En 2017, Silvia Pérez recibió una llamada de un hombre desconocido. Le dijo que era una mécanico y que a su taller había entrado una persona confudida, que no sabía cómo llegar a su casa. Esa persona era Gustavo, el esposo de Silvia.
Ahí ella supo que algo andaba mal. Para entonces, su esposo llevaba un par de años olvidando cosas (como en dónde había estacionado el coche) y estaba irritable.
Cuando Gustavo se perdió y terminó en el taller, él y Silvia vivían en Progreso, Yucatán, disfrutando de su jubilación. Poco tiempo después viajaron a la Ciudad de México para hacerle estudios.
“Fue entonces que lo diagnosticaron con Alzheimer”, recuerda Silvia.
¿Qué es el Alzheimer? Un extraterrestre se apodera de tu mente
El Alzheimer es una enfermedad cerebral degenerativa causada por cambios cerebrales complejos. Es la causa más común de demencia y se caracteriza por un deterioro progresivo de la memoria, el pensamiento y la habilidad de realizar actividades diarias.
Entre sus síntomas más comunes están la pérdida de memoria y cambios en la personalidad.
“Es una enfermedad muy cruel, como si viene un extraterrestre, se mete en ti y saca tu esencia”, dice Silvia. “A sus nietos −que eran la luz de sus ojos− y a mí, que duré con él 57 años, ya no nos reconocía”.
Hoy no existe una cura y los tratamientos disponibles tienen un efecto limitado, pero la ciencia sigue avanzando en su diagnóstico, prevención y tratamiento.
“Hay mucho que se puede hacer para que quienes lo padecen tengan una mejor calidad de vida y recuperen funciones cognitivas”, dice Perla Moreno, investigadora del Centro de Investigación sobre el Envejecimiento del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
Enfermedad de Alzheimer: La hipótesis de la cascada amiloide
El Alzheimer se describió desde 1904, pero los avances más importantes para entenderla han sucedido en los últimos veinte años, de acuerdo con la investigadora.
Hasta ahora, no se sabe su causa exacta, pero la hipótesis más aceptada es la de la cascada amiloide: una proteína, llamada beta amiloide, se sobreproduce y acumula en el cerebro en forma de placas, ocasionando un efecto dominó donde las neuronas dejan de funcionar correctamente y pierden conexiones entre sí.
“Estos eventos eventualmente producen la muerte de las neuronas”, explica Moreno.
Esta disfunción neuronal generalmente comienza en el hipocampo –una región esencial para el aprendizaje y la memoria– y, después, avanza hacia otras. Por ello, los primeros síntomas suelen ser problemas para aprender cosas nuevas y olvidos.
Con los años, los síntomas aumentan y llegan a incluir desinhibición, pérdida de interés, dificultad para hablar, falta de orientación y juicio, depresión, aislamiento social, agresión, ira, cambios en los hábitos de sueño, desconfianza y delirios.
“Hubo un momento donde mi Gustavo le decía al cuidador, ‘esa señora me quiere matar’ sobre mí”, cuenta Silvia.
Aunque la hipótesis de la cascada amiloide tiene el mayor respaldo académico, se considera insuficiente para explicar su origen, pues se cree que es multifactorial, incluyendo alteraciones de la proteína tau, inflamación, padecimientos vasculares y desregulaciones en el metabolismo de lípidos.
¿Cómo se diagnostica el Alzheimer? No siempre es la misma respuesta
En México, 9 de cada 10 casos de Alzheimer no se detectan. Distinguirla de otras causas de demencia requiere hacerles pruebas y análisis a los pacientes que descarten otras posibles explicaciones de sus síntomas.
“El diagnóstico no se hace en una sola consulta”, dice Leonel Cantú, neurólogo del Instituto de Neurología y Neurocirugía del Hospital Zambrano Hellion de TecSalud.
El primer paso es una valoración inicial donde se hacen exámenes cognitivos que miden las capacidades de lenguaje, pensamiento, juicio, aprendizaje y memoria.
Si la persona obtiene un puntaje por debajo del estándar, entonces se hacen estudios de laboratorio. “Un paciente puede llegar con un problema de memoria, pero resulta que es por hipotiroidismo u otros factores reversibles”, explica Cantú.
Cuando se sospecha Alzheimer, Cantú recomienda que asistan familiares que puedan tener información que los pacientes no detecten.
Si las pruebas de laboratorio salen limpias, se pueden usar estudios de imagen, como resonancia magnética o tomografía por emisión de positrones –conocida como PET–, para ver si hay algún daño cerebral en las regiones típicamente afectadas por esta enfermedad.
Al reunir toda esta información y descartar otras explicaciones, el médico puede concluir que es Alzheimer.
Recientemente, a las herramientas de diagnóstico se ha sumado una prueba de sangre que puede detectar niveles anormales de beta amiloide y parece ser más efectiva en detectar esta enfermedad que los especialistas en demencia.
Tratamientos actuales y futuros
Un diagnóstico temprano y preciso podría ayudar a que las personas que padecen esta enfermedad inicien su tratamiento antes y desaceleren su progreso. El 45% de todas las demencias podrían retrasarse, ralentizarse o evitarse.
En etapas tardías, los pacientes con Alzheimer se vuelven dependientes de sus cuidadores, pues pueden perder la capacidad de caminar, hablar o tragar.
Además, la enfermedad puede combinarse con –o desencadenar– otras. “En 2019 a Gustavo le diagnosticaron un problema en el riñón y después vejiga sangrante”, cuenta Silvia. “Esto hizo que se fuera debilitando hasta que su organismo ya no aguantó”.
En agosto de 2024, Gustavo falleció en compañía de su esposa e hijas.
Hasta hace poco, la mayoría de los tratamientos estaban enfocados en los síntomas, aumentando con fármacos los neurotransmisores asociados a la memoria, por ejemplo.
“Aunque son útiles, tienen una ventana de acción muy corta, porque la patología sigue progresando”, dice Moreno.
En los últimos años se ha avanzado en los que buscan frenarla eliminando la acumulación de beta amiloide. Los anticuerpos monoclonales –como Leqembi– pueden estimular al sistema inmunológico para que la destruya cuando hay un exceso.
Recientemente, un grupo de investigadores diseñó una molécula –llamada H1GA– que actúa como una esponja que absorbe su exceso en un modelo animal. Es muy prometedor, pero faltan años para que pueda usarse en humanos.
Hacer ejercicio, comer y dormir bien para prevenir o tratar el Alzheimer
Aunque se han hecho avances prometedores, con nuevos fármacos y posibles vacunas, Moreno advierte que aún estamos lejos de la cura o el tratamiento ideal.
“Muchos reportan una efectividad máxima del 30% y no muestran mejoras en memoria y funciones cognitivas”, expresa la experta. También, algunos tratamientos actuales pueden tener efectos secundarios graves.
Ante esto, su mayor apuesta es por la combinación de tratamientos y la prevención, con un diagnóstico e intervenciones tempranas. Estudios sugieren que las alteraciones cerebrales pueden empezar veinte años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
El factor de riesgo principal del Alzheimer es la edad y, en algunos, casos factores genéticos, pero existen otros que se pueden modificar con cambios en el estilo de vida, como presión alta, diabetes, obesidad, tabaquismo, tomar alcohol en exceso, golpes en la cabeza, depresión, falta de sueño y pérdida de la audición.
Así, hacer ejercicio, evitar los picos de glucosa y tener una dieta balanceada, buenos hábitos de sueño e higiene bucal, pueden evitar su aparición o frenar su avance.
Tratamientos no farmacológicos, como la estimulación cognitiva, terapia ocupacional, el control de comorbilidades y tener revisiones médicas frecuentes también ayudan.
En el Instituto Nacional Sobre el Envejecimiento, de Estados Unidos, está el estudio longitudinal de envejecimiento y Alzheimer más largo del mundo. “Uno de los resultados más impactantes es que las personas reclutadas parecen envejecer más saludables”, dice Moreno. “Les dan un seguimiento clínico muy puntual”.
El estudio de las monjas y la resiliencia cognitiva
Aprender cosas nuevas frecuentemente, incluso en la tercera edad, podría ser una de las formas más efectivas de prevenir el deterioro cognitivo del Alzheimer.
“Hay este miedo a las situaciones nuevas por la idea de que como ya estás grande te va a costar más trabajo”, dice Moreno. Pero aprender cosas nuevas podría proteger a nuestro cerebro de esta y otras causas de demencia.
Eso sugiere el Estudio de las Monjas, un estudio longitudinal que comenzó en 1991 y reclutó a 678 monjas católicas de la congregación School Sisters of Notre Dame.
A lo largo de años, David Snowdon, investigador estadounidense, evaluó la función cognitiva y física de las monjas. Conforme estas iban muriendo, también analizaba sus cerebros.
Lo que encontró fue sorprendente: algunas monjas –de hasta 104 años de edad– tenían bien conservadas sus funciones cognitivas, pero su cerebro estaba dañado, incluso tenía placas de beta amiloide.
El estudio concluyó que la estimulación intelectual es uno de los factores que contribuyen a que el Alzheimer no impacte tanto la cognición y a tener un buen envejecimiento en general.
“Creo firmemente que hacer y aprender cosas nuevas ayuda”, dice Moreno. En el laboratorio, ella y su grupo están estudiando en modelos animales la resiliencia cognitiva para entender cómo el aprendizaje puede proteger al cerebro.
Un largo camino por recorrer
Aún falta un largo camino por recorrer para que podamos lidiar con el Alzheimer de la mejor manera, o encontremos una cura.
Mientras tanto, necesitamos mejorar la atención médica para garantizar una buena calidad de vida a quienes la padecen y hacer accesibles y asequibles las herramientas de diagnóstico y los tratamientos más novedosos para todos y todas.
También, es importante concientizar a la sociedad para evitar prejuicios, estigmas y malos tratos hacia los pacientes.
“La sociedad, y a veces los propios médicos, no tienen idea de lo que es esta enfermedad”, dice Silvia. “Es muy triste ver cómo se van deteriorando las mejores partes de tu familiar y es especialmente cruel para quien la sufre”.
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