Desde su fundación en el año 2010, el Centro del Agua del Tecnológico de Monterrey ha albergado investigaciones cruciales sobre contaminantes atmosféricos y sustancias persistentes que amenazan nuestro ambiente. Al frente de algunos de esos esfuerzos se encuentra Lucy González Hernández, quien recientemente fue reconocida con el Premio Mujer Tec en la categoría de ciencia por su destacada labor en el campo ambiental.
Este galardón, que reconoce el trabajo sobresaliente de mujeres dentro de la institución, llegó de manera inesperada para González. Para ella, este reconocimiento representa no solo un honor a su trayectoria, sino también un impulso para continuar desarrollando proyectos con impacto positivo en la sociedad.
El esfuerzo de las mujeres en la investigación
Originaria de Venezuela, González llegó a México a los 16 años para estudiar Química Industrial en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su pasión por la ciencia viene de su familia: “Mi papá fue químico, mis hermanos también”. Este ambiente fomentó en ella la disciplina y perseverancia que han caracterizado su carrera.
Su rutina diaria refleja la intensidad del trabajo científico. Se levanta a las 5:00 de la mañana para llegar al campus, donde divide su jornada entre reuniones, asesorías a estudiantes, clases, redacción de artículos y análisis de datos experimentales. Todo esto bajo la constante presión de mantener una productividad científica elevada como miembro nivel 2 del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Este nivel dentro del SNI representa un logro extraordinario en su carrera, pues González consiguió algo poco común en el ámbito académico mexicano: ascender directamente desde el nivel candidato al nivel 2, saltándose una categoría intermedia. “Es difícil, pero es una satisfacción lograr eso y, sinceramente, me enorgullece», explica.
Como muchas otras investigadoras a Lucy le ha tocado superar obstáculos: “Como mujer en la ciencia tienes que trabajar el triple de lo que puede trabajar un colega investigador para demostrar que realmente nuestro trabajo es importante”, señala. “He estado en reuniones donde propongo una idea y no se me toma en cuenta. Y sin embargo, más adelante, un investigador propone una idea similar, y entonces sí lo ven bien».
Sin embargo, en su papel como investigadora en el Centro del Agua, ha encontrado un ambiente diferente con un equipo compuesto mayoritariamente por mujeres. “A veces uno como mujer puede sentirse aislada, pero aquí en el Centro del Agua es totalmente lo contrario”, dijo González.
La desigualdad también se ha visto reflejada en el acceso a financiamiento. González ha observado disparidades en los fondos que se les ofrecen a proyectos experimentales liderados por mujeres. Estas experiencias la han llevado a trabajar con mayor ahínco para demostrar el valor de sus contribuciones: “Siempre los hombres se ven favorecidos a la hora de proponer proyectos para atraer fondos. Dudan si realmente vas a poder llevar ese proyecto adelante”.

Investigación con impacto
Como coordinadora de investigación en el Centro del Agua, González se especializa en el monitoreo y cuantificación de contaminantes en diversos medios ambientales, así como en el desarrollo de tecnologías para su degradación.
Uno de sus principales focos de estudio es el carbono negro, un contaminante atmosférico producto de la combustión incompleta de combustibles fósiles y biomasa. Este material, abundante en zonas urbanas industrializadas como Monterrey, no solo está vinculado a diversas enfermedades respiratorias y cardiovasculares, también contribuye significativamente al cambio climático por su capacidad de absorber radiación y generar calentamiento.
Un aspecto crítico de su investigación es que no están catalogados como contaminantes criterio en México, es decir que no se monitorean sistemáticamente ni se ha establecido un límite máximo permisible de concentración en el aire ambiente. González busca cambiar esta situación generando datos científicos que sustenten la implementación de políticas públicas para su regulación.
Paralelamente, trabaja con los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas), conocidos como “químicos eternos” debido a la estabilidad de su enlace carbono-flúor. Estos compuestos, presentes en múltiples productos industriales, persisten durante siglos en el ambiente y también están asociados a diversos problemas de salud. Su equipo no solo busca cuantificar su presencia en distintas matrices ambientales, sino también desarrollar métodos innovadores para su degradación.
Un mensaje para las nuevas generaciones
A través de su labor docente e científica, González transmite un mensaje claro a las jóvenes científicas: la perseverancia, el talento y la dedicación son claves para triunfar en el ámbito científico, a pesar de los obstáculos.
Como mentora, detecta que algunas estudiantes muestran dudas sobre adentrarse en campos tradicionalmente dominados por hombres. Frente a esto, González trabaja activamente para cambiar mentalidades tanto en sus alumnas como en sus alumnos, promoviendo un ambiente más inclusivo en la ciencia.
Su objetivo trasciende el laboratorio: demostrar que las mujeres pueden realizar investigación de alto nivel y ocupar posiciones de liderazgo en el ámbito científico. Con cada clase, cada asesoría y cada publicación, González no solo contribuye al conocimiento sobre contaminación ambiental sino que también abre camino para futuras generaciones en un campo donde aún persisten desigualdades.
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