El trauma infantil durante nuestros primeros años podría permanecer en nosotros toda la vida. Cada vez existe más evidencia científica de que las experiencias adversas durante la primera infancia tienen un impacto profundo en nuestra salud, tanto física, como mental.
A nivel internacional, se ha observado que el estrés tóxico y el trauma (sufrir o presenciar violencia, además de vivir en hogares disfuncionales) están asociados con el aumento de enfermedades psiquiátricas, como ansiedad y depresión, pero también de cáncer, problemas cardiovasculares, artritis y desórdenes autoinmunes.
En distintos estudios, se ha encontrado que los niños que son expuestos a experiencias adversas presentan un aumento en la respuesta inflamatoria, en la presencia de hormonas asociadas al estrés, como el cortisol y alteraciones en la microbiota, entre otras cosas.
Estos cambios en distintas moléculas, podrían funcionar como biomarcadores que ayuden a los médicos a detectar a tiempo estas consecuencias y proponer nuevos tratamientos e intervenciones cuando sean necesarias.
Para Julieta Rodríguez de Ita y Fabiola Castorena, investigadoras del Tec de Monterrey, reducir las experiencias adversas en la infancia temprana es clave para el desarrollo humano y para tener sociedades saludables.
Sin embargo, en México y Latinoamérica la investigación sobre el tema es escasa. Es por ello que ellas fundaron el grupo de investigación Biología del Desarrollo y Bienestar en la Infancia en el Tec.
“El objetivo que nos mueve es hacer investigación que lleve a un cambio real en la sociedad”, dice Rodríguez de Ita en entrevista con TecScience.
Experiencias adversas en la infancia
Hoy se reconocen al menos 10 categorías de experiencias adversas durante la primera infancia:
- Maltrato físico infantil. Cuando se utilizan golpes o castigos físicos de distintos grados de intensidad.
- Maltrato sexual infantil.
- Maltrato emocional infantil. Cuando se insulta, humilla o manipula a los niños.
- Descuido físico. Cuando no se les da comida saludable y a sus horas, ni se procura su higiene y limpieza, entre otras.
- Descuido emocional. Cuando los cuidadores no ayudan a amortiguar diferentes niveles de estrés.
- Vivir con una persona con una enfermedad mental o con pensamientos suicidas.
- Tener un familiar con adicción a las drogas o al alcohol.
- Ser testigos de violencia doméstica.
- Muerte de un padre o abandono por divorcio de los padres.
- El encarcelamiento de algún miembro de la familia.
En general, se ha observado que cuando una persona vive cuatro o más eventos adversos a lo largo de su vida es cuando surge la enfermedad, de acuerdo con la Universidad de Manchester.
Cuando existe un estrés constante que afecta a un niño puede darse una respuesta conocida como estrés tóxico, donde se activan −de forma prolongada− los sistemas de respuesta al estrés y pueden interrumpir el desarrollo de la arquitectura cerebral, así como aumentar enfermedades relacionadas con el deterioro cognitivo.
Las infancias expuestas a estos niveles de adversidad también pueden presentar problemas de aprendizaje y comportamiento, como un aumento en la violencia ejercida hacia otros, así como una reducción de la expectativa de vida de hasta 10 años.
Un grupo multidisciplinario y ambicioso
En Estados Unidos, Europa, Canadá y Japón, existen diversos estudios que han analizado el impacto de las infancias maltratadas. En México y América Latina, los esfuerzos aún están dispersos y con pocos grupos dedicados exclusivamente al tema.
Es por ello que, Julieta Rodríguez de Ita, pediatra e investigadora del Hospital San José de TecSalud, y Fabiola Castorena Torres, profesora investigadora de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, decidieron reunir a un grupo multidisciplinario para comenzar a desmenuzar el problema y saber cómo abordarlo.
El grupo está integrado por pediatras, psiquiatras, psicólogos y nutriólogos, pero buscan integrar miembros de otras áreas como la educación, las políticas públicas, neurociencias y más.
“Queremos invitar a aquellos investigadores que quieran formar parte de este grupo a contactarnos”, dice Rodríguez de Ita.
Entre sus primeros objetivos está hacer un censo nacional para conocer qué tantas experiencias adversas experimentaron los mexicanos en su infancia y poder relacionarlo con su estado de salud actual.
Dentro de esta, existirá una subpoblación de niños de tres a cinco años para entender cómo se vive la infancia en el país en la actualidad.
Además, buscan hacer investigación clínica que permita encontrar biomarcadores asociados al estrés provocado por las experiencias adversas, que les permitan a médicos y pediatras evaluar a sus pacientes de la forma más completa posible.
Repercusiones del estrés en la infancia
También, el grupo se ha asociado con el Centro Cuida de la Universidad Católica de Chile y el Centro Imagina de la Universidad de los Andes, Colombia, para recaudar y compartir información con respecto a las experiencias adversas en la primera infancia en América Latina.
De acuerdo con las investigadoras y científicos de alrededor del mundo, el impacto en la sociedad del malestar en la niñez es enorme.
Se cree que estas experiencias generan adultos que no pueden adaptarse tan fácilmente a la sociedad y suelen perpetuar ciclos de violencia que son difíciles de romper.
En un estudio realizado en Reino Unido en 2017, se siguió la vida de personas que vivían en un orfanato gubernamental en condiciones precarias. Se encontró que aquellas que habían sido adoptadas antes de cumplir los seis meses y habían vivido con familias que les brindaban bienestar, presentaban un buen desarrollo a lo largo de su vida.
Por otro lado, aquellos que fueron adoptados después de los seis meses, mostraban un aumento en síntomas del espectro autista, hiperactividad y problemas de aprendizaje, según se lee en los resultados del artículo llamado Trayectorias de desarrollo neurológico y salud mental de niño a adulto después de la privación en la vida temprana.
“La lección aquí es que si tu intervienes a tiempo y reduces las experiencias adversas con experiencias positivas, estos niños pueden salir adelante y ser adultos exitosos”, explica Castorena Torres.
La crianza, un tema de salud pública
Desde su grupo, las expertas también proponen complementar la investigación que hagan en niños con estudios sobre el estado psicológico y físico, relacionado con experiencias adversas, de sus papás, médicos y maestros.
“Si en estas burbujas que rodean al niño hay problemas, es probable que el niño desarrolle problemas”, explica Rodríguez de Ita.
A futuro, ambas investigadoras prevén que el tema de adversidad y bienestar en la infancia cobrará cada vez más importancia y esperan poder colaborar con las autoridades para desarrollar políticas públicas.