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Arturo Molina y la empatía del científico

La historia del director del IAMSM, premio Insignia Rómulo Garza 2023, es un testimonio del compromiso social de la ciencia y de su poder transformador.
Arturo Molina posando en el Tec de Monterrey Campus CDMX
En sus investigaciones, Arturo Molina busca procesar y transformar los materiales para ahorrar energía y agua, reducir contaminación, desperdicio y emisiones. (Foto: Israel P. Vega / TecScience)

Mientras camino con Arturo Molina por el campus Ciudad de México (CCM), varias personas se acercan a saludarlo, unos con cariño, otros con admiración. Me queda claro que es un miembro esencial de la comunidad Tec, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera. 

El niño inquieto y curioso, con una sed insaciable de construir cosas, se convirtió en un joven que, en el momento de escoger carrera, le dijo a su papá que no sería médico, como a él le hubiera gustado, porque quería ser el mejor ingeniero.

Y lo cumplió. Después de hacer una carrera y maestría en Ciencias de la Computación en el Tec, un doctorado en Ingeniería Mecánica en la Universidad Técnica de Budapest y un segundo doctorado en Ingeniería de Fabricación en la Universidad Tecnológica de Loughborough, Inglaterra, hoy es considerado uno de los investigadores de materiales y procesos de manufactura más reconocidos en México.

Su trabajo lo ha llevado a ser miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNI) nivel tres, así como a recibir premios como el ARIS o el QS Reimagine Education Nurturing Employability. 

Pero para Arturo Molina, director del Institute of Advanced Materials for Sustainable Manufacturing (IAMSM), los premios no son la máxima representación del éxito. Para él, no hay mayor logro que inspirar a sus alumnos a hacer investigación y devolverle algo a la sociedad.

Tres generaciones: el papá de Arturo Molina, ginecólogo; Arturo Molina y su hijo, Julio, que hoy tiene 17 años. (Foto: Cortesía)

El Tec y el Rómulo Garza

No es la primera vez que Molina recibe el Rómulo Garza. En 2009 ganó el segundo lugar en la categoría de Publicaciones y, en 2014, en la categoría de Reconocimiento por Artículos Científicos. Sin embargo, esta vez ganarlo se siente especial, porque el premio Insignia es el máximo reconocimiento que el Tec da a la trayectoria de un investigador. 

¡Muchas felicidades! ¿Cómo recibiste la noticia del premio? 

Fue un momento de mucha felicidad y satisfacción. También de agradecimiento hacia el Tec, porque me ha permitido ser investigador en México, que es difícil dadas las circunstancias y la historia del país.

¿Cómo ha sido para ti desarrollar tu carrera en el Tec de Monterrey? 

Llegué al Tec con una beca para estudiar la carrera y me enseñó muchas cosas. La primera: la disciplina del estudio. Tengo muchos amigos que eran muy brillantes, pero eran poco disciplinados, y yo no soy muy brillante, pero sí muy disciplinado. 

La segunda fue la responsabilidad, tienes que entregar las cosas cuando quedaste. La tercera, seguir siendo curioso. Siempre tuvimos acceso a cosas que despertaban nuestra curiosidad y a profesores que nos invitaban a hacerlo.

¿Cómo crees que ha cambiado el Tec?

Ha evolucionado a un modelo más humanista en sus programas académicos y en el trabajo con la comunidad, y también ha crecido mucho la investigación y la innovación. Lo que siempre ha sido un distintivo es el talento de sus profesores, gente que inspira y que está comprometida con la enseñanza.

Molina no solo es un científico apasionado, también ama la música, tocar la guitarra y coleccionar. (Foto: Israel P. Vega / TecScience)

Industria y sostenibilidad

Arturo Molina no solo es el director del Institute of Advanced Materials for Sustainable Manufacturing, también se encargó de diseñarlo, lo que le llevó varios meses y entrevistas con personas clave alrededor del mundo. El objetivo de este instituto es aspirar a que la industria sea efectiva, innovadora y, al mismo tiempo, sostenible. 

¿Cómo describirías a lo que te dedicas y en lo que eres experto?

Soy ingeniero en Sistemas Computacionales, pero mi interés fue aplicar la computación a la automatización de máquinas herramienta. Mi trabajo es muy mecatrónico; combino la ingeniería de sistemas computacionales, la mecánica y los procesos de fabricación. 

¿Cómo fue que te interesaste en esto?

Desde niño me metí en la carpintería, arreglaba autos, armaba modelos a escala de aviones y de carros. Más grande me interesó la computación, porque le veía un gran potencial. Después, hubo un proyecto en la carrera de automatizar una fresadora manualizada y me di cuenta de que quería hacer investigación.

¿Por qué los materiales son tan importantes?

Todo lo que nos rodea son materiales y, en México, la manufactura es muy importante: representa 17% del PIB y emplea a más de nueve millones de personas. Los materiales tienen que procesarse y transformarse, con energía, con agua, con gas, entonces es trabajar en las dos cosas: en su diseño y fabricación, para ahorrar energía y agua, reducir emisiones, contaminación y desperdicios.

¿Qué son las tecnologías disruptivas y cómo pueden ayudar a construir mejores ciudades?

Son la nanotecnología, la biotecnología, las tecnologías de información y las ciencias cognitivas. La nanotecnología nos está permitiendo generar una nueva generación de materiales, más sustentables, inteligentes y seguros, de manera exponencial. 

Todo el mundo está hablando de inteligencia artificial, pero hay muchas otras tecnologías que van a transformar el modo en que vivimos.

Fotos del álbum familiar de Arturo, con su esposa Silvia y sus dos hijos Julio, que ahora tiene 17 y Montserrat, 15 años. (Foto: cortesía)

Equilibrio ante todo

Aunque sus logros podrían hacer pensar que Molina es una persona que se dedica todo el tiempo a trabajar, la prioridad del investigador es su familia y sus amigos, y busca tener un equilibrio, el cual alcanza gracias a las reglas y horarios estructurados que se autoimpone. “Entre semana trato de acabar a las seis de la tarde y los fines de semana me dedico únicamente a estar con la familia”.

Además de la ciencia, ¿qué otras cosas te apasionan? 

Me gusta la música, mis grupos favoritos son Journey, Queen y Abba. También toco la guitarra, no lo hago muy bien, pero lo disfruto y compongo baladas para mi esposa y mis hijos. Cuando éramos jóvenes, mis amigos y yo teníamos un trío e íbamos a darle serenata a las novias de ellos. Ahí comenzó mi interés.

También soy coleccionista. Desde niño comencé con timbres postales, números de la revista Kaliman, llaveros de países que he visitado y otras cosas.

Platícame sobre tu familia…

Con mi esposa voy a cumplir 35 años de casado. Nos fuimos juntos a Europa, ella hizo la maestría y yo el doctorado, y los dos hicimos una carrera profesional. Esperamos mucho tiempo para tener a nuestro primer hijo. Hemos pasado por muchos momentos de felicidad y otros difíciles. A cada uno nos toca hacer el esfuerzo por evolucionar. En general, nos entendemos, somos muy amigos, somos buenos amantes, nos gustan muchas cosas en común.

Mis hijos, Julio, de 17 años, y Montserrat, de 15, me han enseñado muchas cosas, como ser más comprensivo, aprender a escuchar o interesarme en cosas que jamás hubiera pensado. Ellos me han ayudado a acercarme a la gente con los sentimientos por delante, a ser empático. 

En dirección de las manecillas del reloj: En 1966 con sus papás, su abuela y dos de sus hermanas en Oaxaca (Molina es el más pequeño). En 1978 con familia y amigos. En los ochenta, en Hungría, cuando estudió su primer doctorado en Ingeniería Mecánica en la Universidad Técnica de Budapest. (Foto: cortesía)

Acercarse a la sociedad

Molina, que nació y vivió en Oaxaca hasta los 18 años, aprendió la importancia de contribuir a la sociedad a la que pertenecemos. “El tequio significa que si sales de Oaxaca y eres exitoso tienes que retribuir a tu comunidad”, me explica.

Mencionas mucho el compromiso de los científicos con la sociedad.

Mis papás siempre se interesaron en ayudar a la comunidad. Mi mamá fue educadora y creó un programa de educación indígena, que se llama “Niño a Niño” y que se convirtió en una una asociación civil de nombre Vidas y Sueños, la cual opero con todos mis hermanos. Mi papá atendía a mucha gente de las comunidades indígenas, entonces esto lo aprendimos desde chiquitos.

Desde secundaria y preparatoria di clases a adultos de Matemáticas y Español, porque pensaba que podría ayudar a alfabetizar. En Vidas y Sueños hacemos eventos para educar, colecta de despensas y recientemente instalamos tanques de agua de captura de agua de lluvia.

¿Alguien que te haya inspirado en tu labor como científico?  

Por un lado mi papá. Él fue ginecólogo, obstetra e investigador empírico, y me inculcó que ser investigador es una responsabilidad. Por otro lado, en la maestría tuve la suerte de tener una clase con Héctor García Molina, EXATEC y profesor de Stanford, quien me inspiró en la forma en que nos enseñaba y los proyectos que tenía.  

¿Cuál es una noción sobre los científicos que tal vez esté equivocada? 

Muchas veces nos etiquetan como que no entendemos a la sociedad, pero creo que es nuestra responsabilidad cambiar esta perspectiva, debemos comunicar nuestro trabajo de manera que la gente entienda lo que hacemos. Si no comunicas, si no tienes empatía, si no haces el esfuerzo, tienes una tarea pendiente.

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Autor

Inés Gutiérrez Jaber