Hace 15 años, Leova Garza González, ahora de 62, sintió por primera vez un cosquilleo en el dedo pulgar izquierdo. “Después empecé a sentir pequeñas sacudidas que no podía controlar en la mano hasta la muñeca”, cuenta. Cuando acudió a consulta, los médicos le dijeron que podía padecer Parkinson, “que se trataba de temblor esencial”, uno de los primeros síntomas que manifiesta esta enfermedad progresiva que va deteriorando poco a poco las células del sistema nervioso hasta producir su agónica muerte neuronal y cuyo tratamiento aún sigue bajo investigación.
En lo más profundo del cerebro, en el mesencéfalo, existe una región conocida como la sustancia negra. Esta área juega un papel crucial como semáforo motriz en la recompensa, el aprendizaje y el movimiento del cuerpo. Las células nerviosas que allí se encuentran envían mensajes a los tejidos localizados en ambos lados del cerebro a través de neurotransmisores. Entre ellos, la dopamina, molécula esencial para controlar la ejecución y coordinación motora, para mover a voluntad un brazo, una pierna, manipular un objeto con precisión o echar a correr ante un peligro.
Sobre el tratamiento del Parkinson y su mayor incidencia en hombres
Este elaborado mecanismo fisiológico es precisamente el que ataca el Parkinson. “Hablamos de un padecimiento crónico que no tiene cura, pero que tiene tratamiento y puede ser controlado cada vez mejor”, afirma Héctor Ramón Martínez, neurólogo y experto en medicina molecular del Centro de Parkinson y Trastornos del Movimiento de TecSalud, institución que está llevando a cabo investigación de frontera, generación de conocimiento nuevo, para el abordaje y tratamiento de este trastorno.
Un desorden que, aunque pueda presentarse en edades más jóvenes, tiende a surgir entre los 50 y 65 años, afectando a alrededor de un 3% de la población en edad avanzada. Con una prevalencia cada vez más mayor, su incidencia se ha duplicado en los últimos 25 años. En México, el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía estima 50 casos nuevos por cada 100 mil habitantes al año.
Entre los factores que predisponen al desarrollo de esta enfermedad destaca sobre todo la edad, pero también el sexo. El Parkinson reporta una mayor prevalencia en hombres, quienes presentan 1,5 veces más probabilidades que las mujeres de desarrollarlo.
De origen multifactorial y con muchas incógnitas en torno a su raíz, alrededor de este trastorno se entrelazan las causas ambientales y hereditarias. “En los últimos años de su vida, cuando ya tenía 80, mi padre también lo padeció”, recuerda Leova Garza, quien tras ser diagnosticado e informarse decidió tratarse cuanto antes para prevenir síntomas más graves y “no esperar a estar peor para batallar con más problemas”.
Como asegura Héctor Ramón Martínez, quien lleva dos décadas dedicado a investigarlo desde la herencia biológica, «el factor genético está presente en el 15% de los pacientes con Parkinson, para el que ya se conocen hasta 18 genes vinculados a su desarrollo».
Síntomas iniciales
El equipo de neurólogos del Instituto de Neurología y Neurocirugía del Hospital Zambrano-Hellion, trata de identificar genes latinoamericanos de pacientes con el fin de mejorar los tratamientos para hacer frente a la enfermedad y adelantarse a sus manifestaciones más incapacitantes.
Como explica Héctor Ramón Martínez: “se está llevando a cabo un análisis de ADN en pacientes con Parkinson con el fin de realizar una correlación genética con algunos signos clínicos que se presenten evaluación genética con las ciertas señas que aparecieron mucho antes de que la enfermedad se haga patente”.
Si bien este desorden neurológico luce una gran variedad de datos clínicos en su exposición clínica, la manifestación inicial suele comenzar con el temblor de reposo, “que primero se da en una extremidad y después se generaliza en todo el cuerpo”, matiza el neurocientífico. Las personas afectadas sufren, además, rigidez de músculos de miembros, lentitud de movimientos, inestabilidad postural y congelamiento.
“Pero, pueden surgir otros 50 síntomas de origen no motor, como la depresión y el bajo ánimo, fatiga, estreñimiento, problemas urinarios y trastornos autonómicos”, aclara el doctor Martínez. Además de los anteriores, existen algunos signos que aparecen hasta 10 e incluso 15 años antes de los problemas motores, como la perturbación del olfato o el trastorno de conducta del sueño de movimientos oculares rápidos, el cual provoca sueños vívidos, con mucha acción, a menudo desagradables durante el descanso nocturno que provocan en los afectados el impulso de patalear, agitarse y dar golpes. “Yo no era consciente de ello, pero mi mujer sí recuerda que lo hacía a menudo”, recuerda Leova Garza.
“Con estas señales previas podemos predecir el futuro desarrollo de la enfermedad en la población e incluso prevenir sus peores efectos en quienes ya sabemos que padecen de Parkinson”, cuenta Héctor Ramón Martínez, uno de los científicos implicados en la búsqueda de biomarcadores para su diagnóstico precoz. Los datos de biomarcadores, clínicos, epidemiológicos y neuropatológicos analizados en estudios han demostrado que la patología de esta afección ocurre años antes de que surjan los síntomas.
Una investigación pionera
Basada en esta premisa, una investigación de TecSalud busca en la actualidad indicios del desarrollo y curso de la enfermedad a través de los llamados microARN (Microarreglos de Ácido Ribonucleico), diminutos reguladores de la expresión génica en una gran variedad de tipos celulares y procesos fisiológicos que se pueden encontrar en aquellos afectados por el Parkinson.
Como explica el doctor Martínez, el nivel de éstos en la sangre de los pacientes y el contenido de su información puede usarse para rastrear el curso de la enfermedad. “Estos micro reguladores que se encuentran en fluidos corporales y otros entornos extracelulares, como plasma, suero, orina, líquido cefalorraquídeo y saliva se secretan activamente como mensajeros exhibiendo un mecanismo complejo de comunicación célula-célula”. Propiedad que los ha posicionado como potenciales indicadores biológicos.
En los últimos años, los microARN se han convertido en una herramienta no invasiva atractiva para el diagnóstico muy temprano de enfermedades neurodegenerativas, tanto para su seguimiento como progresión. “Si encontramos formas de microARN que se repiten en pacientes de Parkinson relacionadas con alguno de los signos previos antes de que se detecte la presentación inicial de la enfermedad, podemos atacar antes de que empiecen los síntomas motores. Es decir, antes de que las neuronas dopaminérgicas ya se hayan perdido en más del 50%”, detalla Martínez.
“Gracias a que empecé a tratarme pronto, mis síntomas son menores. Las manos todavía me tiemblan si me pongo nervioso o enojado, pero, por suerte, todavía puedo manejar o dibujar”, dice el paciente Leova Garza, quien no dejó su vida profesional como arquitecto a pesar del tajante diagnóstico que recibió hace más de una década. “Cuando la muerte de las células nerviosas avanza, se retrasan las posibilidades de ayudar al paciente y tratarlo cuanto antes con las terapias disponibles”, matiza Martínez, que es uno de los doctores que lo atiende desde entonces.
La era de los tratamientos de estimulación
El fármaco actual para atender el desajuste neurotransmisor al que aboca el Parkinson no es nuevo. Desde los años sesenta los médicos recetan a los pacientes levodopa, un precursor metabólico de la dopamina, la sustancia química fundamental para el movimiento y la coordinación corporal que las neuronas afectadas por el trastorno dejan de producir. “Este tipo de medicamentos para aumentar la producción de dopamina en el cerebro funcionan muy bien y se debe acompañar de actividad física y rehabilitación”, explica Martínez.
Cuando los fármacos y terapias de rehabilitación motora ya no son suficientes para hacer frente a la enfermedad, “es el momento de recurrir a las técnicas de estimulación”, aclara Fortino Salazar, neurocirujano y uno de los fundadores del Centro de Parkinson, Trastornos del Movimiento y Neurorestauración.
Desde el 2000, Salazar conforma un grupo de expertos en TecSalud que opera a pacientes con Parkinson a quienes los fármacos ya no les hacen efecto. Al año, unos 20 individuos con temblores graves o discapacitantes, que ya no responden a la medicación, acuden a las instalaciones del centro para someterse a la Estimulación Cerebral Profunda.
Esta técnica utiliza corriente eléctrica para dominar la actividad cerebral a través de la colocación de electrodos en el cerebro y una batería bajo el pecho a modo de marcapasos. “Lo que permite controlar de forma significativa la rigidez, el temblor o la lentitud, entre otros síntomas”, aclara Fortino Salazar. Leova Garza, quien se sometió a la operación hace más de un año y medio, asegura que le cambió el día a día, “noté una diferencia del 100%”, asegura el paciente.
Como explica Salazar, el neurocirujano que lo atendió, “con esta intervención se anticipa una notable mejoría en la calidad de vida del paciente y se prevé una reducción promedio del 50% de los fármacos requeridos, lo que también reduce los efectos secundarios”.
“Con el paso del tiempo la cantidad de levodopa que tomaba empezó a incrementar para que hiciera efecto. Pero yo no quería tomar tantas pastillas. ¡Gracias a la operación las reduje hasta en un 90%!”, desvela Garza, agradecido con los significativos cambios que empezó a notar tras someterse a la Estimulación Profunda Cerebral.
Tecnologías de estimulación medular
“Se trata de una terapia segura que funciona muy bien. No obstante, no mejora todos los problemas, como el caminar”, matiza Eduardo Moraud refiriéndose e la estimulación cerebral profunda. Este científico español trabaja en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) y uno de los mayores expertos a nivel mundial en técnicas de neuromodulación.
Durante más de una década, Moraud ha dedicado sus conocimientos de ingeniería y robótica para investigar el sistema nervioso humano, convirtiéndose en uno de los pioneros en tecnologías de estimulación medular. “En vez de mandar activación a la zona del cerebro afectada por el Parkinson, estimulamos la médula espinal. Es decir, no atacamos el origen del problema sino la salida que manda señales hacia las piernas”, expone el líder del grupo de investigación responsable de un hito histórico: permitir que un paciente con un estado muy avanzado de la enfermedad volviera a caminar.
Esta revolucionaria técnica ya había sido probada en personas parapléjicas con incapacidad de dar un sólo paso que, tras la intervención, recuperaron su capacidad de andar al día siguiente de la operación.
En el 2021, el equipo interdisciplinario que lidera el español logró implementar el mismo tipo de neuroprótesis en un paciente suizo que llevaba más de 20 años viviendo con el trastorno. “Ya se le había realizado una estimulación cerebral profunda y otras técnicas disponibles que mejoraron sus síntomas. Hasta que hubo un momento en que ya no respondía a las terapias y ya no podía caminar”, explica el científico a quien entonces se le ocurrió instalar dos implantes en su cerebro que leyeran los pensamientos y los enviaran a un tercer implante para estimular eléctricamente la médula.
Tras la implementación de su desarrollo, “nuestro paciente pasó de caerse de hasta seis veces al día a como mucho una a la semana. Además de mejorar su estado físico, empezó a sentirse mucho más seguro de sí mismo”, detalla Moraud.
La revolucionaria tecnología es capaz de medir la actividad eléctrica que genera el cerebro para controlar la estimulación medular, como un puente digital entre el primer órgano y la columna, los elementos claves para cualquier actividad motora.
“En una persona sana, el cerebro envía directamente señales a la médula para restaurar el control voluntario. Cuando existe algún tipo de problema en el cerebro, el implante nos ayuda a engañar al sistema nervioso defectuoso, manipulando estas conexiones para estimular de forma apropiada a la médula y permitir que el paciente pueda andar”, aclara Moraud, orgulloso del impacto de este desarrollo histórico.
Incorporando técnicas innovadoras
Recientemente, el pasado marzo, el equipo de expertos del Centro de Parkinson, Trastornos del Movimiento y Neurorestauración de Monterrey realizó con éxito una operación incorporando a la técnica cerebral una nueva tecnología que no se había probado hasta ahora en México. Al paciente, un hombre de 65 años de Nuevo León con la enfermedad en estado avanzado, se le aplicó el tratamiento de electrodos añadiendo un neuroestimulador.
“Con este dispositivo, además de mandar el impulso eléctrico al cerebro podemos detectar aquella actividad cerebral alterada en los pacientes para corregirla en el momento. De forma que se dirige la estimulación con mayor precisión y mejorar el estado clínico del paciente”, explica Fortino Salazar, neurocirujano de TecSalud, único centro privado en el país que brinda los métodos más efectivos e innovadores para tratar el manejo del Parkinson, posicionándose entre los mejores centros de atención del mundo.
“Ya contamos con un protocolo que aplicaremos para utilizar en estos pacientes con problemas para caminar la Estimulación Medular, la cual usamos en otro tipo de afecciones, como el dolor crónico”, explica Fortino Salazar. Su equipo planea, además, incorporar a sus servicios otro desarrollo revolucionario. “Se trata de los ultrasonidos focalizados de alta intensidad, la conocida técnica HIFU [por sus siglas en inglés, High-Intensity Focused Ultrasound], que no requiere de cirugías y que sólo se aplica en muy pocos lugares del mundo”, señala.
Este innovador tratamiento utiliza ondas de ultrasonido para tratar el temblor discapacitante con un procedimiento no invasivo. “Y provoca los mismos efectos que la estimulación cerebral profunda para mejorar la lentitud, rigidez o el temblor”, cuenta Martínez.
Implicaciones sociales del Parkinson
“Recordemos que este trastorno imposibilita por completo su actividad cotidiana, desde vestirse hasta comer. Actividades diarias que cada vez le toman más tiempo a quienes lo sufren, y que, según avanza la enfermedad, acaban por convertirse en una misión imposible”, señala el neurólogo y explica que, el curso del Parkinson en muchas ocasiones provoca que la persona se acabe aislando y entre en una depresión.
Leova Garza ha trabajado para paliar los efectos sociales de la enfermedad que padece desde hace 15 años. “Antes, cuando me entraba la tembladera, ocultaba la mano que no podía controlar, quería evitar dar explicaciones y evitar dar pena. Ya no lo hago”, revela.
“Las implicaciones sociales del Parkinson son tremendas. Por ello, la importancia de la atención de los pacientes debe ser bajo la coordinación y experiencia de un equipo multidisciplinario, que integre desde especialistas en neurocirugía hasta psicólogos”, expresa Martínez. En su opinión, este aspecto es el que posiciona al TecSalud en uno de los mejores centros para tratar la enfermedad: “El acompañamiento cercano de los pacientes y sus familiares de la mano de la implementación de las terapias más efectivas y pioneras basadas en ciencia de frontera”.
Aunque los mecanismos del Parkinson todavía entrañan muchas incógnitas para la medicina, “y queda un largo camino que recorrer para frenarlo por completo, no tengo dudas de que lo vamos a lograr pronto”, asegura de forma entusiasta Salazar. De momento, su equipo ya ha logrado que pacientes como Garza, con más de una década viviendo con el trastorno, puedan controlar casi en su totalidad sus secuelas y, como el propio arquitecto confiesa, “recuperar calidad de vida gracias a la maravillosa atención que me brindó todo el equipo médico”.
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