La primera infancia es, probablemente, la etapa más importante del desarrollo de un ser humano y existe cada vez más evidencia de que garantizar que se viva de forma plena y saludable no solo depende de factores como una buena alimentación, sino también de entornos favorables.
“Lo que nos rodea nos moldea, literalmente, no solo en el ámbito de las relaciones, sino también en el entorno construido y natural –y en las fuerzas sistémicas más amplias–”, dijo James Cairns, del Center on the Developing Child, de la Universidad de Harvard.
En su conferencia magistral What Surrounds Us Shapes Us: How Creating Supportive Developmental Environments Promotes Child Health and Development, durante la tercera edición del Foro Internacional de Primera Infancia, Cairns explicó que, aunque no les hemos prestado tanta atención, las desigualdades estructurales y el cambio climático afectan –directa e indirectamente– la forma en que las infancias se desarrollan alrededor del mundo.
Hasta ahora, muchas de las políticas públicas que buscan proteger este crecimiento se centran en investigaciones sobre la biología de las infancias, su desarrollo neurológico, la interacción con sus cuidadores primarios y el estrés tóxico al que pueden estar expuestos.
A pesar de que estos factores son cruciales, sabemos poco sobre la importancia del barrio, la colonia o la ciudad en donde crecemos y cómo eso determina en quienes nos convertiremos.
“Existe un creciente cuerpo de conocimiento científico en muchas áreas que aún no hemos integrado en nuestra forma de pensar sobre los factores que influyen en el desarrollo infantil”, recalcó Cairns.
Los tres círculos de un entorno de desarrollo
El entorno de desarrollo se refiere a los espacios, las experiencias, las vivencias y las influencias que rodean a un niño o una niña mientras crece.
Estos entornos están determinados por tres grandes factores o capas. El primero es el círculo social, que involucra cosas como su biología, nutrición, educación y la relación con sus cuidadores primarios.
El segundo es el ambiente natural y construido, el cual tiene que ver con lo que está sucediendo en su comunidad, con factores como la calidad del aire, la infraestructura, el acceso al transporte y a espacios verdes.
El último son las influencias sistémicas, con aspectos como las políticas, leyes y desigualdades estructurales históricas que se han gestado en las ciudades a lo largo del tiempo.
“Cualquier entorno de desarrollo es una combinación de influencias negativas y positivas”, apuntó Cairns. “No hay tal cosa como el ambiente perfecto e ideal, siempre hay retos y amenazas”.
Aún así, los niveles de exposición al peligro o de acceso a las oportunidades no suelen distribuirse de forma aleatoria ni equitativa, sino que están condicionados por los sistemas sociales, lo cuál ha llevado a grandes desigualdades.
El Índice de Oportunidades para la Infancias
En el Instituto de Políticas para la Infancia, la Juventud y la Familia de la Universidad de Brandeis, Estados Unidos, existe un proyecto de investigación que examina si las infancias tienen lo que necesitan para crecer sanas y alcanzar su máximo potencial dependiendo del vecindario donde vivan.
Como parte del proyecto, han desarrollado el Índice de Oportunidades para la Infancia (COI, por sus siglas en inglés) el cuál contiene datos de los vecindarios de Estados Unidos desde 2012 hasta 2023.
El COI está compuesto por 44 indicadores en tres grandes dominios: educación, salud y ambiente, y social y económico. El índice va del 0 al 100 y cuanto más alto sea, mayores son las oportunidades de desarrollo para las infancias.
“Como ejemplo, un vecindario con un índice de oportunidades de 6 es generalmente uno donde viven predominantemente personas negras y afroamericanas, el que tiene uno de 85 es donde viven predominantemente personas blancas”, enfatizó Cairns.
Por esto, es indispensable que se persiga la equidad en todos los niveles.
El impacto del cambio climático en las infancias
Tanto el entorno social, como el natural y construido, son afectados por el cambio climático, lo cuál a su vez afecta a las infancias y sus cuidadores.
“En vez de tener cinco días de calor extremo en tu ciudad, ahora tienes doce”, recordó Cairns.
Este fenómeno afecta principalmente tres áreas: el agua, el aire y la temperatura, los cuáles a su vez impactan de formas específicas a las infancias.
El agua contaminada, por ejemplo, afecta la expresión genética durante la gestación y los primeros años de vida, la nutrición y crecimiento, la predisposición a infecciones y al sistema inmunológico.
El calor extremo repercute en el desarrollo fetal, el aprendizaje, el sueño, la salud mental y el comportamiento de los niños y niñas en etapas tempranas.
“Si reduces la temperatura en los salones de clase, las calificaciones de las infancias en los exámenes mejoran”, dijo Cairns.
En cuanto a la calidad del aire, investigaciones recientes se han concentrado en estudiarla en los interiores, pues se ha encontrado que las infancias y sus cuidadores pasan el 90% de su tiempo adentro.
Así, por una falta de ventilación y la liberación de toxinas y sustancias nocivas de productos de limpieza, muebles y estufas, los niveles de contaminantes pueden ser de dos a cinco veces mayores que en el exterior.
Esto puede resultar en afectaciones en el sistema inmunológico, la expresión genética, el desarrollo del cerebro, y disrupciones endocrinas en las infancias.
“[El cambio climático] también impacta a sus cuidadores, padres, maestros y otros, limitando su capacidad de proporcionar un entorno de apoyo y cuidado”, enfatizó Cairns.
Cómo crear entornos de desarrollo positivos
Durante su conferencia, Cairns reconoció que esta información puede resultar abrumadora para quienes trabajan en la primera infancia.
Sin embargo, conocer lo mucho que impacta el entorno en el desarrollo de las infancias, puede impulsar formas innovadoras y colaborativas para crear ciudades y vecindarios positivos a futuro.
“Si queremos sociedades más sostenibles, tenemos que entender que todas estas cosas afectan directamente el desarrollo de los niños, nos guste o no, podamos afrontarlo o no”, expresó Cairns.
Afortunadamente, existen muchas soluciones a estas problemáticas si se toma un enfoque local, como aumentar las áreas verdes y la resiliencia de los espacios citadinos.
“El secreto es que cuando lo hacemos para los niños, también es muy bueno para los adultos”, concluyó.
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