Los accidentes cerebrovasculares, como los infartos cerebrales y hemorragias, son la segunda causa de muerte por enfermedad en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los infartos cerebrales ocurren cuando una arteria en el cerebro se bloquea con un coágulo o grasa y deja de irrigar sangre a ciertas partes del tejido cerebral. En tanto, la hemorragia cerebral ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe.
“Hay dos grupos de problemas [cerebrovasculares]: el infarto cerebral que ocurre en el 80% de los casos y el otro 20% son las hemorragias, que son menos frecuentes”, explica Juan Manuel Escamilla, neurólogo y profesor de TecSalud.
Las causas más comunes suceden cuando una capa de grasa se acumula en la arteria. Estas se pueden dañar por enfermedades como la diabetes, la hipertensión y malos hábitos, como el tabaquismo o el consumo −en exceso− de alcohol.
Otra de las causas, explica el especialista, se deben a problemas cardiovasculares, como las arritmias en el corazón, los cuales generan coágulos en la sangre que pueden dirigirse hacia el cerebro y ocasionar una embolia.
¿Qué pasa cuando te da un infarto cerebral?
“Los síntomas más frecuentes son la pérdida de movilidad, de un brazo o de la cara, cuando un paciente se le desvía la boca, dificultad para emitir palabras, afectaciones en la coordinación, como caminar mal; también se puede perder la vista súbitamente”, dice Escamilla.
Si ocurre uno de estos síntomas, hay que considerarlo una urgencia médica y acudir a un hospital. Los tratamientos en la fase aguda del infarto son medicamentos que hacen que la sangre no se coagule; en caso grave, una intervención quirúrgica en los vasos del cerebro.
“Las estadísticas dicen que, de cada 10 pacientes que sufren un infarto cerebral, el 20% puede estar bien; 50% de los pacientes llega a tener alguna secuela, como limitación para mover un brazo; y la mortalidad en los primeros días del evento es de un 20 al 30%”.
La rehabilitación, después de sufrir un infarto, debe ser lo más pronta posible, se tratan de una serie de terapias físicas para que el paciente pueda recuperar la movilidad o la facultad de hablar.
“Si una persona de 50 o 60 años no tiene diabetes, no tiene hipertensión, no fuma y tiene una vida sana, la probabilidad de un infarto cerebral es mucho menor”, explica.