Los días internacionales nos permiten recordar la importancia de algún acontecimiento y reunir voluntades para contribuir a que se cumplan ciertos propósitos. El 10 de noviembre es el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. Fue proclamado así por la Unesco en el año 2001 y celebrado desde el 2002, para recordar los compromisos adquiridos en la Conferencia Mundial sobre la Ciencia realizada en Budapest en el año 1999.
La Declaración sobre la ciencia y el uso del saber científico, establecida en dicha conferencia, comienza señalando que vivimos todos en un mismo planeta, formamos parte de la biosfera, y del cuidado de los sistemas de sustentación de la vida dependerá también nuestro propio futuro.
La ciencia se ha caracterizado por ser una poderosísima herramienta para satisfacer las necesidades humanas, para imaginar y construir nuevas realidades, para transformar la condición humana. Sin embargo, a la par de grandes maravillas en términos de salud, producción de alimentos y creación de tecnología, también se han producido deplorables armas de destrucción masiva, se ha generado la degradación del medio ambiente, y no se han resuelto problemas como la desigualdad y la pobreza entre los habitantes de un mismo mundo.
Este día, nos recuerda que los científicos tenemos una fuerte responsabilidad, que la ciencia debe ser un elemento de cooperación entre los países, que el acceso al saber científico es fundamental para la educación de los seres humanos, que la ciencia debe promover y respetar el cuidado del medio ambiente.
Son varios los autores que señalan que vivimos bajo un horizonte de policrisis, donde una crisis natural puede desencadenar otras crisis tanto en los ámbitos ecológicos como humanos. La ciencia resulta fundamental y cada vez más urgente para atender problemas relacionados con nuestra adaptación al cambio climático, generado por el ser humano y la forma en que ha entendido el desarrollo. Achille Membe, intelectual camerunés, señala que es necesario desarrollar una nueva generación de saberes que reflejen una dimensión cosmológica de la ecología y transformen la economía y el trabajo.
Este Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo adquiere una importancia especial de cara a las guerras que están activas en este 2024 y que recuerdan que la amenaza nuclear es algo muy vigente.
En medio del todavía reciente boom de la Inteligencia Artificial generativa, pensar en nuestra relación con la ciencia y su ambivalente carácter creativo y destructivo, es algo vital. No solo por posibles futuros distópicos, sino por un presente, en el que, como señala James Bridle, la Inteligencia Artificial corre el riesgo de ser una inteligencia corporativa guiada no por el cuidado de los seres vivos sino por la toma de decisiones basada en criterios de maximización de beneficios y fines extractivos.
Sin duda, necesitamos replantearnos nuestra relación con el mundo, imaginar con la ciencia, y contemplar un horizonte más allá de lo humano para lograr una paz Gaia o una paz ecológica.
* Javier Alejandro Camargo es editor en jefe de la revista En-Claves del Pensamiento, del Tec de Monterrey. Es profesor-investigador, y coordinador del Subgrupo de Investigación Cultura de Paz, Género y Derechos Humanos. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1.