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La crisis del agua: ¿qué hemos hecho mal?

En el Valle de México, se acerca el día cero, donde ya no haya más agua en el sistema. Expertos explican cómo llegamos a este punto.
imagen aerea de la presa villa victoria
Una vista general muestra la Presa Villa Victoria, parte del Sistema Cutzamala que recolecta agua para distribuir en la Ciudad de México y áreas metropolitanas, en Villa Victoria, México. (Foto: Raquel Cunha / REUTERS)

Durante los primeros días de marzo, el Sistema de Presas Cutzamala, que provee de agua a la Ciudad de México y al Estado de México, mostraba un 37.59% de almacenamiento y, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el sistema llegará al nivel mínimo de operación el próximo 26 de junio. A partir de ese día ya no se podrá bombear más líquido.

Pero ¿qué hemos hecho mal? Los especialistas coinciden en que el problema empezó desde hace décadas, por no entender que el agua dulce es un bien escaso y finito.


¿Por qué el agua está en crisis?

“No había conciencia de ser más eficientes, acciones orientadas a la cultura del agua. También está el crecimiento poblacional, México se está haciendo cada vez más urbano, la demanda es tan grande que los recursos en lo local ya no son suficientes”, explica Aldo Ramírez, director del Centro del Agua del Tec.

Para Ramírez, el desarrollo urbano nunca considera el agua disponible en la zona como criterio para construir, sino que siempre se establece el valor de la tierra como motivo principal. Esto ocasiona que debamos construir sistemas hídricos de más de 100 kilómetros, como El Cuchillo que abastece Monterrey, o el propio Sistema Cutzamala que tiene 322 kilómetros de vías para canalizar el agua.

A nivel individual, para Ramírez, una de las mayores aberraciones es que sigamos utilizando agua de calidad y potable para el inodoro.

“Es agua que tuvo un costo de extracción de pozos o de agua, costo de energía, costo de potabilización y luego la utilices para esa situación, es algo que definitivamente se tiene que revisar”, explica.

Una mujer lava ropa en la orilla de la Presa Villa Victoria. (Foto: Henry Romero / Reuters)

Las concesiones

Para María Eugenia García, coordinadora nacional de Agua para Tod@s, Agua para la Vida, el problema está en pensar en el agua como una mercancía y no como un recurso natural cuya prioridad, afirma, debe estar en su uso doméstico.

“En término de los niveles de concesión de agua, en 1992 había 2,000 concesiones, actualmente hay 564,000 concesiones. Esto lleva a la concentración del agua en pocas manos”, dice la activista, utilizando como base un estudio de 2020 de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

De acuerdo con su organización, que aboga por cambios en la ley, la actual legislación sigue permitiendo permisos que no están supervisados por Conagua.

La activista señala que solucionar el problema del agua con infraestructura de millones de pesos que extrae agua de lugares lejanos es pensar en el corto plazo.

Dentro de la iniciativa para reformar la ley, Agua para Tod@s. Agua para la Vida, contempla restaurar cuencas y flujos subterráneos, corregir sobreexplotación y acaparamiento, reconocer los derechos al agua de los pueblos indígenas, lograr la creación de sistemas de agua municipales y metropolitanos sostenibles, entre otros.

El agua, un recuso complejo

Actualmente, la tecnología nos ha permitido llegar a Marte, crear Inteligencia Artificial, reconstruir moléculas de animales extintos, pero con respecto a la crisis del agua no podrá ayudarnos demasiado.

Así lo considera Sebastián Gradilla, investigador del Tec, que como ingeniero solía pensar que la tecnología podría solucionar cualquier problema. Sin embargo, actualmente piensa que el problema del agua es sistémico.

“El agua es un problema sistémico. Aun cuando exista tecnología para tratarla, para distribuirla, el agua incide en diferentes aspectos que tiene que ver con el sector productivo, la salud, políticas públicas y temas de gobernanzas, hay muchos intereses de por medio”, explica.

Afirma que no es que haya menos agua, sino que no hay agua de calidad. Y en el problema convergen la industria, los agricultores, la normatividad y vigilancia del recurso, así como el uso individual.

“La tecnología y la ciencia son precursores para generar mejores estrategias. Pero tenemos que estar en diálogo permanente con quien hace política pública y quienes están en la industria”, dice.

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