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Cómo la arquitectura y el urbanismo ayudan a reducir la violencia en las ciudades

Investigadores estudian cómo se previene la violencia a través de intervenciones como el mantenimiento a los espacios públicos.
Ilustración de una ciudad
Erradicar la violencia en las ciudades necesitará de un esfuerzo colectivo, pero la arquitectura puede ayudar. (Ilustración: Getty Images)

Encontrar maneras de disminuir la violencia que se vive en las ciudades alrededor del mundo no es sencillo y debe abordarse desde muchas perspectivas, pero la manera en que las planeamos y construimos puede ayudar a reducirla.

Hoy, alrededor del 56% de la población global habita ciudades y se espera que, para 2050, siete de cada 10 personas vivan en ellas.

En 2024, varias localidades mexicanas encabezaron la lista de las ciudades más peligrosas del mundo. El ranking se realizó analizando las tasas de homicidios y encontró que Colima es la número uno.

Sin embargo, es importante recordar que en la lista no se consideraron ciudades que están en guerra o conflictos armados y que la violencia no solo se mide por la tasa de homicidios, sino que es mucho más compleja.

La definición actual de violencia es muy amplia. Está la asociada a crímenes, como robos y homicidios, la violencia sexual, la estructural, que tiene que ver con falta de acceso y servicios, la que se relaciona con temas económicos y sociales, como el narcotráfico, y otras”, dice Natalia García, profesora investigadora de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tec de Monterrey.

A lo largo de su carrera, García se ha enfocado −entre otras cosas− en estudiar cómo se percibe la violencia en distintos escenarios urbanos, como los centros históricos de las ciudades versus las periferias.

Siempre me ha interesado porque crecí, sin darme cuenta, en un contexto muy violento”, dice García, quien nació en Culiacán, Sinaloa, que desde hace algunos años ha tenido una alta incidencia de violencia asociada al narcotráfico.

La violencia en las perfierias

Para entender cómo impacta la violencia en México, uno de los primeros estudios que realizó Natalia García fue comparar la percepción de violencia en el centro histórico de Aguascalientes y Culiacán, versus las periferias de estas dos ciudades.

“En 2013, cuando hice el estudio, Aguascalientes era un estado seguro con tasas de homicidios bajas, a diferencia de Culiacán, que tenía mucha violencia”, explica García.

Para su sorpresa, a pesar de que las estadísticas apuntaban a que Culiacán era más inseguro, al analizar cómo se sentían los ciudadanos de ambas ciudades, encontró que en ambas había una alta percepción de violencia.

“Fue fascinante, porque dejó ver cómo hay una planeación distinta para los centros que para las periferias”, dice la experta. “Las periferias surgen de forma desordenada, con poca inversión en alumbrado público y seguridad”.

Sin embargo, las causas de la violencia entre ambas periferias eran distintas. En Culiacán se asociaba con el narcotráfico, mientras que en Aguascalientes con pandillas delictivas.

Al comparar los dos centros históricos encontró que la percepción de violencia era menor, pero no nula y que en ambos casos se debía a los usos de suelo. 

“Había bares y restaurantes, entonces la violencia estaba relacionada con disturbios en la vía pública o consumo de alcohol”, cuenta García.

De acuerdo con la experta, en los centros se invierte en planeación y prevención del crimen, por lo que la violencia suele proliferar más en las periferias. Su estudio hace eco de cómo se da la planeación urbana en gran parte del país actualmente.

Con su estudio, demostró que las políticas públicas e intervenciones propuestas por el gobierno para disminuir la inseguridad deben tomar en consideración las percepciones de las comunidades que viven ahí para realmente ser eficaces. 

El implementar soluciones genéricas que no tomen en consideración el contexto tiende a limitar su éxito ya que no atiende las causas reales de la violencia.

Intervenciones arquitectónicas y urbanísticas para disminuir los crímenes

Más allá del trabajo que ha hecho García para entender cómo se vive la violencia en distintas ciudades mexicanas, a lo largo de los años, distintos grupos de investigadores de arquitectura y urbanismo han encontrado algunas intervenciones que pueden ayudar a disminuirla.

La más clásica es invertir en alumbrado público, pues los espacios oscuros pueden aumentar la incidencia de crímenes violentos y hacen sentir inseguras a las personas que las transitan.

La zonificación de los espacios también puede ayudar. “Si tienes zonas que son habitacionales, puedes construir negocios, escuelas y espacios públicos para aumentar el flujo de personas”, dice García. También, se pueden regular los permisos de venta de alcohol, para reducir los crímenes asociados con su consumo.

Esto va de la mano con invertir en darle mantenimiento a los espacios públicos, pues algunos estudios han encontrado que cuando hay deterioro −como ventanas rotas o desgaste de fachadas− puede aumentar los crímenes violentos.

La prevención de la delincuencia mediante el diseño ambiental, es un trabajo multidisciplinario que busca disuadir el crimen mediante el diseño de ciudades con intervenciones como incrementar el tráfico peatonal, diseñar el entorno para disminuir los lugares donde puedan ocultarse quienes buscan cometer un crimen, así como crear espacios públicos donde se registre la entrada y se cuente con seguridad, entre otras.

También, diseñar parques que aumenten la convivencia entre locales puede ayudar a dignificar los espacios y, por ende, fortalecer el sentido de comunidad. 

“Todos tenemos la opción de construir paz cotidiana y reaccionar ante situaciones de formas no violentas”, expresa García. “Si te pitan con el claxon, no te bajas y te agarras a golpes”.

Garantizar la seguridad en las ciudades necesita de la colectividad

Como éstas, existen muchas otras intervenciones que pueden hacerse desde la arquitectura y el diseño urbano para disminuir ciertos tipos de violencia, pero erradicar todas sus variantes solo puede hacerse con un esfuerzo colectivo.

“El narcotráfico, por ejemplo, es un problema global que tiene que ver con factores económicos y políticos, entonces un enfoque desde el entorno construido no se acercaría a solucionarlo”, dice García.

Al final del día, hay muchos tipos de violencia que no pueden abordarse desde esta perspectiva y necesitan de la participación de los gobiernos e instituciones públicas para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

“La violencia es sistémica y es estructural, hay sistemas de opresión que están normalizados, se invisibilizan, y entonces ya no somos capaces de ver como ciertas desigualdades son las que conducen a la violencia”, expresa la investigadora.

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Autor

Picture of Inés Gutiérrez Jaber