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Edmundo Molina y la ciencia de tomar decisiones en la incertidumbre

El director del Centro de Ciencia de Decisiones del Tec de Monterrey, explica cómo los modelos matemáticos pueden ayudarnos a decidir mejor en contextos de alta incertidumbre, desde las políticas climáticas hasta la vida cotidiana.
Edmundo Molina Ciencia de Decisiones
Molina lidera el Centro de Investigación en Ciencia de Decisiones de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. (Foto: Mónica González / TecScience)

Edmundo Molina afirma que, si algo definió su trayectoria, fueron las matemáticas. Esa disciplina le abrió camino hasta convertirlo en uno de los mayores expertos en ciencia de decisiones: un campo que combina ciencias cognitivas, económicas y matemáticas para estudiar cómo individuos y organizaciones eligen qué hacer ante distintos escenarios.

Además de presidir la Society for Decision Making Under Deep Uncertainty (DMDU), integrada por cientos de científicos que aplican modelos matemáticos a temas como recursos naturales, epidemiología, desarrollo económico y seguridad, lidera el Centro de Investigación en Ciencia de Decisiones de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey.

Tras estudiar ingeniería civil, trabajar como consultor en sistemas de información y pasar por el Banco de México, obtuvo una beca para cursar una maestría en modelación matemática aplicada a políticas públicas en los Países Bajos. Pero el verdadero punto de inflexión llegó en la RAND School of Public Policy, donde trabajó con Steven Popper y Rob Lampert, pioneros en simular sistemas sociales a gran escala.

“¿Crear evidencia donde parece que no existe?”, le pregunto al inicio. “Exacto. La complejidad o la incertidumbre no deben impedir obtener evidencia que nos permita discernir qué hacer, aun con toda la volatilidad que existe”, responde entusiasmado.

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La incertidumbre nos confunde y paraliza. En cambio, con información completa, todos tenemos mejor desempeño, dice Edmundo. (Foto: Mónica González / TecScience)

¿Cómo se estudia la toma de decisiones mediante las matemáticas?

En el Centro nos especializamos en contextos de alta incertidumbre. Hacemos experimentos neurocognitivos en los que presentamos a las personas problemas con distintos niveles de ambigüedad y estudiamos cómo procesan la información, qué observan al tomar una decisión y cómo varía su desempeño.

Queremos entender cómo un modelo de simulación puede mejorar ese proceso para generar recomendaciones de políticas públicas sostenibles y adaptables cuando el contexto cambia o aparece nueva información.

¿Y qué conclusiones han encontrado?

Que mientras más ambigüedad haya, peor decidimos. La incertidumbre nos confunde y paraliza. En cambio, con información completa, todos tenemos mejor desempeño. También hemos visto que, al usar herramientas de apoyo, la gente decide mejor.

¿Cómo ayudan tus modelos a la toma de decisiones climáticas?

Desarrollamos módulos matemáticos y una plataforma global para entender cómo los países pueden descarbonizarse considerando su desarrollo económico. Diseñamos un plan climático y luego lo sometemos a cientos de miles, o incluso millones, de escenarios posibles. Esa base de datos se analiza mediante algoritmos de aprendizaje automático.

Con esa evidencia podemos decir, por ejemplo, si a México le conviene descarbonizar bajo ciertas circunstancias porque generará empleos y bienestar social, o qué estrategia funciona mejor en cada contexto. Hemos trabajado en Argentina, Costa Rica, Chile, México, Estados Unidos, Croacia, Georgia y Uganda. Hemos visto un espectro enorme de circunstancias que determinan lo que conviene a cada país. Ahora buscamos identificar qué decisiones climáticas funcionan en cualquier contexto.

¿Y han encontrado alguna medida universalmente buena?

Sí: reducir el consumo de carne. Tiene un impacto muy fuerte en la conservación forestal, mejora la salud al disminuir el riesgo de enfermedades crónicas, aumenta la productividad y el crecimiento económico… y no tiene costo, incluso genera ahorros.

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Edmundo considera que tenemos las tecnologías y los mecanismos para resolver muchos problemas del cambio climático. Hoy ya no es cuestión de capacidad técnica, sino de decisión social. (Fotos: Cortesía)

¿Qué haces cuando no estás creando modelos matemáticos?

Me gusta correr, sobre todo en ultratrails. Cada año participo en una carrera de montaña en Tlatlauquitepec, Puebla, el pueblo de mi padre. También disfruto el teatro, conciertos de música clásica o jazz y cocinar con mi familia. En septiembre hacemos chiles en nogada; en Navidad, pavo y canolis, nos pasamos todo el día haciendo ese postre. Y viajar; me encanta hacer road trips por México, que es fascinante por su diversidad.

¿Hay algo que quisieras hacer y que tu carrera ha frenado?

Mi esposa y yo estamos creando un pequeño hotel en el pueblo de mi padre. En algún momento me gustaría dedicarme a eso: pasar de una vida rápida a una más tranquila, en la montaña, rodeado de verde y ríos. Sería un reto totalmente distinto y una forma de hacer feliz a la gente. Eso me atrae mucho: compartir lo que uno tiene.

¿Con quién compartes hoy tu tiempo?
Con mi hijo de siete años, que ocupa todo lo que me queda. Y con mi esposa, que también es científica: usa modelos matemáticos para estudiar cómo el cambio climático afecta a los ecosistemas y cómo adaptarnos para conservar especies vegetales, animales o cultivos.

¿También es ingeniera?
No, es bióloga. Y la pregunta me da risa porque en mi facultad había pocas mujeres; tomé francés para conocer más gente… y ahí la conocí.

¿Cómo nació tu interés por aplicar análisis computacional a problemas climáticos?
Mi tesis de licenciatura fue una evaluación financiera del aprovechamiento de corrientes marinas. Desde entonces me apasionan las energías renovables. En aquel tiempo era casi un sueño pensar en un mundo carbono neutral. En el doctorado me especialicé en evaluación climática y en preguntas como cuál debería ser el precio de carbono equivalente entre regiones o qué implica acelerar la transición tecnológica en tiempo e impacto económico.

Cuando no crea modelos matemáticos, Edmundo hace ultra trails en Puebla, cocina y procura recorrer el país por carretera. (Fotos: Cortesía)

En un artículo de Nature afirmas que acelerar la acción climática requiere usar de forma innovadora herramientas de apoyo a la decisión. ¿Cómo ves los escenarios futuros?

Tenemos las tecnologías y los mecanismos para resolver muchos problemas del cambio climático. Hoy ya no es cuestión de capacidad técnica, sino de decisión social: si queremos hacerlo. Eso no significa que no vayamos a pagar los costos del calentamiento, que ya están aquí y seguirán por cinco décadas más. Lo que más me preocupa es el sentimiento popular de tanta incertidumbre.

Viajar me ha permitido ver algo: cuando hay mucha incertidumbre, es tentador que alguien más resuelva nuestros problemas. Eso da confort, pero es engañoso: descargar la responsabilidad implica ceder libertad. Esa tentación puede generar impulsos paternalistas: sacrificar un poco de libertad a cambio de más certeza o seguridad material. Pero del otro lado está la libertad sin equidad. Nuestra generación vive intensamente ese debate.

Ante tanta incertidumbre —pandemia, efectos climáticos, transformaciones tecnológicas—, ¿qué puede aportar la Ciencia de Decisiones?

Puede aportar evidencia rigurosa para que las personas decidan mejor. Tomar decisiones en un entorno muy ambiguo, sin información, es terrible. Entre retener información o compartirla —como ocurrió en la pandemia—, para mí siempre debe compartirse: la transparencia genera agencia.

En tiempos en los que es tentador que otros resuelvan nuestros problemas, podemos caer en la trampa y perder libertad. Y justo esa agencia es lo que más necesitamos para navegar contextos cada vez más inciertos y ambiguos.


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Autor

Picture of Andrea J. Arratibel