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Cómo planear y construir una ciudad justa

El lugar que habitamos influye en nuestra salud física y mental; por ello, Ryan Anders Whitney comparte ideas para que nuestras urbanizaciones tomen en cuenta la equidad.
Ilustración de personas hablando
“Necesitamos tener voces ciudadanas colectivas que exijan estos cambios", menciona el investigador Ryan Anders Whitney. (Foto: Getty Images)

Planear una ciudad justa que incluya a personas de todas las edades, géneros, habilidades, estatus socioeconómicos y creencias es cada día más importante a nivel global; sin embargo, lograrlo es un reto que involucra diversos factores que no siempre están presentes en la planeación urbana.

La manera en la que experimentamos las ciudades que habitamos puede ser completamente diferente dependiendo de quién seamos; por ello, crear núcleos urbanos equitativos resulta imprescindible dado que existe una relación entre el lugar en el que vivimos y nuestra salud, tanto física como mental. 

“En ocasiones, las injusticias que se viven en las ciudades pueden parecer invisibles para quienes no las experimentan”, dice Ryan Anders Whitney, profesor investigador de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tec de Monterrey, en entrevista con TecScience.

Estas desigualdades pueden observarse en la movilidad, la seguridad, la asequibilidad, el acceso al agua, a la luz, a espacios verdes y a alimentos saludables.

Históricamente, son las zonas pobres y marginadas las que mayores carencias tienen alrededor del mundo. En la Ciudad de México, por ejemplo, las zonas con mayor acceso a áreas verdes suelen ser las que tienen mayor riqueza económica.

Para lograr construir ciudades equitativas, los arquitectos y planeadores urbanos se han cuestionado qué factores deben considerarse y algo clave ha sido escuchar las voces de quienes experimentan estas desigualdades. 

En ocasiones, existen políticas públicas sobre la importancia de crear ciudades equitativas, saludables y habitables, pero no siempre se traducen en hechos.

“Cuando salimos y habitamos las ciudades, muchas veces (los ciudadanos) experimentamos una extrema desconexión entre lo que dicen estas políticas y la realidad”, dice Whitney.

“Cuando más personas hablan sobre estos temas, es más difícil ignorarlos”, dice Ryan Anders Whithney, profesor investigador de la Escuela de Arquitectura Arte y Diseño del Tec de Monterrey. (Foto: Tec de Monterrey)

¿Cómo podemos planear y construir una ciudad justa?

Aunque no existe una fórmula perfecta, para el investigador hay tres grandes aspectos que necesitan cubrirse para alcanzar el éxito al planear y construir ciudades justas, estos son: medidores, un compromiso a largo plazo del gobierno y participación ciudadana

Partiendo de lo obvio –que se necesitan políticas públicas, programas sociales e ideas que se muevan hacia esa meta–, deben haber también indicadores para medir su resultado y monitorear si realmente están funcionando.

“Necesitamos datos transparentes que puedan medir de forma cuantitativa y cualitativa el progreso”, dice Whitney. Esto, además, facilita que la sociedad exija una rendición de cuentas a las autoridades responsables.

El compromiso a largo plazo del gobierno con la equidad en las ciudades también es esencial. En México, como en otros países, cuando cambia la administración muchos programas enfocados en reducir desigualdades se quedan sin financiamiento o son abandonados.

Por esto, deben hacerse proyectos a largo plazo que se conecten estratégicamente con otros y tengan continuidad política, manteniéndose independientemente de quienes estén al mando.

El tercer aspecto, y uno de los más importantes, es la participación de los habitantes: “Necesitamos tener voces ciudadanas colectivas que exijan estos cambios y continúen haciendo ruido a la larga”, expresa Whitney. 

Afortunadamente, hoy en día hay cada vez más conversaciones sobre la importancia de crear ciudades justas, en círculos académicos y en la sociedad en general. Un ejemplo de esto es la discusión activa en torno a la gentrificación que está viviendo la Ciudad de México.

Las mejores prácticas no siempre son aplicables para una comunidad

Para que los arquitectos y planeadores urbanos realmente puedan ayudar a crear ciudades justas, es importante que los proyectos sean contextualizados a la comunidad local

En 2022, el experto publicó un artículo en el que busca discutir y visibilizar las dinámicas que suelen darse a la hora de conceptualizar un proyecto de desarrollo urbano, utilizando a la Ciudad de México como ejemplo.

En ocasiones se usan técnicas o metodologías –llamadas mejores prácticas– que son resultado de un consenso internacional y están ligadas a discursos globales, pero que no necesariamente reflejan las necesidades de las comunidades.

Además, las ideas sobre cómo deberían de ser las ciudades pueden estar influenciadas por la posición social, el nivel educativo, las redes académicas y los privilegios de quienes proponen los proyectos: “En este proceso de basarse en las mejores prácticas globales, a veces se pierde la conexión con las personas que realmente necesitan algo en específico de su ciudad”, dice Whitney.

Un ejemplo de esto, es el caso de La Araña, una colonia en la Ciudad de México que se encuentra entre barrancos empinados y en donde hace algunos años, se instalaron escaleras eléctricas para ayudar a las personas a moverse entre ellos.

Esta idea estuvo basada en el caso de la Comuna Trece en Medellín, Colombia, en donde se instalaron este tipo de escaleras, mejorando la movilidad ciudadana; sin embargo, al trasladarse a esta comunidad mexicana, no fueron realmente utilizadas.

“(Las escaleras) estaban completamente desconectadas de lo que las personas realmente necesitaban, pero era simbólicamente importante (para el gobierno) porque representaba el urbanismo social”, dice Whitney.

Ryan Anders Whitney en el salón de clases. (Foto: Ana Paula Apodaca Jiménez)

¿Cómo cerrar la brecha entre las ‘mejores prácticas’ y la realidad?

Para evitar esta desconexión entre una idea y la realidad, Whitney propone incluir las voces locales desde la conceptualización de los proyectos e incorporar datos cuantitativos y cualitativos para justificar una necesidad.

Esto podría hacerse entrevistando a los locales para averiguar qué les hace falta, creando consejos consultivos diversos que representen los intereses de distintos grupos y construyendo relaciones a largo plazo entre planeadores y comunidades.

Un ejemplo de cómo podría verse esto, es el proyecto, desarrollado por Whitney y Trudy Ledsham, para crear infraestructura ciclista en escuelas de Toronto, en el cual colaboraron con un animador local que representaba las voces de la comunidad. 

También, sería ideal que en los proyectos de desarrollo urbano hubiera suficiente libertad para hacer cambios si resulta que la idea propuesta no es la mejor solución.

“La estructura de cómo diseñamos la planeación urbana a menudo no nos permite ser lo suficientemente flexibles para responder a sus necesidades”, dice Whitney.

Con estas ideas y propuestas, el experto espera que en el futuro las ciudades sean cada vez más incluyentes y representen las necesidades del abanico de personas que las habitan.

Lo más importante es que los ciudadanos levanten la voz cuando viven alguna desigualdad. “Cuando más personas hablan sobre estos temas, es más difícil ignorarlos”, concluye el investigador.

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Autor

Inés Gutiérrez Jaber