Cuando leemos la palabra diseño casi siempre pensamos en el industrial o el gráfico, sin imaginarnos que también puede usarse para diseñar sistemas de salud, no solo para que funcionen bien, sino para que estén a la altura de los nuevos retos.
En México, el sistema de salud necesita un rediseño urgente. Esto se debe a que más de 50 millones de mexicanos no tienen acceso a servicios de salud, mientras que el gasto público en este rubro es del 6.2% del PIB, muy por debajo del 8.8% que es el promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“Diseñar un sistema para todos es una pregunta abierta”, dijo Peter Jones, profesor investigador de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) y Faculty of Excellence del Tec de Monterrey, durante su ponencia Diseñar el Sistema de Salud para el Futuro de México en el foro Horizontes en Salud, organizado por el Tec de Monterrey, The Next Decade y Distrito Tlalpan.
En su natal Canadá, Jones ha trabajado en el diseño de servicios y sistemas, aplicando la metodología del design thinking o pensamiento de diseño, que se centra en resolver problemas entendiendo las necesidades del usuario a través de la empatía y encontrando soluciones innovadoras y factibles.
Esta metodología casi siempre empieza con la pregunta ¿cómo podemos…?, fomentando el trabajo en equipo, la flexibilidad y la creatividad.
Desde su llegada al Tec, tras una carrera en la Universidad OCAD de Toronto, Canadá, Jones se ha alejado de los enfoques tradicionales centrados en la infraestructura, acercándose a uno que combina el pensamiento sistémico, diseño participativo y visión de futuro para transformar servicios de salud complejos.
“No se trata solo de implementar tecnología, sino de cómo se forman los sistemas y cómo intervenir mejor en la raíz del problema”, expresó Jones.
Una mirada a los desafíos estructurales
Durante su presentación, el investigador identificó algunos factores críticos que el sistema de salud mexicano tendrá que enfrentar en los próximos años, como una población que envejece rápidamente, disparidades en el acceso entre zonas rurales y urbanas, pobreza y desigualdad, aumento de enfermedades crónicas, la salud mental de las juventudes, la migración y las desigualdades de género.
“Hay que abordar los problemas fundamentales, porque sus impactos estarán más allá de la capacidad del diseño, la ingeniería, la ciencia básica y la atención médica para abordarlos”, dijo el experto.
Para Jones, la apuesta más grande es rediseñar el sistema desde sus problemas de raíz, poniendo énfasis en la prevención.
A través de los años, el investigador ha trabajado en la aplicación del diseño sistémico —enfoque que considera la complejidad y las interconexiones de un sistema, buscando soluciones sostenibles e innovadoras— en distintos niveles.
Un ejemplo es el proyecto Sea Change, que trabaja con médicos de atención primaria en la implementación de guías clínicas para enfermedades cardiovasculares. El objetivo es integrar prevención y autocuidado en la consulta diaria. Insistiendo en que este tipo de innovación no requiere tecnologías complejas, sino rediseño del sistema que capacite a las personas para que puedan monitorear sus síntomas por sí mismas.
Una de las estrategias principales para aplicar este pensamiento al diseño de sistemas es la visualización de futuros a través del modelo de los tres horizontes, el cuál permite observar cómo las soluciones actuales pierden efectividad, cuáles prácticas nuevas emergen y cómo imaginar un tercer horizonte donde los sistemas de salud respondan de forma adecuada a las necesidades de su población.
“Lo que muestra la curva descendente de la era actual son los procesos que están perdiendo efectividad y las innovaciones que están tomando forma y conducirán al futuro”, explicó.
Herramientas colaborativas, conocimiento compartido
Aunque el diseño sistémico no es una forma rápida de rediseñar y repensar todo un sistema, es una forma robusta y duradera de hacerlo, que promete la satisfacción y el bienestar de toda la población.
Durante la charla, explicó la metodología de siete etapas, que combina pensamiento sistémico con pensamiento de diseño: enmarcar el sistema, escuchar al sistema, entender al sistema, visualizar el futuro deseado, explorar el espacio de posibilidad, planear el proceso de cambio e impulsar la transición.
En su visión, una de las mayores áreas de oportunidad para mejorar el sistema de salud de México es la prescripción social, un modelo en el que los médicos no solo recetan medicamentos, sino también cambios en estilo de vida, apoyo emocional o acceso a alimentos y vivienda digna. También subrayó la importancia de fortalecer la prevención desde la atención primaria, facilitando el autocuidado y el diagnóstico temprano de enfermedades crónicas.
Además, habló sobre la necesidad de desarrollar plataformas digitales en español, accesibles y personalizadas, que permitan a los pacientes y profesionales gestionar información de salud de manera clara y efectiva.
Mencionó también el valor de crear nuevos modelos de atención descentralizada, con servicios disponibles más allá de los hospitales tradicionales, incluso en farmacias o clínicas móviles “Eso ya se hace aquí con las clínicas y las farmacias”, dijo Jones.
Otra línea de acción es el aprovechamiento de la telemedicina como parte integral del sistema. También propuso convertir los hospitales en espacios abiertos e integrados a la comunidad, donde se ofrezcan servicios diversos de salud y prevención. “Ya parecen estar en camino, pero aún no están ahí”, recalcó el investigador.
Finalmente, resaltó que la innovación en salud no tiene que depender exclusivamente del gobierno o de grandes inversiones. Hay espacio para el emprendimiento social, la colaboración interdisciplinaria y la creación de redes de apoyo comunitario que fortalezcan el tejido social y contribuyan a una atención más equitativa, eficiente y humana.
“Todos estos desafíos tienen aplicaciones emprendedoras y de investigación y todos requieren que trabajemos juntos”, dijo Jones.
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