Gomitas, colágeno, creatina, proteína. ¿De verdad vale la pena nuestra inversión en los suplementos de vitaminas y minerales?
Antes del siglo XX nadie recetaba ni recomendaba vitaminarse o suplementarse para evitar caer enfermo. Incluso, se pensaba que los alimentos no jugaban otro rol en nuestros cuerpos más allá de ser “combustible” para tener energía.
Fue hasta 1747 cuando un médico militar descubrió que darle naranjas y limones a soldados enfermos de escorbuto —una enfermedad causada por la falta de vitamina C— podía curarlos.
En 1937, el bioquímico y después Premio Nobel de Química, Albert Szent-Györgyi logró aislar el compuesto de la vitamina C o ácido ascórbico, cuyo nombre proviene del latín y significa “sin escorbuto”.
Para Carla Cepeda, médica integrativa de TecSalud en el Hospital Zambrano Hellion e investigadora clínica en el Institute for Obesity Research (IOR), el uso de suplementos data en algunas regiones desde hace mucho tiempo atrás.
“Si hablamos de suplementos, siempre han estado presentes. A través de la observación, hemos descubierto que muchas veces que al cuerpo le falta algo. Por ejemplo, aquellas mujeres que en Europa eran llamadas ‘brujas’ eran quienes identificaban cómo ciertas plantas, al usarlas en la cocina, tenían efectos en la salud”, comenta Cepeda.
El boom de los suplementos de vitaminas y minerales
Se estima que el mercado anual de suplementos supera los 385,000 millones de dólares, y se prevé que crezca alrededor de 7% para 2030, de acuerdo con algunos informes sobre ventas globales.
En México, únicamente la venta de vitaminas —excluyendo a los productos naturistas y proteínas—, alcanzó un valor de 137.41 millones de dólares en 2024. Sin embargo, el país no figura entre los principales consumidores: ese año China lideró en crecimiento de ventas totales.
Los suplementos normalmente tienen una presentación farmacéutica como pastillas, emulsiones, jarabes, polvos, tabletas, cápsulas o hasta gomitas, pero no son medicamentos o tratamientos.
De hecho, en México la Ley General de Salud establece que un suplemento no debe contener hormonas ni sustancias farmacológicas, pero sí pueden ser adicionados con vitaminas o minerales.
“Los suplementos alimenticios por eso se llaman así. Es que aportan nutrimentos extras que no podemos obtener nosotros a partir de la dieta. Por ejemplo, las proteínas, grasas, carbohidratos, incluso las vitaminas y los minerales”, explica José Antonio Palma Jacinto, doctor en Ciencias Biomédicas, adscrito a la facultad de Bioanálisis de la Universidad Veracruzana, Xalapa, en el programa educativo en química clínica.
Palma Jacinto es coautor de un estudio reciente que muestra, mediante simulación, cómo ciertas vitaminas podrían actuar a distintos niveles moleculares para disminuir la resistencia a la insulina.
¿Para qué sirven las vitaminas y suplementos extra?
Las vitaminas en general cumplen una función esencial en el organismo colaborando en reacciones químicas metabólicas. Algunas, como la A, la E y C, además, tienen actividad antioxidante.
Gracias a estas reacciones químicas nuestro cuerpo produce energía, respiramos y llevamos a cabo otros procesos cruciales para nuestra subsistencia.
Sin embargo, con el tiempo y debido a factores como la edad, los procesos naturales del cuerpo o mantener una alimentación poco variada, los nutrientes que obtenemos de la dieta pueden resultar insuficientes.
“En algún momento nosotros consumimos en exceso estas grasas y carbohidratos y se saturan estas moléculas antioxidantes. Son rebasadas en su capacidad y empezamos a caer en un estado de oxidación severo. Es decir, nosotros mismos nos estamos haciendo daño a través de la alimentación que tenemos”, explica Palma Jacinto.
Entre 1913 y 1948, se descubrieron y sintetizaron químicamente más de una docena de vitaminas, a través de investigaciones que combinaron observaciones clínicas, estudios experimentales en animales y aislamientos químicos. Por ejemplo, los estudios sobre el beriberi, que causaba parálisis y problemas cardíacos, derivaron en el descubrimiento de la tiamina o vitamina B1.
En 1913 se identificó la vitamina A o retinol y su importancia para la visión y el crecimiento. Posteriormente, se halló que estaba presente en alimentos como zanahorias, yema de huevo, mantequilla y en el famoso aceite de hígado de bacalao.
¿Realmente los necesito?
De acuerdo con Carla Cepeda, es necesario evaluar diversos indicadores de salud antes de recomendar la ingesta de suplementos: la historia clínica, hábitos alimenticios, de sueño, conocer las necesidades energéticas, edad y horas de productividad. A menudo, se requieren estudios más exhaustivos, pero incluso, debe definirse la duración del tratamiento, ya que no todos los suplementos son de uso continuo.
“Si tenemos una alimentación diversa en suficiente cantidad, no necesitamos los suplementos. Ahorita no hay evidencia contundente, porque ya lo estaría diciendo la Organización Mundial de la Salud (OMS), de que todos necesitamos suplementarnos”, explica Cepeda.
Lo ideal es acudir con un experto que nos indique si nuestro cuerpo requiere algún tipo de suplemento extra.
“Corremos el riesgo de que, si no son prescritos, estemos consumiendo un fármaco que lejos de ayudarnos, nos puede perjudicar en algún momento”, indica Palma Jacinto. Esto se debe a que en México la regulación de suplementos no es tan estricta como la de los medicamentos, por lo que algunos productos llegan al mercado con etiquetado incorrecto, exceso de azúcares o incluso sustancias farmacológicas no declaradas.
“Hay condiciones en donde está contraindicado tomar suplementos porque le estás poniendo una friega el hígado, que es el primer lugar en donde nuestro cuerpo elimina lo que necesitamos y lo que no. Y le puedes estar poniendo una sobrecarga”, advierte Cepeda.
Porque sí puede ocurrir que una persona ingiera un multivitamínico para toma diaria y que en el mejor de los casos, el cuerpo no absorba los beneficios, en el peor, que represente un riesgo si hay alguna enfermedad o daño a un órgano.
Aunque parezca que tomar suplementos sin prescripción no represente mayor amenaza a la salud, sí podría a la cartera.
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