Samira Hosseini está convencida de que el éxito en la investigación científica solo se alcanza si uno está preparado para el fracaso.
Doctora en Ingeniería Biomédica, Hosseini ocupa la dirección del Writing Lab, una unidad del Institute for the Future of Education (IFE) del Tec de Monterrey que se dedica a desarrollar una cultura de innovación e investigación, así como a promover la producción académica de los profesores.
Originaria de Irán, Samira pertenece a esa estirpe de científicos humanistas: todo lo que hace lo toma con la seriedad necesaria para convertirse en experta.
Tiene varias patentes y propiedades intelectuales, un texto que es uno de los más citados en biomédica, ha escrito libros de cuentos y se preparó como coach para tener más herramientas para dar mejores clases a sus alumnos, porque −considera− que su principal responsabilidad es inspirarlos.
Si solamente pudiera utilizar un adjetivo para describirla diría que es una mujer bien plantada; su personalidad es una mezcla de seguridad, presencia, amabilidad y autoridad.
Según uno de sus colaboradores, algo que la distingue es su capacidad de reunir dos mundos: por un lado su vasta experiencia como investigadora y, por el otro, sus dotes de liderazgo y administración que le permiten motivar a un equipo, coordinarlo y transmitirle su visión estratégica.
Samira Hosseini: de la guerra a la ciencia
Cuando era niña, uno de sus pasatiempos era abrir la ventana para mirar los misiles que atravesaban el cielo.
Ahora, 35 años después y a miles de kilómetros de su país natal, la doctora Hosseini reflexiona sobre la importancia de la perseverancia sobre la obsesión por obtener resultados positivos y por no tomarse las cosas personales.
¿Cómo fue crecer en un entorno como el de Irán en los años ochenta?
Me tocó nacer en la época de la Revolución. De hecho, mi papá contaba que no quería que mi mamá fuera a protestar porque estaba embarazada y en las manifestaciones tiraban gas lacrimógeno.
Incluso tuvo que pedir permiso a la policía para que ella fuera a dar a luz al hospital.
Después, empezó la guerra contra Irak, que duró ocho años. Como niña, no tenía mucha idea de lo que pasaba, jugábamos en las ruinas de los edificios.
No tenía cuarto propio, lo compartía con mi hermano. Pero como yo era la mayor, podía colgar cosas en la pared. Recuerdo un póster de Modern Talking, una banda alemana que me gustaba, y otro del Sistema Solar.
¿Cómo fue tu primer acercamiento a la ciencia?
Irán tiene una larga tradición y ha dado algunos de los mejores científicos del mundo, algunos incluso cambiaron el rumbo de la historia, como Al-Razi (médico y científico persa del siglo IX) o Avicena (científico persa del siglo X).
Mi país siempre ha estado interesado en desarrollar académicos y los investigadores tienen un gran respeto. Creo que mi primer encuentro con la ciencia es la propia historia de mi país.
Un laboratorio para escribir ciencia
¿Cómo llegas al Writing Lab del Institute for the Future of Education?
Regresé a México (hizo una estancia posdoctoral en el Tec en 2016) después de haber sido asociada posdoctoral en el MIT. El Tec me ofreció ser directora del Writing Lab, un puesto para el que yo no apliqué.
Al principio no estaba convencida, porque pensaba que no tenía nada que ver conmigo, pero un profesor me hizo ver que no podía eludir el hecho de que sé de educación. Al final, heme aquí y ya llevo cinco años.
El nombre de Writing Lab no es lo que mejor explica lo que hacemos. En realidad, entrenamos a los profesores para entender lo que significa hacer una investigación desde sus fundamentos y cómo trasladar esos resultados a una publicación.
Trabajamos con personas de medicina, ingeniería, arquitectura y hasta negocios, y a todos les mostramos cuál es el proceso de convertir una investigación en un artículo.
En el mundo de la ciencia es fundamental publicar papers porque la producción escrita siempre es el resultado de una investigación sólida. Aunque algo en lo que yo hago hincapié es en la importancia de también hablar del fracaso.
El investigador siempre quiere presumir sus logros y decir que todo resultó increíble, pero esa no es la realidad. Tenemos que ser claros con la comunidad científica en eso que no resultó bien para evitar que otros pierdan tiempo replicándolo.
Gracias a la iniciativa del Writing Lab del IFE, el Tec de Monterrey se ha convertido en la universidad número uno en publicaciones de innovación educativa en Journals Q1 y Q2 indizados en SCOPUS. ¿Cómo se logra que una investigación sea publicada?
Siempre hay una revista para tu artículo, pero debes saber a dónde enviarlo. También, hay que ser realistas: a veces el descubrimiento es modesto o no hay tanta novedad en la investigación.
Las revistas tienen un estándar alto y también es probable que el trabajo tenga algún problema. En el negocio de las publicaciones es importante no tomarse las cosas personales.
Una mujer de ciencia
¿Cuáles dirías que son tus más grandes logros como científica?
Tengo un par de patentes y seis propiedades intelectuales, dos de ellas en Malasia y una en México. Es algo muy gratificante, porque allanamos el camino para otros que quieren dar una aplicación a lo que investigan.
Algo que me gusta de la investigación es que puedes ver la progresión. De charlar con amigos en el laboratorio y tratar de dar algunas ideas para intentar resolver un problema, hasta desarrollar una plataforma que funciona a nivel práctico.
Otra cosa de la que me siento orgullosa es del libro, ELISA: From A to Z (ELISA es una técnica de laboratorio para detectar anticuerpos en la sangre) y, actualmente, es el material más citado que jamás he tenido.
Revisando tus artículos y papers, se nota que tocas una gran variedad de temas: desde los polímeros sintéticos, biotecnología, educación sexual con videojuegos para adolescentes. ¿Cómo llegaste a tener tal diversidad de investigaciones?
Vengo de un ambiente muy diverso. Estudié Física Aplicada y luego Química de Polímeros, y el doctorado lo hice en Ingeniería Biomédica. Pero es interesante saber que, a nivel de PhD, los científicos se combinan.
En la práctica soy ingeniera biomédica y desarrollo dispositivos para diagnosticar diferentes tipos de enfermedades. Sin embargo, ahora que estoy en el ámbito de la educación, en el Writing Lab, muchas de mis investigaciones giran en torno a ese tema.
¿En algún momento sentiste que tus aspiraciones como científica eran abrumadoras?
Ser mujer en la ciencia no es fácil, pero nunca lo he visto como un obstáculo mayor. Siempre me he esforzado para sacar adelante mis objetivos.
No dudo de mí misma, pero es un reto enorme abrirte camino, liderar como mujer y demostrar que tienes las mismas capacidades que un hombre. A veces, siento que mucha de mi energía está dedicada a pavimentar este camino.
¿Cómo alentarías a los estudiantes que quieren dedicarse a la ciencia?
Les diría que el mundo no podría sin ellos. Mira los avances en medicina, ¡cuántos años podemos vivir ahora! Además, nunca se había vivido con tal nivel de comodidad.
¿Qué haríamos sin una generación de jóvenes que se conviertan en científicos responsables? Porque una cosa es ser científico y otra ser un científico con conciencia. Aquellos que se preguntan: ¿cuál es la manera correcta de hacer las cosas? ¿Dónde está mi integridad? ¿Qué puedo hacer para ayudar al planeta?
Después de siete años viviendo en México, ¿cuál es tu opinión sobre el país?
Si te digo que ya compré un asador. Creo que puedo decir que ya soy regia, ¿no? México es un país increíble, hermoso. Me encanta su riqueza artística, su historia, su colorido. Realmente es hermoso. No creo que Monterrey sea representativo de México, pero es un gran lugar para trabajar y conectar con gente.
Me siento bendecida por los amigos que se hicieron familia bastante rápido, han sido muy importantes para integrarme a este país. Disfruto mucho mi vida aquí.