El Colegio Nacional lo describe como un pionero y uno de los principales investigadores del país. Fue reconocido (y consultado) por presidentes mexicanos y estadounidenses, como Bill Clinton y Barack Obama. Mario Molina, quien falleció a causa de un infarto –según los reportes– fue un defensor incansable del medio ambiente.
A 25 años de que obtuvo el galardón, y durante la semana de entrega del Nobel, México pierde al único mexicano que consiguió la prestigiosa medalla en la categoría de ciencias. Sin embargo, su legado vive en la comunidad científica
Gran pérdida
«El doctor fue Premio Nobel de Química en 1995, lo cual contribuyó a mediados de la década de los 90 para posicionar la investigación en química atmosférica sobre todo a nivel internacional», dice Neil Hernández, vicerrector asociado del Investigación del Tecnológico de Monterrey.
«En la química ha aportado grandes conocimientos, el punto culminante fue el premio Nobel. Su trabajo en la capa de ozono fue pionero a nivel internacional. México pierde a uno de sus investigadores más importantes a nivel internacional, se lamenta por toda la comunidad científica», agrega.
La colaboración, el altruismo y su interés por compartir sus conocimientos eran rasgos característicos del científico mexicano. «Estuve en pláticas para que participara en el 50 aniversario del Congreso de investigación y había accedido», recuerda Hernández. «Siempre que lo buscamos fue una persona accesible y bondadosa en el espíritu de compartir sus conocimientos. Al final por una cuestión de agenda ya no pudo estar, pero me queda un sabor de colaboración, altruista, de compartir sus conocimientos».
Para Arturo Molina, vicerrector de Investigación del Tecnológico de Monterrey, ésta es «una gran pérdida para el mundo científico y para la sustentabilidad. Era un gran promotor del desarrollo sustentable y de la conciencia del mundo sobre las consecuencias del cambio climático».
Adrián Fernández, quien fuera presidente del Instituto Nacional de Ecología (INE), cuenta que, hace 20 años, «cuando Mario ya era «Institute Professor» (el rango más alto que puede tener un profesor) en el MIT, decidió voltear la mirada al país donde había estudiado química para liderar investigaciones sobre la contaminación atmosférica en las ciudades mexicanas».
Explica que «eventualmente Mario dejó al MIT para reorganizar su vida, afiliándose de tiempo parcial a la Universidad de California en San Diego, y mudando su residencia a México para crear poco tiempo después el Centro Mario Molina, una organización de excelencia que empezó a generar conocimiento aplicado a la toma de decisiones sobre energía, medio ambiente y cambio climático», destaca Fernández. «En las últimas semanas, se convirtió un un severo crítico de las políticas energéticas de la actual administración, por promover los combustibles fósiles en vez de las energías renovables y por construir una nueva refinería cuando el fin de la era del petróleo ya se vislumbra cerca«.
Su trabajo
Uno de los trabajos que le valieron reconocimiento lo realizó en conjunto con Sherry Rowland en 1974 donde predecían el adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales. Este estudio, que se publicó en junio de ese año en la revista Nature, fue el que cambió la vida de Molina.
De 1976 a 1986, Molina y su grupo de investigación identificaron propiedades químicas de compuestos que juegan un papel importante en la descomposición del ozono en la estratósfera. Asimismo, demostraron en su laboratorio la secuencia de reacciones catalíticas que explican la destrucción del ozono en la estratósfera polar.
También investigó la química de la contaminación atmosférica en la baja atmósfera y colaboró con expertos para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades del planeta, especialmente grupos de contaminantes del aire en zonas urbanas, realizando importantes aportes al conocimiento y la solución de la contaminación atmosférica de la Zona Metropolitana del Valle de México.
«Es una enorme pérdida para el país y para el mundo en general. Acaba de hacer (en junio pasado) un artículo sobre la Covid-19 y la transmisión por aire, era un hombre en producción plena. Era nuestro único premio Nobel de Ciencias», dijo Julia Tagüeña, investigadora del Instituto de Energías Renovables de la UNAM.
Para la investigadora, el trabajo de Molina fue fundamental en temas relacionados con la preservación del medio ambiente y el cambio climático. “Lo destacable de Mario Molina es su amor por México”, dice en entrevista.
En 1985, con el descubrimiento del agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, el estudio de Molina, Rowland y Paul Crutzen retomó fuerza, pues incidió en las firmas del Convenio de Viena y del Protocolo de Montreal.
«Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland han sido pioneros con sus contribuciones para explicar cómo se forma y se descompone el ozono a través de diversos procesos en la atmósfera. Más importante aún, han demostrado de esta manera la sensibilidad de la capa de ozono a la influencia de las emisiones antropogénicas de ciertos compuestos. (…) Los investigadores han contribuido a nuestra salvación de un problema ambiental global que podría tener consecuencias catastróficas», indicó la Fundación Nobel en el comunicado que emitió en 1995 para informar que el mexicano y sus dos colegas habían sido elegidos para recibir el galardón de Química.
El profesor y sus galardones
Fue profesor e investigador en la UNAM entre 1967 y 1968. De 1989 a 2004, dio cátedra en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y trabajó en el Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California.
Entre sus logros está el Premio Tyler para Logro Ambiental 1983, fue ganador de la NASA Exceptional Scientific Achievement Medal 1989, Premio Sasakawa 1999, Medalla de la Libertad de la presidencia de los Estados Unidos en 2013 y Premio Campeones de la Tierra 2014 de la ONU. Una de sus obras más recientes, en coautoría, fue El cambio climático. Causas, efectos y soluciones publicada en 2017.
Además, el doctor Molina fue miembro distinguido de la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, de El Colegio Nacional, la Academia Mexicana de Ciencias y la Academia Mexicana de Ingeniería.