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¿Podemos configurar a nuestro cerebro para ser felices? 

La emoción se relaciona con conexiones entre varios núcleos cerebrales, así como la interacción de neurotransmisores y, sí es posible configurar nuestra mente para encontrar la felicidad.
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Neurológicamente no es posible ser "feliz" todo tiempo porque la dopamina tiene que regularse y de otra forma un exceso incluso, podría ser neurotóxico, de acuerdo con Eduardo Calixto, jefe de Neurofisiología del Instituto Nacional de Psiquiatría. (Ilustración TecScience).

La felicidad es un concepto complejo que varía entre las personas y está influenciado por factores como la edad, la cultura, la genética y las experiencias personales. Además, «ser felices» está relacionado tanto con la evolución filogenética, que se refiere al desarrollo histórico de una especie, como con la evolución ontogenética, que se centra en el desarrollo individual. Es decir, la felicidad va más allá de simplemente experimentar sentimientos de alegría, satisfacción y gratitud.

Eduardo Calixto, jefe de Neurofisiología del Instituto Nacional de Psiquiatría, explica que la felicidad se relaciona con las «conexiones entre varios núcleos cerebrales» y la interacción de múltiples neurotransmisores. Áreas del cerebro como el hipocampo, que está asociado con la memoria, y la amígdala, que está vinculada a las emociones, son una parte fundamental en este proceso.

El cuarteto de la felicidad 

Cuando las personas experimentan momentos de esta emoción, se activan varias partes del cerebro y ahí es donde comienza la liberación de estas hormonas fundamentales llamadas «el cuarteto de la felicidad”: dopamina, oxitocina, endorfinas y serotonina.

Dopamina: la hormona de la recompensa y el placer. Cuando realizamos una actividad que nos gusta, alcanzamos un objetivo o disfrutamos de nuestra comida favorita, se activa el área tegmental ventral de nuestro cerebro, se encuentra en el encéfalo y forma parte del sistema nervioso, y comenzamos a liberar dopamina. Esta hormona está vinculada con la sensación de recompensa y placer, y nos motiva a repetir comportamientos que nos brindan satisfacción.

Endorfinas: los analgésicos naturales del cuerpo. Las endorfinas actúan como analgésicos naturales, bloqueando el dolor y proporcionando una sensación de bienestar. Estas se encuentran en el encéfalo y el mesencéfalo y se liberan cuando hacemos ejercicio o reímos. La risa no solo mejora nuestro estado de ánimo, sino que también ayuda a reducir la sensación de dolor.

Oxitocina: “la hormona del amor”. Ayuda en la reducción de la actividad del sistema nervioso simpático, que se activa en situaciones de estrés o peligro. Promueve una sensación de calma y bienestar, facilitando el vínculo y la confianza entre las personas.

Ricardo Caraza, jefe de servicio de psiquiatría y salud mental de TecSalud explica que la oxitocina está relacionada con la interacción social, el apego y el sentirse seguro. La liberación de esta hormona se da en situaciones de afecto, como caricias y amistades y contribuye a fortalecerlos vínculos emocionales.

Serotonina: el reforzador natural del estado de ánimo. La serotonina es un neurotransmisor, es decir una sustancia que utiliza los nervios para enviar mensajes entre sí, y es fundamental para mantener un estado de ánimo positivo, así como para la memoria y el aprendizaje. Meditar puede ser una excelente manera de aumentar los niveles de serotonina.

Una investigación realizada por el doctor Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin reveló que los monjes budistas que meditan regularmente muestran una actividad cerebral superior en la corteza cerebral prefrontal izquierda, que se activa con emociones positivas y entusiasmo. Matthieu Ricard, un budista francés apodado “el hombre más feliz del mundo”, ha sido objeto de estudio en este contexto.

La felicidad como estado permante y la genética

No se puede estar feliz todo el tiempo. Eduardo Calixto explica que «la dopamina tiene que regularse» o de otra forma un exceso puede resultar neurotóxico. Además, la felicidad es un proceso dinámico que cambia con la edad y las experiencias de vida. Entre los 17 y 25 años es cuando más dopamina se libera, es por ello que la juventud tiende a ser una etapa particularmente feliz.

La felicidad es un fenómeno multifacético, influenciado tanto por factores internos como externos. Por ejemplo, la genética también predispone nuestra felicidad, así como el entorno y las experiencias impactan en ella a lo largo de la vida.

Un estudio publicado en la revista Nature reveló cómo la genética tiene un papel en nuestra propensión a ser felices, pero este papel es menos determinante que el entorno en el que vivimos. Según el estudio, la genética influye en un 40% en nuestro estado de ánimo, mientras que el entorno impacta en un 60%.

Rosalinda Ballesteros, directora del instituto de ciencias del bienestar integral de Tecmilenio destaca los avances prometedores en este campo: “Los hallazgos hacia el futuro son muy alentadores. Por ejemplo, la epigenética nos muestra que la expresión genética de enfermedades puede modificarse mediante estados emocionales positivos. Las cadenas de ADN pueden ser reconstruidas para prevenir ciertas expresiones genéticas, y también se ha observado que el tamaño de los axones en las neuronas puede beneficiarse, lo que contribuye a una longevidad con calidad para quienes mantienen estados emocionales positivos.”

¿El cerebro se puede entrenar para ser feliz?

Así como vamos al gimnasio para fortalecer nuestro cuerpo, es fundamental ejercitar nuestro cerebro para promover la producción de las hormonas que necesitamos para ser felices. Rosalinda Ballesteros sugiere varios ejercicios, que puedes aplicar de manera personal según tus necesidades y gustos, centrados en la emoción del asombro: tomar fotos si es lo que te gusta, explorar nuevos lugares y crear experiencias gratificantes para entrenar a tu cerebro en la búsqueda de la felicidad.

En lugar de enfocarnos en lo que parece inalcanzable, dirigir nuestra atención en lo que ya tenemos y disfrutarlo, también cultivar actividades que nos apasionen y valorar el presente puede ser la clave para una vida más plena.


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Picture of Estefanía Quartino