En su consultorio de cardiología pediátrica de TecSalud en Monterrey, Cecilia Britton Robles se acomoda entre juguetes coloridos y una escultura enmarcada de un corazón que cuelga en la pared detrás de ella. Sus pacientes la conocen como la Doctora Juguetes porque el gesto simple de llevar un juguete para sus pacientes en cada consulta es parte de la empatía clínica.
Para ella es un acto que transforma una visita médica potencialmente aterradora en un momento alegre. Este ejercicio fue inspirada por sus propias experiencias infantiles con su pediatra, quien siempre le traía un juguete antes de un examen. También ejemplifica un enfoque creciente en la medicina: el papel crucial de la empatía clínica.
Si bien los médicos sabían que la empatía en su práctica diaria era importante, no había una manera clara de definirla o medirla en entornos clínicos. Hace 25 años, en la Universidad Thomas Jefferson en Filadelfia, los investigadores identificaron una brecha significativa en el quehacer diario.
Mohammadreza Hojat, profesor investigador de psiquiatría y comportamiento humano en la Universidad Thomas Jefferson, reconoció que la definición de empatía que conocía una persona común en su día a día no funciona en un ambiente médico. “Cuando veo una película triste, me siento triste. Eso no tiene ninguna relevancia para la atención al paciente”, ejemplifica sobre cómo los modelos existentes de empatía no abordaban las dinámicas únicas médico-paciente. “Pero sí es relevante si preguntas algo como ¿es importante ponerle atención a los problemas del paciente?”.
Como explicó Hojat, la empatía clínica se define por su contexto. Es relevante cuando se habla específicamente de profesiones de la salud y médicos.
Definiendo la Escala Jefferson de Empatía
La falta de definiciones formales y mediciones de esta capacidad clínica llevó a Hojat y su equipo a desarrollar la Escala Jefferson de Empatía. Actualmente ha sido traducida a más de 80 idiomas y se usa en todo el mundo para medir y desarrollar esta habilidad crucial en los proveedores de atención médica.
La escala identifica tres componentes clave: la toma de perspectiva, el cuidado compasivo y ponerse en los zapatos del paciente. Estos términos clínicos cobran vida en la práctica diaria de médicos como Britton, quien demuestra cómo la empatía moldea la recuperación y los resultados físicos de los pacientes.
Hace cinco años, Britton conoció a un paciente que vivía con una condición cardíaca congénita desde su niñez. Ahora en sus 30 años, visitaba repetidamente la sala de emergencias con una sensación inminente de muerte.
Sus síntomas físicos eran reales —dolor en el pecho y ataques de pánico—, pero sus pruebas cardíacas constantemente salían normales. Donde otros podrían haber descartado sus preocupaciones, Britton reconoció algo más profundo: un paciente atormentado por los recuerdos infantiles de una cirugía cardíaca y la incertidumbre de vivir con una condición crónica.
“Cuando algo anda mal, el corazón es muy chismoso”, dice, respecto a cómo diferenciar entre el malestar físico y emocional. “No solo te hace sentir mal, cambia muchos parámetros, altera el electrocardiograma y la función cardíaca y eleva ciertos biomarcadores en la sangre”. Todo esto lucía normal en el caso de García.
En lugar de simplemente decirle que no había nada mal, ella construyó confianza gradualmente, explicando cada resultado de las pruebas, reconociendo sus miedos mientras le ayudaba a entender la diferencia entre la ansiedad y los síntomas cardíacos. Con el tiempo, lo guió hacia mejores prácticas de autocuidado —mejor nutrición, hidratación, ejercicio— y permanecía accesible cuando el pánico atacaba.
Este enfoque refleja lo que los investigadores en la universidad de Jefferson han encontrado: la empatía clínica no se trata solo de ser compasivo—impacta directamente en los resultados de los pacientes. Un estudio de Hojat y su equipo con pacientes diabéticos mostró que aquellos tratados por especialistas con puntajes más altos en la Escala Jefferson, tenían mejor control de la enfermedad y registraban menos hospitalizaciones.
“Estar bien, para atender bien”
Sin embargo, mantener este nivel de capacidad no siempre es fácil. Varios estudios han mostrado que la empatía a menudo disminuye cuando los estudiantes de medicina progresan del entrenamiento preclínico al clínico—precisamente cuando comienzan a interactuar con pacientes. “Eso fue muy sorprendente para nosotros”, señala Hojat, “porque ese es el momento en que la empatía es más necesaria”.
Algunos argumentan que demasiada empatía puede llevar al agotamiento, pero Hojat no está de acuerdo, haciendo una distinción crucial: “Si simpatizas demasiado con el paciente o con cualquier otra persona, te agotas inmediatamente. Tienes que ponerte en los zapatos del paciente, pero nunca olvidar que esta no es tu relación estándar”.
Britton hace eco de este sentimiento, enfatizando la importancia del autocuidado en mantener la empatía. “Para poder dar, tienes que estar bien”, reflexiona. “Cuando estoy estresada, apresurada, cansada, es muy difícil para mí examinar a un niño, por ejemplo, porque ellos lo perciben, lo sienten. Cuando estás relajada y llegas, bromeas y haces ese momento más cálido, los niños fluyen”.
La IA y el futuro de la empatía en la medicina
El futuro de la medicina trae nuevos desafíos a la empatía clínica. Con el aumento de la inteligencia artificial y los verificadores de síntomas en línea, existe el riesgo de distanciar aún más a los proveedores de los pacientes. Pero como señala la doctora, “Nada reemplazará esta parte humana de la medicina”.
Este elemento humano es particularmente evidente en cómo ambos doctores abordan las conversaciones difíciles. Britton ha evolucionado de proteger a los pacientes jóvenes de las verdades difíciles a tener discusiones honestas y apropiadas para su edad sobre su tratamiento. “Subestimamos a los niños”, dice. “Cuanto más transparentes y directos somos a su nivel, mejor lo procesan”.
A medida que la educación médica continúa evolucionando, hay un reconocimiento creciente de que la excelencia técnica por sí sola no es suficiente. Un médico sin empatía, como cita Britton, “sufre la peor de las dolencias cardíacas”. El desafío ahora es nutrir esta cualidad junto con las habilidades clínicas, entendiendo que la mejor atención médica viene de combinar el conocimiento científico con una conexión humana genuina.
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