Ser mexicano no significa una sola cosa, sino una diversidad de historias que coinciden en un mismo territorio.
Estas historias están registradas en nuestro ADN y son cada vez más claras gracias al esfuerzo de distintos grupos científicos que comparten un objetivo común: descifrar quiénes somos −genéticamente− y cómo podemos usar esa información para construir un futuro hecho a la medida para nuestra población.
En octubre de 2023, la diversidad genética de los mexicanos fue portada de la revista Nature, anunciando los primeros resultados del Biobanco Mexicano, un proyecto liderado por Andrés Moreno Estrada, de la Unidad de Genómica Avanzada (UGA-LANGEBIO) del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), que analizó 6,057 muestras de ADN de más de 800 localidades rurales y urbanas de los 32 estados mexicanos.
“La hipótesis es que, teniendo una mejor representación de todo el país, podemos obtener una fotografía genética con mayor resolución de cómo están diferenciados los grupos dentro de México”, dice Moreno Estrada, en entrevista con TecScience.
De acuerdo con el investigador, esta información no solo ilumina la riqueza de nuestros orígenes y composiciones genéticas, sino que permite hacer correlaciones precisas entre estas subpoblaciones con predisposiciones genéticas a enfermedades, rasgos físicos, o respuestas fisiológicas ante un fármaco o alimento.
El estudio analizó lo obtenido por la Encuesta Nacional de Salud (ENSA) del año 2000, que tomó muestras de sangre de 40,000 mexicanos de todo el país, quienes a la par respondieron un cuestionario que incluía preguntas sobre su estado de salud, características demográficas, socioeconómicas y culturales.
Biobanco Mexicano
Entre sus hallazgos, está que la población de la Península de Yucatán es la que está más diferenciada del resto. “Tiene una diferencia genética enorme con respecto al centro, pero, a su vez, el centro y norte también se separan”, explica Moreno Estrada.
Aunque es sabido que la población mexicana es heterogénea, los resultados encontrados con el Biobanco Mexicano son más nítidos y las variaciones genéticas que caracterizan a cada grupo están cada vez mejor definidas.
Esto les permitió crear un mapa en donde dividen a la población mexicana en siete grandes grupos que, a su vez, tienen subdivisiones, dependiendo de sus ancestrías.
Hacerlo fue posible gracias al uso de una tecnología llamada microarreglos de ADN −mejor conocidos como chips de ADN− que permiten analizar regiones o posiciones específicas del genoma de un individuo.
En el estudio, analizaron 1.8 millones de estas posiciones de cada uno de los 6,067 que componen la muestra. Estas posiciones, llamadas polimorfismos, se sabe que varían en general alrededor del mundo.
También, analizando solo las fracciones de los genomas que tienen un origen indígena, pudieron recrear la historia de las poblaciones indígenas del país y cómo cambiaron a lo largo del tiempo.
Las civilizaciones provenientes de Oaxaca, por ejemplo, empezaron a florecer en el periodo preclásico y tuvieron un declive en el clásico, mientras que en el centro del país empezaron a florecer poblaciones como la azteca, que a su vez tuvieron un declive en la conquista.
“Son cosas que ya sabíamos gracias a antropólogos e historiadores, pero aquí están solo los genes, y ellos solitos pueden contarnos la historia de una población”, expresa el investigador.
Para Moreno Estrada, esto demuestra que, a pesar de que tengamos una noción social de que las poblaciones indígenas se han segregado, mientras que el resto somos mestizos, nuestros genes cuentan una historia muy diferente.
“Generalizar que todos somos mestizos, como si no hubiese diversidad, es oscurecer toda esta riqueza de raíces”, reflexiona.
En realidad, tenemos orígenes indígenas diversos que persisten hasta hoy, así como los genes de la mezcla que nació con la llegada de grupos de europeos, africanos o asiáticos.
“El hecho de que estas reconstrucciones las hagamos con el ADN de personas que están vivas hoy habla de una supervivencia del legado histórico de esas civilizaciones”, dice el investigador.
Predisposición génetica a aumentar de peso
En otra parte del estudio, asociaron las variantes genéticas detectadas con rasgos físicos, como la altura, los niveles de glucosa y colesterol, así como con predisposiciones genéticas a enfermedades.
“Si tienes una variante que ya detectaste que está asociada con diabetes, te interesa saber quiénes la tienen en tu población”, explica. Estas asociaciones también permiten entender por qué un cierto grupo no está respondiendo a un medicamento, por ejemplo.
Uno de sus descubrimientos más reveladores es que la predisposición genética al aumento de peso, que se suponía estaba ligada a una herencia indígena, en realidad no lo está.
Las poblaciones con mayor ancestría indígena tienen una menor predisposición al aumento de peso, por lo que los investigadores sugieren que la obesidad es un problema ligado fuertemente a factores ambientales.
Moreno Estrada aclara que, aunque en su estudio encontraron algunas asociaciones, muchas ya habían sido reportadas antes, pues la cantidad de individuos analizados en su estudio no tienen el poder estadístico suficiente para hallar asociaciones nuevas. Para ello, será necesario analizar muchas muestras más.
“Estamos buscando fondos para ampliar la muestra total y hacer la secuenciación de todo el genoma, no solo los polimorfismos que analizamos ahora”, explica el experto.
La utilidad de usar datos mexicanos
Como parte de la investigación, también analizaron si los datos del Biobanco Mexicano pueden predecir el riesgo a una enfermedad, o la presencia de un rasgo físico al asociar las variantes genéticas encontradas, mejor que las predicciones hechas con datos del Biobanco de Reino Unido.
Este último tiene datos de referencia de medio millón de individuos, lo cual se supondría que tiene un poder predictivo mucho mayor. Sin embargo, lo que encontraron es que, las hechas con la versión mexicana, son igual de buenas o mejores que las hechas con datos de allá.
Esto probablemente se debe a que las poblaciones no caucásicas o que no provienen de Europa están subrepresentadas en las bases de datos genéticas a nivel mundial.
“A pesar de que nuestra muestra es muy pequeña en comparación con la suya, demostramos que es muy importante tomar a tu propia población de referencia”, dice el investigador.
Moreno Estrada enfatiza que −para él− una de las cosas más satisfactorias del proyecto del Biobanco Mexicano es que se haya hecho con un liderazgo claramente mexicano.
“Generar los datos y analizarlos localmente, creo que puede motivar a las nuevas generaciones a saber que no necesitan migrar para tener una formación competitiva”, dice.
Un paso más hacia la medicina de precisión
Un ejemplo de cómo estos estudios sirven para acercarnos a la medicina de precisión es la investigación realizada por Rocío Villafuerte, oftalmóloga y profesora investigadora de TecSalud.
En 2021, ella y su equipo se dieron a la tarea de analizar las muestras de saliva y mucosas de 126 pacientes de diversos hospitales de Nuevo León que tenían alguna enfermedad de la retina −la parte del fondo de nuestros ojos que recibe las imágenes y las transmite al cerebro−.
A través de la secuenciación de 330 genes asociados a enfermedades de retina, la investigadora y su equipo pudieron darles al 73% de los pacientes un diagnóstico preciso y decirles si eran candidatos para una terapia génica aprobada por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos.
También, pudieron detectar que en la región de Nuevo León el gen más asociado con enfermedades de la retina es el USH2A, mientras que en el centro del país la variante más prevalente es la ABCA-4, según lo reportado previamente en un estudio de 2019.
“Creo que nuestra investigación aporta evidencia sobre las teorías del origen de la población de Monterrey y cómo es afectada de forma específica por distintas enfermedades”, dice Villafuerte.
Tanto los resultados del Biobanco Mexicano, como la investigación hecha por Villafuerte, el proyecto OriGen del Tec de Monterrey, y muchos otros, son el comienzo de una nueva era de investigación que podría permitir alcanzar la medicina de precisión, así como estrategias de salud pública enfocadas en las poblaciones que conforman el territorio mexicano.
“Nuestro trabajo es como ir ajustando el foco de la cámara y darnos cuenta de la nitidez a la que podemos llegar”, concluye Moreno Estrada.