En años recientes, alrededor del mundo, se han hecho esfuerzos por garantizar que la niñez se viva de forma plena y saludable. Sin embargo, la mayoría se han concentrado en los primeros mil días, es decir, desde el nacimiento hasta los dos años de edad. Dos estudios recientes demuestran que los siguientes mil días —de los dos a los cinco años— son igual de importantes.
En una serie reciente, publicada por The Lancet, investigadoras e investigadores exponen por qué es indispensable invertir en esta ventana de tiempo porque es única para fomentar una buena nutrición, aprendizaje y salud, tanto física como mental.
“En estos días, hay una gran oportunidad de incidir en el bienestar de nuestros niños y niñas”, dijo Manuel Pérez, director del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey y FEMSA, durante su participación en el evento del lanzamiento de esta serie en Latinoamérica.
Entre los participantes, estuvieron dos de las principales autoras de la serie, Catherine Draper, profesora asociada de la Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica, y Milagros Nores, codirectora del Instituto Nacional de Investigación en Educación Temprana (NIEER), quienes explicaron la evidencia detrás de la importancia de generar programas de intervención que impulsen un cuidado de calidad durante estos años.
A nivel global, menos del 30% de las infancias de tres y cuatro años reciben atención y educación adecuada en países de ingresos bajos y medios, como lo es México. En el país, solo el 44% de las infancias tienen acceso a servicios de cuidado y educación inicial.
“Las diferencias se profundizan dependiendo de donde naciste”, dijo Adriana Gidi, directora Asociada del Centro de Primera Infancia. De acuerdo con ella, a pesar de que el 30% de los niños y niñas mexicanos viven en zonas rurales, de los centros de atención integral, solo 2.2% se encuentran en estas áreas.
Los siguientes mil días que son igual de importantes
Durante los primeros dos años de vida, las infancias suelen pasar la mayoría del tiempo con sus padres, o cuidadores primarios y con personal del sector salud, por lo que muchos programas de intervención para asegurar un cuidado apropiado están enfocadas en estos dos actores.
En 2017, The Lancet lanzó una serie similar a la de ahora, que se centraba en los primeros mil días y en que el cuidado en esta etapa fuera sensible y cariñoso. Ahora, con la segunda serie, ponen el foco también en los siguientes mil.
“Queremos dejar claro, que no pretendemos decir que los próximos mil días sean más importantes que los primeros, sino que ambos lo son”, dijo Draper.
En la primera parte de la serie, las autoras y autores explican por qué son importantes estos años y en la segunda, el costo de no invertir en ellos
A partir de los dos años, las niñas y los niños comienzan a explorar más su entorno, por lo cuál es un momento donde se desarrollan habilidades motrices, cognitivas y emocionales que son claves para su buen crecimiento.
En esta etapa, comienzan a pasar más tiempo con sus cuidadores y las personas que proveen servicios de cuidado, como preescolares y guarderías, cuando tienen acceso a ellos. Por ello, existe una gran área de oportunidad para desarrollar programas que no solo aumenten la cobertura de estos centros, si no que garanticen su calidad.
En general, invertir en programas de atención y educación de alta calidad para estas edades, cuesta alrededor del 1% del PIB de un país. “Los beneficios son, en promedio, ocho a 19 veces mayores que el costo”, expresó Nores.
La información que debe llegar a los tomadores de decisiones
Durante el evento, las autoras y otros asistentes, como Aranzazu Alonso, directora ejecutiva y coordinadora general del Pacto por la Primera Infancia, hicieron énfasis en ampliar el alcance de estas iniciativas.
De acuerdo con la serie, de 1919 a 2020, las intervenciones que promueven un desarrollo saludable en los siguientes mil días se entregan —principalmente— en países de ingresos altos. Solo 5% de las intervenciones publicadas se han implementado en países de ingresos bajos y medios.
“Vemos una gran disparidad entre los lugares donde más las necesitamos y en los que se implementan, evalúan y publican”, dijo Draper.
Por ello, es crucial, que la información recabada por estos estudios alcance a los tomadores de decisiones, creadores de políticas públicas y a los gobiernos, pues son ellos quienes tienen el deber de garantizar que se invierta en programas que garanticen un cuidado de calidad en la primera infancia.
“Estamos comprometidos en generar y divulgar evidencia científica, para asegurarnos de que quienes diseñan programas y políticas, la conozcan y la usen en beneficio de los niños y niñas”, expresó Gidi.
Por su parte, el gobierno mexicano estuvo representado por Lorena Villavicencio, secretaria ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), Daniel Aceves, director general del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia, y Xóchitl Moreno, directora general de Desarrollo Curricular de la Secretaría de la Educación Pública (SEP), quienes reiteraron su compromiso con apoyar en desarrollo de este tipo de intervenciones y programas.
“No podemos hacer esto solos, tenemos que trabajar juntos y aprovechar las alianzas entre distintas plataformas y sectores”, dijo Draper.
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