Las personas que están en el espectro autista no suelen ser consideradas en el diseño y construcción de espacios como escuelas, parques o auditorios. Es por ello que arquitectos alrededor del mundo buscan impulsar una visión incluyente, particularmente para lugares destinados al aprendizaje.
“Nos falta muchísima empatía e inclusión en la arquitectura y el diseño”, dice Mariana Maya López, profesora investigadora de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tec de Monterrey, en entrevista con TecScience.
Aunque muchas veces no nos detengamos a analizarlos y los demos por sentado, los espacios físicos en los que nos desarrollamos tienen un efecto importante en nuestras vidas, incluyendo sus aspectos cognitivos como la atención, el aprendizaje y la orientación.
Los lugares donde nos desenvolvemos pueden tener efectos benéficos o perjudiciales en nuestras habilidades, impulsando o bloqueando que aprendamos algo nuevo, por ejemplo.
Generalmente, la óptica bajo la cuál hemos construido nuestros poblados es adultocéntrica e ignora a las infancias, a los adultos mayores, a las personas con discapacidades y a las neurodivergentes, incluyendo a las del espectro autista.
Sin embargo, extrayendo evidencia de disciplinas como las neurociencias, psicología y filosofía, desde la arquitectura, pueden crearse mejores espacios.
Las necesidades espaciales del espectro autista
El trastorno del espectro autista es una condición que, debido a diferencias en el desarrollo y conexiones cerebrales, afecta la manera en que una persona se comunica y socializa con otros. Se le llama espectro, porque comprende un abanico de señales.
“Es supercomplejo, ningún niño o niña entra en un estándar”, explica Maya. En México, casi el 1% de las infancias viven dentro del espectro.
Entre sus muchos síntomas, tienen dificultades en la comunicación verbal y no verbal, en la comprensión de conceptos o una limitación imaginativa y creativa. Todo esto representa retos para su aprendizaje estándar.
Para que las personas con autismo y las neurodivergentes tengan un mejor desempeño en la escuela, el diseño de los entornos donde aprenden debe ser accesible y sensible a los desafíos específicos que representan estas condiciones.
Con la firme creencia de que la arquitectura tiene el poder de facilitar el aprendizaje y desarrollo de las personas neurodivergentes, la arquitecta canadiense, Magda Mostafa, que ahora radica en El Cairo, ha sido pionera en este tipo diseño arquitectónico.
La investigadora propone que se usen principios de diseño en la construcción de aulas y escuelas, incluyendo el de la acústica, donde se busque que el ruido de fondo, el eco y la reverberación sean mínimos. Las personas neurodivergentes suelen ser sensibles y verse distraídas por estos sonidos.
También, propone crear espacios de escape: áreas delimitadas, al aire libre, rodeadas de árboles y vegetación con sonidos naturales que les provean de un escape de espacios con muchos estímulos, como suelen ser los salones de clase.
A lo largo de su carrera, Mostafa ha demostrado que los niveles de atención y aprendizaje de infancias con autismo se ven beneficiados cuando se consideran estos principios.
Las primeras investigaciones en México
Haciendo eco de esta investigación, Mariana Maya ha participado en proyectos en México orientados a mejorar las prácticas de diseño y arquitectura para que incluyan a las personas en el espectro autista.
En general, la diseñadora ha enfocado sus esfuerzos en la innovación social, que se enfoca en atender necesidades específicas de individuos o sociedades vulnerables.
“Es ponerse en los zapatos de las personas y usar las perspectivas que te da la investigación para crear productos o espacios que respondan a sus necesidades”, expresa.
En 2021, en medio de la pandemia por Covid-19, participó en un proyecto de investigación que buscaba analizar la importancia del ambiente construido para fomentar el aprendizaje en infantes con autismo.
Para investigarlo, encuestaron a madres de niños en el espectro autista de entre cuatro y 14 años de edad, sobre lo que observaban en la reacción de sus hijos e hijas a espacios de aprendizaje.
“Fue un proceso increíble de escucha”, dice Mariana Maya.
Entre sus descubrimientos, encontraron que a la mayoría de los niños y niñas les encanta el agua, los lugares verdes y los sonidos naturales, ya que les ayudan a regular sus emociones. También encontraron que suelen necesitar espacios para correr o dispersarse, así como otros para resguardarse.
Con estos y otros trabajos, la diseñadora tiene la esperanza de que −en el futuro− las escuelas y universidades estén pensadas para incluir a todas las personas, entre ellas las neurodivergentes.
Sin embargo, advierte que hacen falta más estudios que se hagan de la mano de las personas neurodivergentes, para considerar sus perspectivas y poder informar a tomadores de decisiones, arquitectos y empresas de construcción sobre los principios que deben considerarse para incluirlas.
“Entre todos podemos dialogar y encontrar qué podemos hacer para mejorar las condiciones de las personas con autismo”, concluye Maya.