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De Asia a Chile, la ruta tóxica del fast fashion y el movimiento que impulsa otra forma de vestirnos

El fast fashion global deja su huella en el desierto de Atacama, donde toneladas de ropa se desechan o queman. Frente a esta crisis, surgen iniciativas que apuestan por una moda más circular y consciente.
imagen de ropa usada
Desde los 2000, el modelo de fast fashion se aceleró: Zara abría hasta tres tiendas por día y optimizaba su cadena de producción en tiempo real. (Foto: Getty Images)

Karla Avilés describe cómo el olor a plástico quemado llega hasta su casa. El olor proviene del vertedero de ropa en el desierto de Atacama, Chile, en donde queman la ropa y otros desechos. Ella vive a siete minutos caminando de uno de los varios tiraderos que hay en el desierto situado en la comuna de Chile, Alto Hospicio. 

Al puerto de la región entran al menos 124,000 toneladas de ropa cada año —como se registró en 2022—, pero la ciudad no cuenta con la infraestructura adecuada de descarte de desechos. Más importante: el problema del vertedero textil lleva entre 20 y 30 años (desde que Karla nació) y, apenas, instalarán una planta recicladora.

“Pero eso no detiene el hecho de que siga entrando ropa que es basura a nuestro territorio, ropa que no se va a vender, ropa que está rota”, explica Karla. “Al menos se ha creado la conciencia de que ahora estos camiones que botan basura ya no lo ven como normal. Ahora la gente los ve y dice: ‘oye,  están quemando ropa’”.

En 2022, se reportó que, desde imágenes satelitales, se alcanzaban a distinguir los cerros de ropa de entre cinco o seis metros de altura formados por residuos textiles. Sin embargo, en junio de ese mismo año ocurrió uno de los incendios más grandes de residuos que haya registrado la zona. Aunque la vista hoy es distinta a esos antiguos altos montes de ropa tras el siniestro, el problema no terminó. 

¿Qué es el fast fashion?

En los últimos 20 años, el consumo de ropa en Chile ha aumentado un 233%, pasando de comprar 15 prendas promedio en 2007 a 50 prendas en 2021, cifra similar al consumo en Estados Unidos (53 prendas) y superior al del Reino Unido (33 prendas), de acuerdo con el informe Hacia Basura Cero en los Textiles publicado en 2025 realizado por la Fundación Reverdesierto.

Sin embargo, la investigación Socioeconomic Impact of Second-Hand Clothes de Oxford Economics reveló que, desde 2002 y al menos a 2017, usamos un 36% menos las prendas nuevas que adquirimos. 

El auge del consumo y desecho de ropa se remonta a la década del 2000, cuando Inditex aceleró su modelo de ventas: Zara presumía abrir hasta tres tiendas nuevas al día y usaba tecnología para rastrear y ajustar su cadena de suministro en tiempo real.   

El término fast fashion se acuñó por primera vez en 1989, cuando la periodista del New York Times, Anne Marie Schiro, reportaba la apertura de la primera tienda fuera de Europa en esa ciudad estadunidense. Schiro utilizó el término debido a que un vocero de Zara informó que, para ese entonces, solo le tomaba a Inditex, casa de la marca, 15 días para colgar una idea de colección en un nuevo aparador

“Una empresa de moda normalmente fabricaba cuatro colecciones por año, una para cada temporada. Quien rompió con ese ciclo en verdad fue la empresa Zara que perfeccionó un modelo de negocios donde sacaban la ropa con conexiones cada vez más rápidas, llegando a un tiempo de ciclo de la concepción hasta la puesta en la tienda de tres semanas”, explicó Andreas Hartmann, profesor investigador de la Escuela de Negocios en el departamento de negocios internacionales y coordinador del grupo de investigación de estrategia organizacional del Tecnológico de Monterrey.

Hoy, el fast fashion se define como un modelo cuyas características se basan en usar fibras sintéticas por su bajo costo, en hacer accesible copias de modelos de marcas de lujo, a costa de la mano de obra barata, a menudo terciarizada en países de Asia del este, acelerando los ciclos tradicionales de los productos.

Estas prácticas dieron pie incluso a la ultra fast fashion: el modelo que presenta hasta 10,000 diseños nuevos por día. Su crecimiento se debe a las elevadas ventas en línea y a estrategias agresivas en redes sociales. 

“Una frase que se repite mucho dentro de la industria es que el dinero es lo que más importa sobre el talento, sobre los derechos laborales y eso responde a un sistema”, comentó María Pilar Uribe Silva, periodista especializada en moda sostenible y análisis del discurso en la industria. “El gran tema del día es la sobreproducción de ropa que tenemos de esta respuesta a lo rápido, a tener todos los días nuevos modelos”. 

El número de prendas producidas anualmente se ha duplicado desde el 2000, según reportó en 2018 la consultora internacional McKinsey. Además de comprar cada vez más, los usuarios descartan más rápido las piezas de ropa adquiridas a un precio barato, desechándolas después de al menos siete u ocho usos. Sin embargo, la ropa que termina en vertederos cuando es descartada por usuarios o por empresas que ya no vendieron el excedente, pasa por otros procesos.

El descarte textil general se divide en tres grandes grupos: ropa reutilizable para mercado de segunda mano, material reciclable para usos industriales y desechos que se incineran. El tercer grupo es el más grande, pues la infraestructura de recolección, clasificación y procesamiento de textiles usados está subdesarrollada incluso en economías avanzadas, a diferencia de otros sectores como el de la construcción cuando la industria cementera tiene recursos para el procesamiento de residuos y reciclaje.

Esta carencia provoca que cada segundo, el equivalente a un camión lleno de ropa termine en la basura, ya que menos del 1% de los textiles se recicla, según la Fundación Ellen MacArthur y el Parlamento británico. Por otro lado, la ropa que sí logra ser rescatada, tiene otra segunda vida.

Ropa de segunda mano: el crecimiento del mercado

La industria de la segunda mano en la Unión Europea fue valorada en 16,000 millones de euros en 2021 y se espera que casi se duplique para 2025, según Statista.  

Karla Avilés en Iquique, junto con Bastián Barría y Ángela Astudillo, se organizaron y formaron la ONG, Desierto Vestido. En Atacama, recolectaron prendas en perfectas condiciones, la identificaron, clasificaron y después de higienizarla, la pusieron en “venta simbólica”.

Pantalones Levi’s, Calvin Klein, shorts de Nike, Adidas, Zara y más fueron puestos al público por 0 pesos y, únicamente, el consumidor debía pagar el envío. Su campaña fue un éxito pues en menos de cinco horas, todas las prendas se agotaron.

“Más allá de la prenda, nosotros creemos que el hecho de llevar estas prendas a distintas partes del mundo representa un valor más simbólico y asociado a la identidad. Las personas no solamente están comprando una prenda, sino que están llevándose una historia, están concientizando acerca de un problema que está ocurriendo acá”, dijo Bastián en entrevista. 

La industria de la segunda mano reduce de manera considerable la huella ecológica de las prendas, ya que los textiles reutilizados requieren apenas el 0.01% del agua y ahorran cerca de tres kilogramos de dióxido de carbono por prenda, en comparación con la producción de ropa nueva, según el informe de Oxford Economics. 

Las empresas de plataformas de segunda mano parecen ser una solución parcial que involucra también a los consumidores quienes no tienen tanta influencia sobre la cadena de producción, comenta Hartman.

El académico y las profesoras investigadoras del departamento de mercadotecnia e inteligencia de negocios de EGADE Business School, María Lucila Osorio y Diana Kolbe, realizaron el reporte Plataformas de segunda mano, en donde exploran factores que afecten su adopción.

En otros países, como Reino Unido, el 67% de millennials compran ropa de segunda mano y la generación Z tiene en su closet dos prendas de segunda mano por cada cinco prendas, de acuerdo con el retailer de ese sector, Thred-Up.  El estudio de plataformas en México mostró que un 67% también dijo haber comprado algún producto de moda de segunda mano en el último año, representando aproximadamente el 40% de sus compras. 

Tanto la ropa nueva como la usada les parece valiosa a las compradoras consultadas para la muestra, ya que sienten una satisfacción similar con ambas. Las tres razones principales por las que eligen comprar ropa usada son: ahorrar dinero, sentir que están haciendo una buena inversión y cuidar el planeta. Además, les gusta tener acceso a prendas diferentes o más exclusivas.

“El cliente gusta también este juego de buscar un tesoro escondido, encontrar algo muy especial en esa experiencia de compra, entonces, es parte también del atractivo”, dice Hartmann. 

Las consumidoras de ropa de segunda mano dijeron que su principal canal de compra eran los lugares físicos como mercados, tianguis o bazares temporales (78%). En línea, predomina el uso de Facebook e Instagram (39%), mientras que, el 15% dijo usar plataformas especializadas como Gotrendier, Gloset, Vopero, Troquer, The Real Real, Portelo y Verde Permuta.

Troquer, una plataforma mexicana pionera 

Una de estas plataformas mexicanas de ropa de segunda mano, Troquer, lleva 11 años operando con la venta de prendas de marca de lujo cuyos precios van desde los 350 pesos. Lucía Martínez-Ostos, COO y cofundadora del negocio, y Ytzia Belausteguigoiti, dicen que para muchas páginas similares, con principios de vender ropa “preamada” ha resultado difícil ser rentable. 

“Yo pensaba, ¿cómo podemos hacer para que todo el mundo siga sintiendo ilusión constantemente por lo que traes puesto sin dañar al planeta? La segunda mano es perfecta”, dijo Martínez-Ostos en entrevista. 

Ella admite también que un obstáculo para los negocios de segunda mano puede ser que, los consumidores quieren todo de manera instantánea. En tanto, los procesos que maneja Troquer de selección y curación de prendas, tomar fotografías, hacer la descripción, embodegar, publicar en la página y vender puede ser retador cuando compites con retailers masivos. 

La percepción positiva del reporte realizado con una muestra de participantes en México muestra claramente que hay disposición hacia comprar moda de segunda mano con un motivador de ser una práctica sustentable, pues las participantes resaltaron su impacto en la protección del medio ambiente. “Nuestra muestra evidencia un alto grado de consciencia respecto a los impactos ambientales de la industria textil”, indica el documento.

“Me gustaría que los usuarios probaran ser 100% circulares por lo menos un año, como un reto”, dice Martínez-Ostos al explicar que Troquer tiene una facilidad para hacerlo. Vendes prendas de segunda mano, el pago lo recibes a crédito en la plataforma y eliges otra prenda del mismo catálogo amplio y variado. “Entonces sigue ese círculo virtuoso”.

Sin embargo, de acuerdo con el reporte, la frecuencia de uso de las plataformas es baja. Una de las razones principales es que los productos suelen ser más caros que en los canales tradicionales como tiangüis, mercados y bazares, además de tener que pagar costos adicionales de envío.

Cómo mejorar el modelo de negocio de la segunda mano

Al respecto, Hartmann y Osorio propusieron algunas mejoras en las plataformas digitales para operar con mayor disposición a la clientela, como: 

  • Pensar en formas diferentes de presentar precios atractivos.
  • Utilizar aplicaciones de inteligencia artificial que abaraten y aceleren el proceso de inspección o colocación de las prendas. 
  • Buscar entregas confiables a clientas con servicios como Rappi y Uber Eats.
  • Especializarse a un nicho muy cerrado como ropa para niños, accesorios definidos, tallas plus size.
  • Aliarse con otras marcas a manera de fortalecer la cadena de distribución y como ejemplo, mencionaron la alianza que tiene Troquer con la tienda departamental Liverpool.

Aunque las previsiones de tendencias hacia el futuro, según la consultora McKinsey, muestran que los compradores no están tan dispuestos a pagar más por productos que sean sustentables, están al tanto de la crisis climática, pero no solo eso, la misma podría incidir en los procesos de la industria de la moda y eventualmente en el comportamiento del consumidor. 

En tanto, su reporte The State of Fashion 2025 a las empresas a priorizar medidas a largo plazo respecto a su impacto ambiental. “Aquellos que decidan abordarla con una visión de largo plazo, incluso mientras enfrentan problemas inmediatos, serán recompensados con operaciones más eficientes y una ventaja competitiva”. 

Por su parte, la Unión Europea implementó a partir de 2025 políticas como “el que contamina, paga”, una medida que garantiza que los costos asociados a la eliminación de residuos sean asumidos por el productor. También tienen contenedores especiales para recolectar ropa de segunda mano y centros de acopio para su clasificación y descarte. Otra idea es el pasaporte digital de producto que le indicaría a las empresas dónde termina lo que producen.

“Yo creo que sobre todo las marcas tienen una responsabilidad fundamental, porque ellas son las que están ganando el dinero”, recordó Pilar. 

Finalmente, Karla Avilés también recuerda que, como consumidores, hay un largo camino que recorrer: hacer compras informadas, leer la etiqueta sobre los materiales para que duren más. 

“Es nuestra plata y la conseguimos a través del tiempo que nosotros gastamos trabajando, entonces debemos hacerla valer”.

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