeres y su participación espacial. Pero, ¿es esta la única razón detrás de esta problemática de inclusión?

Las diferencias biológicas son un punto crucial. Aunque los factores de peso, alimento y oxígeno ya mencionados, brindan ventajas para las mujeres, hay otros factores que representan retos. ¿Te atreves a adivinar alguno? Sí, la menstruación es uno de ellos. No por el transporte de productos higiénicos, sino, más bien, porque en el espacio la orina se recicla y se convierte en agua potable, pero cuando hay sangre de por medio este proceso ya no es viable. Sin embargo, esto no es un problema sin solución. Las mujeres astronautas comúnmente ingieren la píldora anticonceptiva para detener sus periodos durante las misiones. Por otra parte, considerando los posibles problemas en la salud reproductiva, también es común que las astronautas congelen sus óvulos previos al viaje, sin embargo, no hay evidencia contundente que revele que el espacio impida a las mujeres embarazarse después (Mckenzie, 2019).

Desafortunadamente, existe un tercer obstáculo biológico, que a excepción de los dos anteriores no tiene una solución directa. Y es que, estudios han revelado que el cuerpo femenino es capaz de aguantar 30% menos radiación que el masculino. Este no es ningún reto pequeño ya que en el espacio la radiación está en todos lados. Pero es meramente un obstáculo y no una imposibilidad. La única recomendación que se considera hasta ahora, es designarlas en misiones más cortas que a la contraparte masculina (Belz et al., 2021). A pesar de esto, en febrero del 2020, la ingeniera y astronauta de la NASA, Christina Koch cumplió 329 días continuos en el espacio, la estancia femenina más larga hasta ahora.

Figura 1. Las astronautas activas de la NASA, Christina Koch (izquierda) y Jessica Meir (derecha), se preparan para su primera caminata juntas en la Estación espacial internacional (ISS, por sus siglas en inglés). Tomada de: https://www.nasa.gov/image-feature/nasa-astronauts-christina-koch-and-jessica-meir-prepare-for-a-spacewalk-0

El universo las espera

La ciencia nos ha brindado herramientas para resolver obstáculos biológicos, de nosotros depende trabajar para erradicar los sociales. Anteriormente, el currículum de un astronauta masculino y el estigma social, lo mostraba como la mejor o única opción para proyectos espaciales; hoy, las mujeres están más preparadas que nunca, tanto académica, como física y mentalmente.

Aún nos queda mucho camino por recorrer, pero si continuamos en este rumbo, la historia de la ciencia se verá cada vez más representada con rostros como los de Christina Koch y Jessica Meir, las dos astronautas en activo con más horas de vuelo registradas y candidatas para la misión Artemisa (Figura 1).

Creer y seguir trabajando en misiones como Artemisa nos prometen a todas las habitantes del mundo un futuro donde el cielo no es el límite para ninguna mujer. La Luna, Marte y el resto del universo nos espera.

Referencias

  • Belz, A., Graddy-Reed, A, Hanewick, I. y Rerrile, R. (2021). Try, Try Again? Gender Differences in Experience and Evaluation of Innovation in the NASA SBIR program. https://ssrn.com/abstract=3746733
  • Koren, M. (2017). Why Women Weren’t Allowed to Be Astronauts. https://www.theatlantic.com/science/archive/2017/03/women-in-space/498833/
  • Mark, S., Scott, G., Donoviel, D., Leveton, L., Mahoney, E. Charles, J., y Siegel, B. (2014). The Impact of Sex and Gender on Adaptation to Space. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4236030/ McKenzie, D. (2019). How space affects women and men differently. https://www.bbc.com/news/uk-49744892

Agradecimiento

Este artículo es el resultado del trabajo realizado durante la unidad de formación “Ciencia, tecnología y sociedad”. Se agradece al resto del equipo docente de este curso: Dra. Adriana Martínez, Dra. Nancy Ornelas, Dra. Carolina Rodríguez, Mtra. Edna Viveros y al Dr. Carlos Huerta.

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