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El MIT y el Tecnológico de Monterrey celebran una década de colaboración científica

La alianza ofrece estancias de investigación, cursos intensivos, talleres presenciales y en línea con miras a crecer a otras áreas de impacto.
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Hace diez años, el enfoque de la alianza era hacia la nanotecnología, ahora se amplían los temas a tres nuevas áreas: envejecimiento y seguridad alimentaria, cambio climático y sostenibilidad. (Foto: Getty Images)

Este año, el Tecnológico de Monterrey y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) celebraron una década de colaboración científica. La alianza, que conmemora el centenario de la graduación de Eugenio Garza Sada del MIT, se estableció con el apoyo de FEMSA y la familia del fundador.

“Es una alianza a perpetuidad, mientras que las dos universidades así lo deseen”, explica Adriana Vargas Martinez, decana asociada de posgrados de la escuela de ingeniería, quien coordina la alianza desde 2019.

Una alianza fundada en el intercambio

El objetivo inicial fue fortalecer la investigación en nanotecnología y nanociencia, aprovechando la infraestructura del MIT.nano, un espacio del instituto que explora el nacimiento de la Era Nano.

Operando a través de diversos temas, la asociación ofrece estancias de investigación de 10 meses para profesores, postdoctorados y estudiantes de doctorado; cursos intensivos de una semana en los laboratorios del MIT, talleres de capacitación tanto presenciales como en línea y un programa de intercambio para estudiantes profesionales de cualquier campus del Tec.

Los resultados de la década son tangibles: más de 1,700 estudiantes, 170 profesores y 45 investigadores postdoctorales han hecho el viaje a Cambridge o han participado virtualmente.

La pandemia, aunque presentó desafíos iniciales, acabó expandiendo el alcance de la colaboración de manera inesperada. “Llegamos a números que no podemos llegar en la presencialidad por el espacio”, señala Vargas. Casi 400 alumnos participan anualmente en los talleres en línea que empezaron durante la pandemia. Antes, con las sesiones de laboratorio presenciales, solo podían recibir ocho personas por año.

Las cifras de participación no son el único factor que mide el impacto de la colaboración. También, se nota en la calidad de la investigación, dice Vargas. Ella explica que, en promedio, las publicaciones de investigadores del Tec suelen ser citadas 13 veces y las de los científicos del MIT obtienen 38 citas. Cuando publican en conjunto, dice la decana, esas publicaciones se citan 44 veces en promedio.

Nuevo programa, nuevos caminos de investigación

La maduración de la relación entre ambas instituciones también se refleja en el creciente interés de los investigadores de MIT.

“Al inicio, siendo súper honesta, eran poquitos investigadores que te recibían. No todo el mundo conoce al Tec”, recuerda Vargas. La situación actual es otra: de luchar por conseguir seis aplicaciones, ahora a menudo deben seleccionar entre veinte candidatos para los seis proyectos colaborativos.

La alianza también está abriendo nuevos caminos para los estudiantes de pregrado. Un programa que se estrenó este año permite que alumnos de séptimo semestre realicen estancias de investigación en MIT. En el primer año, siete estudiantes de mecatrónica se fueron de intercambio a trabajar dentro del departamento de mecánica del MIT. “Haber logrado que en este semestre se vayan siete personas abrirá las puertas a que otras carreras también lo hagan”, señala Vargas.

La experiencia puede transformar no solo las carreras profesionales sino también las perspectivas personales. “Es abrirte los ojos”, explica Vargas, destacando cómo la exposición a tecnologías emergentes y nuevas ideas ayuda a los estudiantes a visualizar sus futuras trayectorias: desde tomar decisiones sobre estudios de posgrado hasta las elecciones de áreas de especialización profesional.

La innovación como reflejo del impacto MIT – Tec de Monterrey

Los números más recientes de 2023-2024 muestran el crecimiento continuo del programa: más de 300 estudiantes participaron en el taller en línea de nanotecnología, mientras que 48 estudiantes asistieron al taller presencial en el MIT. Además, dos estudiantes de doctorado, tres postdoctorados y un profesor realizaron estancias de investigación de 10 meses.

Más allá de los datos, el impacto de la alianza se refleja en las historias de éxito de sus participantes. Entre los casos destacados se encuentra el Álvarez-Trujillo Lab en Campus Monterrey, dirigido por Mario Moisés Álvarez y la doctora Grissel Trujillo. Ellos pasaron de formar parte de la primera generación de investigadores que viajaron al MIT, a ser líderes de su propia compañía, Forma Foods, que está innovando en la proteína vegetal hecha en su laboratorio.

La siguiente década de la alianza no está estrictamente definida, dice Vargas. Más bien, buscan que el crecimiento del programa refleje los avances en la industria y la tecnología. Cuando empezaron hace diez años, el enfoque era hacia la nanotecnología. Pero ahora, han ampliado los temas permitidos a tres nuevas áreas de impacto: envejecimiento y seguridad alimentaria, cambio climático y sostenibilidad, así como la transformación industrial hacia la inteligencia artificial.

“¿Qué sigue? Seguir impactando a más gente, a más alumnos y seguir colaborando”, afirma Vargas. “Lo importante es cómo garantizar que la investigación que se haga, sea investigación de impacto. Que realmente se deje huella en cada uno de los temas que se están proponiendo”.

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Autor

Picture of Nuria Márquez Martínez