Antes de escribir El planeta de los hongos, Naief Yehya veía la naturaleza con recelo. “Está ahí nada más para ver cómo te destruye”, confiesa el periodista y escritor, conocido por su mirada crítica sobre la tecnología, los medios y la cultura desde su primera novela, Obras sanitarias (1992).
“Toda mi vida la había pasado entre cuatro paredes tecnológicas”, dice. Esa experiencia le generó un “gran rechazo de lo natural”. Pero al investigar el mundo de los hongos, su percepción cambió: lo que empezó siendo distancia se transformó en un profundo respeto. Este giro fue posible gracias al proceso de investigación para su libro.
Yehya presentó El planeta de los hongos en la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2025. El ensayo recorre la historia de estos organismos, desde su aparición hace millones de años hasta su papel en la cultura digital contemporánea, pasando por el uso de sustancias psicodélicas en Silicon Valley para inspirar procesos creativos y tecnológicos.
“Vivimos un renacimiento de lo psicodélico”
Aunque la historia de los hongos es antigua, Yehya considera que este es el momento ideal para contarla. “Estamos en un renacimiento, no solo de los hongos, sino de todas las sustancias psicodélicas, después de siglos de represión. No solo por parte de la Inquisición, sino también de agencias de inteligencia como la CIA y la policía”, explica.
Viene esta oleada, que aún estamos viviendo, de uso. Por un lado, en Silicon Valley y otros entornos corporativos se incorporan los psicodélicos como herramientas de productividad; por otro, crece la masificación de terapias y tratamientos que los utilizan. Es un momento clave en cómo nos relacionamos con lo psicológico y cómo retomamos saberes que los pueblos antiguos, en lugares tan diversos como Siberia, Australia o México, conocían desde hace milenios.
¿Cómo fue tu proceso de investigación al escribir este libro?
He trabajado con el tema de la tecnocultura toda mi vida y suelo acercarme de la misma manera. Vivo en otro país cuya lengua no es la mía; llevo muchos años en Estados Unidos, y siempre me pregunto qué se dice en esa cultura y qué en la mía, y en qué sentido puedo servir como un puente.
En este caso fue igual: me interesaba entender lo que se decía sobre lo psicodélico y este renacimiento, y cómo se traducía eso al mundo hispanohablante. Me atraen las historias culturales. No quería solo transmitir información, sino hacer literatura a partir de ellas. Soy ensayista; lo mío es el proceso literario.

De María Sabina a Silicon Valley
En el libro viajas de María Sabina a Silicon Valley. ¿Cuándo se convirtió el hongo en una herramienta tecnológica?
Cuando empieza a gestarse la cultura digital a la medida, como la conocemos ahora, muchos visionarios, ingenieros y programadores que buscaban construir nuevos universos recurrieron al LSD como fuente de inspiración. Así, cada dispositivo que usamos hoy carga, de alguna manera, con ese legado psicodélico. Alguien imaginó este teléfono y su relación íntima con nosotros, quizá después de un viaje de LSD.
Los algoritmos que usamos para relacionarnos, las redes sociales y la forma en que consumimos información tienen una impronta psicodélica, ya sea del LSD, la ketamina o cualquier otra sustancia.
El reino fungi fue reconocido oficialmente hasta 1969. ¿Cómo cambió eso nuestra comprensión de los hongos?
A nivel popular, ese cambio tomó tiempo. Apenas ahora comenzamos a dimensionar su importancia. Es una revolución biológica: los hongos no son plantas ni animales, sino algo completamente distinto.
Empiezas a entender que no habría planeta sin ellos. Por eso el libro se llama así. No habría manera en que hubiera vida de otras maneras. La vida tendría una permanencia tan diferente de no ser por el reino fungi.
Imagínate: si no fuera por los hongos, viviríamos entre montañas de materia muerta que nunca se descompondría. Son los grandes recicladores del planeta. Las conexiones y redes que establecen hacen posible que existan los bosques y las selvas. Cada bocanada de aire contiene millones de esporas; vivimos inmersos en su universo, y somos nosotros los que estamos de paso.

El micelio: el internet del bosque
En el libro explicas el micelio como una red viva. ¿Cómo funciona este tejido entre los hongos?
El micelio es esta red inteligente, casi consciente, que puede ir explorando. Es un organismo vivo que se mueve en distintas direcciones. A diferencia de una raíz, que crece en una sola dirección y no puede retraerse, porque una vez que la planta invierte en buscar agua o nutrientes en un punto, ya no hay vuelta atrás, el micelio puede cambiar de opinión. Puede ser caprichoso en su búsqueda y, además, tiene una capacidad increíble de comunicarse. Especialmente el micelio micorrízico, que establece vínculos con las plantas y los árboles, creando eso que ahora llaman el wood wide web, el “internet del bosque”. A través de él, el hongo se acerca a un árbol y, de alguna manera, le pregunta: “¿Qué te falta?”. No puede producir su propio alimento como las plantas, pero puede ofrecer otras cosas a cambio.
En este intercambio de insumos, productos, sustancias e incluso información, se ha identificado que los hongos mantienen una forma de lenguaje. Cuando vemos crecer un hongo, la seta que aparece de pronto, en realidad estamos viendo la manifestación de ese organismo subterráneo. Por esos vasos más delgados que un cabello circula agua y otras sustancias que inflan la seta, como un globo. Es lo visible de algo mucho más vasto.
El hongo tiene su valor estético, incluso su halo intimidante, porque existen miles de especies con formas muy distintas. Y cada vez que caminamos sobre un bosque, estamos pisando micelio: en cualquier lugar donde haya tierra, está ahí, creciendo, comunicando y sosteniendo la vida.
¿Por qué los hongos producen psicodélicos?
Mencionas que aún no sabemos qué gana el hongo al producir psilocibina, sustancia que le da propiedades psicodélicas. ¿Por qué esa pregunta es tan importante?
Porque sigue siendo uno de los grandes misterios de la biología. ¿Por qué un organismo tan antiguo continúa invirtiendo energía en producir una sustancia psicodélica que le cuesta tanto trabajo?
El hongo tiene muy poca psilocibina en su micelio; esta aparece principalmente en el cuerpo fructífero. No sabemos si la produce para atraer, para disuadir o para modificar su entorno. El día que entendamos por qué lo hace, estaremos más cerca de comprender al hongo y a nosotros mismos: entender la naturaleza y las relaciones que nos sostienen.
¿Qué te gustaría que el lector se llevara de este libro?
Quisiera que cambie su percepción sobre los organismos que nos acompañan, que dejemos atrás el antropocentrismo. Todo el daño al planeta proviene de nuestro narcisismo humano: de ver a las otras especies como recursos y no como relaciones.
La ciencia, y especialmente la tecnología, se han enfocado más en explotar que en convivir. Pero si entendemos nuestra relación con los hongos, podremos entendernos mejor con todo lo demás.
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