La deforestación es un problema crítico a nivel mundial. El Global Forest Review reporta que en 2022 se perdieron 4.1 millones de hectáreas de bosques tropicales en todo el mundo a causa de incendios y otras razones, el equivalente a 11 campos de futbol por minuto. Además, la Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO) señala que desde 1990 se han perdido 420 millones de hectáreas por la conversión de usos de tierra.
Para hacer frente a este problema global, equipos de investigación evalúan estrategias para reforestar las diferentes regiones en el planeta, incluso, en zonas urbanas con solo unos metros de espacio. Una de ellas es el Método Miyawaki, el cual ha demostrado acelerar el crecimiento de bosques hasta 10 veces más rápido y 30 veces mayor densidad que los tradicionales.
El concepto fue desarrollado por el botánico japonés Akira Miyawaki, quien buscaba impulsar el crecimiento de los árboles y plantas, ahorrar agua y mejorar la calidad del suelo. Esta técnica consiste en plantar más de 100 especies distintas -nativas de la región- en una misma área para promover una competencia por el espacio.
En un ambiente natural de vegetación, ocurre un proceso llamado sucesión ecológica en el cual, primero, los pastos ocupan el suelo; luego, se dan las condiciones para que crezcan arbustos y, finalmente, árboles. Con este método, los tres pasos ocurren al mismo tiempo, lo que acelera el proceso natural.
Además de la velocidad de crecimiento -cerca de un metro por año-, esta técnica ofrece otros beneficios, como la reducción del ruido y captura de partículas y CO2 hasta 30 veces mayor.

Tiny Forest: el proyecto del Tec que usa el Método Miyawaki
En el Tec de Monterrey, un grupo de investigadores y profesores se inspiraron en el Método Miyawaki para llevar a cabo un proyecto llamado Tiny Forest, que busca el rápido crecimiento de cientos de árboles, arbustos y hierbas, y que, además, contará con sensores para medir la humedad y el crecimiento de las plantas.
Este espacio se ubica en el campus Monterrey, en un área de 10 metros cuadrados y frente a dos avenidas. Rob Roggema, profesor distinguido de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD), miembro de la iniciativa Faculty of Excellence del Tec y experto en diseño regenerativo dice que ahí se sembraron alrededor de 350 árboles y plantas (aunque se espera que la cifra llegue a ser de 600) que servirán para capturar más CO2 y partículas contaminantes que un bosque normal.
“Queremos que crezca y que en dos años ya no sea necesario mantenerlo porque será un bosque natural, pero con 30 veces más árboles. Va a capturar un 30% más de CO2, más del 3,000% de reducción de ruido y contará con 300% más especies de animales e insectos”, comenta Roggema.
Para este proyecto se utilizaron especies autóctonas de la región, incluyendo tres tipos de encino, mezquite, ébanos, anacua, huizache y anacahuita, así como arbustos como el cenizo, la lantana y la hierba del potro, entre otras. Además, se plantaron de forma aleatoria en un espacio de diez metros cuadrados, donde se diseñó una cuadrícula para organizar la vegetación e instalar también un sistema de riego.
En un par de años, el bosque podría alcanzar entre dos y tres metros de altura y hospedar diferentes tipos de fauna: primero insectos, luego aves y finalmente algunos mamíferos.
Mario Adrián Flores, vicepresidente de la Región Monterrey del Tec, señala que, además de hacer más verde la ciudad, esta iniciativa contribuye a mitigar el cambio climático.
“Si esta metodología japonesa funciona, podemos replicarla en el Distrito Tec y en otras partes de la ciudad. La absorción de CO2, la reducción de ruido vehicular y los beneficios para las especies de insectos, aves y animales pueden servir para regenerar este espacio”, destaca el vicepresidente.
También resalta la experiencia de plantar un árbol junto a profesores, investigadores y estudiantes y desarrollar la conciencia del cuidado al medio ambiente.

Un bosque pequeño en el que coexisten naturaleza y tecnología
El Tiny Forest es un proyecto interdisciplinario que contará con diferentes tecnologías, como sensores para medir varios tipos de indicadores. Los dispositivos serán monitoreados por grupos de investigadores de la Escuela de Ingeniería y Ciencias (EIC) y miembros de Faculty of Excellence, como el profesor distinguido Francisco Falcone.
Los sensores que se entierran en el bosque miden niveles de humedad, de temperatura, de CO2, la calidad del aire y partículas; también determinan el crecimiento de los árboles y la superficie de sus hojas. Otros dispositivos se colocaránn alrededor de los ejemplares para conocer el nivel del ruido, comenta el profesor César Vargas, quien lidera grupos de investigación en Telecomunicaciones.
“Ya que están plantados los árboles y que empiezan a enraizar, se hacen las primeras mediciones; después, las podemos hacer cada seis meses para dar oportunidad a que crezcan”, agrega el investigador.
Roggema señala que el objetivo a futuro es desarrollar una aplicación que reciba y procese toda esa información en tiempo real y pueda ser consultada a distancia a través de algún dispositivo con acceso a internet. La información obtenida podría ser útil para otras investigaciones que indaguen como impactan los Tiny Forest a su alrededor.
“Con nuestros estudiantes y profesores tenemos la capacidad de ir más allá de plantar un árbol. El bosque se puede convertir también en un laboratorio vivo que nos ayude a conocer más el comportamiento de las plantas y los árboles a través del uso de tecnología”, agrega Flores.
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