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Pobreza y escasez de agua, retos de la seguridad hídrica

La crisis hídrica apunta a revisar las alternativas para prevenir y evitar enfermedades vinculadas con la escasez de agua limpia.
Fotografía de la molecula del agua
La disponibilidad de agua de calidad es clave para garantizar el acceso igualitario del líquido. (Foto: Getty Images)

El acceso desigual a instalaciones de agua potable, limpia y tratada es hoy un factor que aumenta la brecha económica y de salud entre los hogares de los barrios marginales y no marginales en el mundo.

Los núcleos de población con mayor desarrollo económico disfrutan a menudo de altos niveles de servicio a bajo costo, mientras que los menos favorecidos pagan un precio más elevado por un servicio de calidad similar o incluso inferior, según el informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos No dejar a nadie atrás de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En México, por ejemplo, solo 19% de los estudiantes de tercer grado de primaria y en situación de pobreza asiste a escuelas con instalaciones de agua y saneamiento adecuadas, en comparación con 84% de los alumnos más ricos del país y del mismo grado educativo, detalla el documento de la ONU.

Esto significa que la pobreza es un elemento de discriminación cuando se selecciona a los usuarios del servicio.

Acceso desigual del agua

En localidades donde no se dispone de redes de tuberías hidráulicas, sus habitantes dependen principalmente de pozos acuíferos o de sistemas de suministro comunitarios como pipas de agua, las cuales suelen abastecer del líquido a precios muy por encima de su valor y con una calidad ínfima, lo que acentúa las desigualdades en la población.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), cerca de 842,000 personas de ingresos bajos y medianos mueren al año a consecuencia del abastecimiento de agua insalubre y de saneamiento e higiene deficientes.

El Instituto advierte que el acceso a agua limpia y en cantidades suficientes incide directamente en la salud y en la calidad de vida de los habitantes.

Aunque muchas enfermedades están relacionadas con el uso y el consumo de agua contaminada, o bien, con la falta de agua potable para llevar a cabo actividades de higiene y limpieza dentro de los hogares, se carece de una estadística precisa para cuantificar la correlación.

En 2019, se reportaron 6.58 millones de casos incidentes y 99 millones de casos prevalentes de enfermedades diarreicas, según datos del INSP. En tanto que las infecciones entéricas (bacterianas y parasitarias) son la quinta causa de discapacidad en niños menores de cinco años de edad.

Agua de baja calidad

La escasez de plantas de tratamiento de aguas residuales con sistemas de tratamiento terciarios (procesos físicos y químicos especiales con los que se consigue limpiar las aguas de contaminantes concretos: fósforo, nitrógeno, minerales, metales pesados, virus, compuestos orgánico), así como la ausencia de programas de vigilancia epidemiológica (basados en el análisis de la calidad biológica y química del agua) son los principales retos a enfrentar, advierte el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).

De hecho, en el periodo de 2016 a 2019, el IMTA detectó que el agua disponible presentó concentraciones de arsénico y fluoruros por encima de las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que vez rebasó los límites máximos permisibles establecidos en la Norma Oficial Mexicana NOM-127-SSA1-1994 de salud ambiental.

Al respecto, Jürgen Mahlknecht, profesor investigador y líder nacional del Grupo de Investigación en Ciencia y Tecnología del Agua del Tecnológico de Monterrey, comenta que las altas concentraciones de arsénico y fluoruros en el agua provienen por lo general de las formaciones geológicas en donde se encuentran estos elementos, como en el caso de la región serrana en el centro y norte del país.

“El incremento de extracciones de agua a través de pozos cada vez más profundos agudiza la situación”, anota el investigador en una consulta de TecScience.

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Autor

Adriana Alatorre