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Financiamiento para cambio climático relega a la primera infancia, pese a vulnerabilidad

Mientras las delegaciones mundiales negocian estrategias climáticas, el tema ausente en esas conversaciones es la primera infancia.
cambio climático y primera infancia
De izquierda a derecha, Sarah Beardmore, Adrián Cerezo y Joan Lombardi, los tres, expertos en cambio climático y primera infancia que participaron en el panel. (Foto: Alejandro Salazar / TecScience)

Como parte del Foro Internacional de la Primera Infancia, organizado por el Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey y la Fundación FEMSA, expertos coincidieron en que los niños menores de cinco años están prácticamente relegados en las agendas climáticas globales.

Adrián Cerezo, investigador del Yale Child Study Center; Joan Lombardi, experta del Stanford Center on Early Childhood, y Sarah Beardmore, líder del Global Partnership for Education, presentaron perspectivas y análisis al respecto desde la ciencia, la política pública y el financiamiento educativo.

De acuerdo con datos que compartió Cerezo, apenas el 2.3% del financiamiento climático global se destina a la niñez; para la primera infancia, dijo, ese porcentaje es cero.

“Parte de nuestro trabajo es asegurarnos de que se empiece a considerar este tema como uno básico en todos los aspectos”, señaló y mencionó que el reciente Pacto del Futuro de Naciones Unidas no incluye ninguna referencia a la primera infancia.

Además, de forma simultánea al foro, las delegaciones mundiales negocian estrategias climáticas en la COP30 de Brasil, pero la ausencia notable en esas conversaciones sigue siendo este segmento de la población vulnerable.

Joan Lombardi primera infancia
Joan Lombardi, experta del Stanford Center on Early Childhood. (Foto: Alejandro Salazar / TecScience)

Los eventos climáticos comunican riesgo a la niñez

Lombardi recordó que la Red Regional de Primera Infancia de Asia-Pacífico dio a conocer que el supertifón número 21 del año en Filipinas ya desplazó a un millón de niños.

“No podemos ignorar las vulnerabilidades, porque estamos viendo cómo sufren niños y familias”, enfatizó Lombardi.

Asimismo compartió datos de un reporte publicado recientemente en The Lancet, que muestran la expansión de la sequía extrema en las últimas décadas.

Se proyecta que las generaciones nacidas después de 1960 enfrentarán temperaturas significativamente más altas y mayor frecuencia de olas de calor, incendios forestales y ciclones que sus predecesores.

También destacó la importancia de comunicar los riesgos a la niñez. No es suficiente hablar del cambio climático o emisiones de carbono, porque no es algo que experimenten.

“Tenemos que utilizar las condiciones a las que se enfrentan”, dijo Lombardi. “Se enfrentan al calor, a las inundaciones, a los incendios forestales. Esas son las cosas que comunican un riesgo para los niños”.

Como explicó Lombardi, los niños pequeños son particularmente vulnerables. Respiran más rápido que los adultos, están más cerca del suelo donde se concentran los contaminantes, se deshidratan con mayor facilidad y no regulan la temperatura corporal de la misma manera.

“No tienen que hablar del cambio climático y de las emisiones de carbono –dijo la experta–, pero tienen que hablar sobre la interrelación entre eso y lo que sabemos del desarrollo infantil”.

Sarah Beardmore,
Sarah Beardmore, líder del Global Partnership for Education. (Foto: Alejandro Salazar / TecScience)

Desconexión entre experiencia y conceptos

Diversos estudios a pequeña escala están documentando el impacto climático en la infancia. La Red Regional de Asia-Pacífico, por ejemplo, trabajó con una organización en Delhi para realizar grupos focales con padres y proveedores de salud, y registró un aumento en tasas de asma. Otros estudios en Ghana y en seis países árabes, encuestaron a familias sobre su percepción de las condiciones climáticas.

Un hallazgo recurrente es la desconexión entre experiencia y concepto. “Recuerdo uno de los comentarios de estos estudios que decía: ‘No tenemos cambio climático aquí. Solo tenemos muchas inundaciones’”, observó Lombardi.

Por otro lado, en una encuesta en Estados Unidos, que cada mes incluye aproximadamente mil padres y a mil proveedores de cuidado infantil, encontró que el 61% de las familias reportó haber experimentado al menos un evento climático extremo.

El tema más mencionado no fue el calor o las inundaciones en sí, sino el estrés por el aumento de los costos de los servicios públicos y de los seguros, así como la falta de sombra en los programas de cuidado infantil.

Oportunidades en el financiamiento

Sarah Beardmore, de la Alianza Mundial por la Educación, compartió que entrevistó al director de planificación del ministerio de educación en Vanuatu, quien no sabía cómo apoyar a los niños frente al cambio climático, más allá de usar las escuelas como refugios durante ciclones.

La respuesta, explicó Beardmore, está en repensar los sistemas educativos de manera integral. La Alianza Mundial desarrolló un marco de siete dimensiones para la acción climática en educación: política y planificación; coordinación; datos y evidencia; finanzas; infraestructura física; enseñanza y aprendizaje; y escuelas como parte de la comunidad.

Los avances más concretos están ocurriendo en el financiamiento. En junio, el Fondo Verde para el Clima aprobó por primera vez un programa educativo, estableciendo un precedente de que invertir en educación infantil es una estrategia climática legítima.

Haití accedió a recursos del Fondo de Adaptación para el sector educativo. Actualmente se desarrollan proyectos similares en Camboya, Sudán del Sur y Tonga. También se compartieron ejemplos de inversiones en Nepal, Malaui y Sierra Leona.

“Hay mucho que puede hacerse”, señaló Beardmore. El financiamiento climático puede invertir en ventilación de edificios, instalaciones de agua resilientes a sequías, materiales de construcción renovables, jardines escolares y espacios verdes.

Adrián Cerezo, investigador del Yale
Adrián Cerezo, investigador del Yale Child Study Center. (Foto: Alejandro Salazar / TecScience)

Marcos y herramientas existentes

Los panelistas coincidieron en que no faltan herramientas conceptuales. El marco “Nurturing Care” de la OMS identifica cinco pilares para el desarrollo infantil: salud, nutrición, aprendizaje temprano, cuidado receptivo y seguridad.

Cerezo propuso que este marco podría servir como infraestructura para vincular políticas de primera infancia con agendas climáticas, aunque los negociadores climáticos frecuentemente lo desconocen.

En 2023, por ejemplo, el Comité de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño reconoció formalmente que los niños tienen derecho a un ambiente limpio.

Varios países están comenzando a incluir menciones a la primera infancia en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas, los compromisos climáticos que cada nación presenta ante la ONU.

Lombardi destacó ideas de programas de primera infancia más sostenibles: aulas en la naturaleza, programas libres de plástico que usan alimentos de origen local, y enseñanza de conceptos de sostenibilidad.

“No estoy hablando de hacer un currículum de cambio climático para niños pequeños”, aclaró. “Pero sí de crear la siguiente generación de personas que cuidan la tierra”.

Diálogo interdisciplinario

Beardmore enfatizó la importancia del conocimiento de poblaciones indígenas, mencionando un programa en la Universidad del Pacífico donde los ancianos de las aldeas son los maestros y los estudiantes deben pedirles que les enseñen. “Hay tradiciones de sabiduría que han sostenido interacciones con el ambiente durante miles de años. Y ese conocimiento ha sido marginalizado”.

Cerezo concluyó con una invitación a profesionales de otros sectores presentes en el foro del Tec. El objetivo es iniciar diálogos interdisciplinarios que generen políticas beneficiosas tanto para la primera infancia como para otros campos del conocimiento.

Los tres expertos coincidieron en que cambiar estas cifras requerirá no solo más investigación y evidencia, sino también una conversación más amplia de cómo los primeros años de vida se conectan con la construcción de sociedades resilientes al clima.


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Autor

Picture of Nuria Márquez Martínez