La interacción social es una necesidad básica en cualquier etapa de la vida. Múltiples estudios respaldan la idea que mantener relaciones cercanas y sentirte parte de una comunidad ayuda a prevenir el declive cognitivo.
Nuestro entorno social se vuelve más importante en edades avanzadas. Este es un momento crucial donde muchos tienden a aislarse y perder esas conexiones familiares. El declive cognitivo puede llegar a afectar la memoria, atención, velocidad de procesamiento e incluso nuestra capacidad de navegar espacios y tomar decisiones.
El resultado es un efecto en cascada donde los cambios físicos hacen que la interacción social sea cada vez más difícil, llevando al aislamiento que puede acelerar el declive mental y emocional.
Tecnología que nos ayuda a comunicarnos en la cuarta edad
Con estos retos en mente, el equipo de Mauricio Ramírez, ingeniero mecatrónico y profesor investigador asistente en el Tec de Monterrey, vio una oportunidad. Durante el Simposio Longevidad Saludable organizado por la Escuela de Ingeniería y Ciencias en colaboración con TecSalud, Ramírez presentó sus proyectos que pueden ayudar a que los adultos mayores mantengan una vida social enriquecedora.
Su equipo ha desarrollado una interfaz cerebro-computadora que puede decodificar palabras imaginadas, permitiendo que las personas se comuniquen solo a través del pensamiento.
“El sistema está diseñado para personas que no pueden producir el habla”, explica Ramírez. “Sin embargo, pueden imaginar y a través de esto controlar la interfaz de la computadoras”.
Las señales se leen usando la técnica de electroencefalograma (EEG) colocando electrodos sobre el cuero cabelludo de una persona. Esta gorra flexible registra la actividad eléctrica del cerebro.
Para ellos, la aplicación más directa de esta técnica es la interfaz cerebro-computadora que su equipo ha desarrollado. Estos sistemas establecen comunicación entre personas y un dispositivo externo usando solo información del cerebro.
“La intención es que las personas los puedan controlar a su voluntad”, dijo Ramírez, incluyendo una silla de ruedas o prótesis como ejemplos.
Para personas con discapacidades auditivas u orales, la interfaz cerebro-computador puede cambiar cómo se comunican. El sistema funciona haciendo que los usuarios imaginen palabras específicas como “sí”, “no”, o los números “uno”, “dos”, y “tres”. A través de un asistente virtual que crearon, los usuarios navegan tres niveles para comunicar necesidades básicas.
Primero, el sistema pregunta si la persona quiere ayuda. Luego ofrece tres categorías: nutrición, salud o entretenimiento. Finalmente, los usuarios pueden especificar su necesidad exacta usando los tres números disponibles; si quieren comer, han terminado de comer, quieren ver televisión o escuchar música.
Reconociendo que la decodificación de señales cerebrales tiene limitaciones, el equipo de Ramírez también ha desarrollado un sistema de comunicación usando los movimientos de los ojos.
“Es un sistema de comunicación más flexible en el cual no solamente tengamos opciones discretas, sino podamos escribir de manera más libremente”, explicó Ramírez.
El sistema incluye características de texto predictivo que aprenden del usuario, construyendo gradualmente un vocabulario personalizado. Ramírez admite que por ahora, el prototipo es lento pero las posibilidades son significativas: “A veces lo percibimos como que es demasiado lento”, dice. “Pero para una persona que no puede decir ni una palabra, pues esto es una ayuda”.
Por ahora, los alumnos de su laboratorio son los que han usado los sistemas y prototipos. A medida que la investigación progresa de laboratorio a aplicaciones clínicas, el enfoque se está dirigiendo hacia la implementación en el mundo real con adultos mayores que más necesitan estas herramientas.
Ramírez mencionó que estaban empezando a trabajar con el Instituto Nacional de Geriatría y Rehabilitación para asegurarse que su trabajo refleje las realidades de esta población. Aunque la interfaz puede tener múltiples aplicaciones, su enfoque es impactar las vidas sociales y preservar la autonomía de los adultos mayores.
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