No, la ingeniería no es “cuadrada”. Para estas mujeres EXATEC es una de las profesiones más creativas e innovadoras. Ellas han logrado posicionarse en el más alto nivel dentro de sus campos y están rompiendo el techo de cristal y los estereotipos de género.
Ingenieras mexicanas
En TecScience hablamos con estas ingenieras mexicanas y nos contaron qué las apasiona, con qué obstáculos se encontraron en el camino y dan consejos a otras mujeres que quieran lograrlo.
Dalia Carolina Ramos, la ingeniera que se convirtió en líder creyendo en ella misma
Ingeniera mecatrónica, jefa de Build and Test del equipo Alpine de Fórmula 1
Dalia Ramos nació en la Ciudad de México, tiene 34 años y siempre ha tenido madera de líder. Antes de encabezar el departamento de Build and Test del equipo Alpine de Fórmula 1, fue team leader de un importante proyecto de manufactura en Rolls Royce.
Se ha acostumbrado a liderar equipos de hombres (muchas veces mayores que ella). Dice que lo ha logrado con determinación y con una actitud que combina seguridad y humildad, reconociendo y aprendiendo del trabajo de los demás.
El departamento que dirige en Alpine (antes Renault) se encarga del ensamblaje, las pruebas y la homologación de los autos de Fórmula 1 que conducen los pilotos Fernando Alonso y Esteban Ocon.
Cuenta que, desde niña, se le daba muy bien las matemáticas y la física y siempre había estado becada. Cuando escogió su carrera profesional, se inclinó por Ingeniería en Mecatrónica de la Escuela de Ingeniería y Ciencias en el Tec de Monterrey, porque era una carrera nueva y muy innovadora.
“En su momento fue el reto de los retos, porque tenía que mantener la beca de excelencia en la mejor universidad de México y en una de las carreras más demandantes. Eso forjó mi carácter, me dio mucha seguridad. Me hizo ver que no importa qué tan complicado sea el reto, el carro, la turbina… yo puedo”.
¿Qué te apasiona de la ingeniería?
La idea de hacer cosas innovadoras, de inventar y desarrollar algo nuevo. Mi motivación para estudiar ingeniería fue poder ayudar a la sociedad, hacer posibles cosas que se creía que eran imposibles. En ingeniería el cerebro siempre está trabajando e innovando.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo actual?
El carro de Fórmula 1 compila muchas disciplinas y el hecho de que tengamos que estar mejorándolo cada semana, buscando soluciones, hace que sea un problema que no se termina. Además, me gusta mucho trabajar con la gente, tener un equipo, cuidarlo y desarrollarlo. Es algo muy técnico que, a la vez, involucra mucho el factor humano.
¿Crees que ser mujer le aporta algo extra a tu trabajo como ingeniera?
Creo que las mujeres abordamos los problemas de una manera diferente y eso complementa y balancea a un equipo. Los hombres son mucho más prácticos, nosotras pensamos en varios problemas a la vez. Como mujer creo que puedo ser más empática.
¿Tuviste algún ‘role model’ que te impulsara a dedicarte a la ingeniería?
Realmente no. Mis abuelos son gente de campo, mi papá comerciante y mi mamá no terminó la universidad. Mi hermana y yo fuimos las primeras ingenieras de la familia. Sin embargo, desde chica, mis papás me hicieron ver que era inteligente y especial; que podía hacer lo que yo quisiera y llegar alto, si trabajaba duro.
¿Cuál ha sido el proyecto más retador en el que has trabajado?
En Rolls Royce estaba en un programa de liderazgo y encabecé un proyecto para levantar una planta piloto, es decir, armar unos robots, echarlos a andar y conectarlos con todas los sistemas de la fábrica.
Técnicamente era complicado, pero, además, la persona que estaba a mi cargo no me respetaba y era muy difícil manejarlo, así que tuve que confrontarlo, pararlo en seco, preguntarle cuál era su problema y por qué creía que no podíamos trabajar juntos.
Obviamente no fue nada fácil, pero la historia tiene un final feliz, porque se convirtió en mi mejor aliado. Desde entonces, me acostumbré a confrontar a las personas, sin miedo.
¿Qué cualidades consideras que debe tener un buen ingeniero o una buena ingeniera?
Algo que he aprendido es que –quizás– no tienes todas las respuestas, pero debes saber hacer las preguntas correctas para entender un problema. Por otro lado, debes tener confianza en las decisiones técnicas que tomes. A veces no tienes todos los elementos ni todos los números, pero tienes que tener confianza en la lógica de tu decisión
¿Qué es lo peor de ser mujer ingeniera?
Que nos toca pelear un poco más por el respeto y la credibilidad. Existen muchos estereotipos y paradigmas sobre el rol que debe jugar la mujer en la sociedad y tenemos que romperlo, no solo hacia afuera, sino también hacia dentro. Lo digo porque a mí también me ha tocado luchar conmigo misma. Lo bueno es que creo que somos la generación del cambio.
¿Qué consejo le daría a las futuras ingenieras?
Que jamás piensen que hay profesiones de hombres y de mujeres ¡No existe tal cosa! No creo en la idea de que las mujeres seamos mejores que los hombres, creo que somos complementarios y debemos hacer lo máximo de esa combinación. Creo que, ahorita, las mujeres en ingeniería pueden encontrar muchas redes de apoyo.
Jenifer Avellaneda, la ingeniera nuclear que busca combatir el cambio climático
Ingeniera nuclear, Westinghouse Electric Company
Curiosamente, su pasión por el tema nuclear nació leyendo la novela de Ángeles y Demonios de Dan Brown. A sus 12 años, se hacía muchas preguntas sobre el mundo que la rodeaba. Investigando, llegó a los átomos y la materia atómica.
Fue así que se decidió a estudiar algo que la acercara a esta industria. “Uno dice ‘nuclear’ y la gente lo asocia automáticamente con bombas, pero hay muchísimo más allá. A mí, por ejemplo, el tema del cambio climático me preocupa mucho y yo tengo muy claro que con energía nuclear podemos generar electricidad de manera segura, verde y en grandes cantidades».
El trabajo actual de Jenifer, quien nació en la Ciudad de México en 1995, es evaluar la probabilidad de riesgos, es decir, qué tan posible es que suceda cualquier tipo de contratiempo o evento catastrófico en una planta nuclear y cuáles tendrían que ser las acciones para mitigarlo.
¿Qué te apasiona de la ingeniería?
El poder investigar, experimentar o desarrollar información acerca de los orígenes y procesos que constituyen a la vida diaria. Básicamente, el poder responder por qué, cómo, cuándo, dónde, de cualquier proceso.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo actual?
Que tengo los recursos y los materiales para poder defender –arduamente– el porqué darle el sí a la energía nuclear, el porqué es segura, el porqué es verde, el porqué debería de ser considerada renovable. Además, es un continuo aprendizaje. Llevo tres años en mi puesto y me sigo sintiendo nueva, porque hay un enorme flujo de información. Eso me encanta.
¿Consideras que ser mujer le aporta un extra a tu trabajo como ingeniera?
Si me hubieras hecho esta pregunta hace dos años te hubiera dicho que no, que los hombres y mujeres somos iguales, pero me he dado cuenta de que no es exactamente así. El pensamiento de ellos es más lineal y lógico, el mío es más intuitivo, más holístico y un poquito más creativo. Por eso, creo que hacemos un excelente mix. En mi equipo somos cuatro hombres y yo, todos –además– mayores de 50. Al principio estaba calladita, observando, aprendiendo…pero me fueron dando la confianza para dar a conocer mi pensamiento, mi opinión y me doy cuenta que los complemento.
¿Tuviste algún ‘role model’ que te impulsara a dedicarte a la ingeniería?
Hacia el final de mi carrera sí, pero al principio no. Eso fue justamente lo que me impulsó a seguir por este camino. Yo me preguntaba: ¿dónde están las mujeres en estos rubros que me interesan? Formé mi propio role model y he trabajado para convertirme en esa persona por la que Jennifer, de 12 años, se preguntaba.
¿Cuál ha sido el proyecto más retador al que te has enfrentado?
En el trabajo he tenido varios que son difíciles de explicar, pero tengo un proyecto personal que ha sido muy retador.
Comenzó cuando estalló el conflicto armado en Ucrania. Cuando los rusos tomaron la planta nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, la gente empezó a especular que el mundo iba a explotar, a suceder otro Chernóbil.
Me di cuenta que hay mucha desinformación y pensé que era el momento de iniciar un proyecto de comunicación y divulgación nuclear.
Abrí mi cuenta de Twitter e Instagram (@NuclearHazelnut) y desde entonces comparto noticias y lo que sé y lo que he investigado de esta energía a través de estas plataformas. Por supuesto, me he encontrado gente que me cuestiona, que me dice que no sé nada, que como digo esas cosas, pero, justamente, ese es mi proyecto, defender aquello en lo que creo y generar discusión informada sobre la energía nuclear.
¿Cuáles cualidades consideras que debe tener un buen ingeniero o una buena ingeniera?
Debe tener interés de seguir aprendiendo constantemente, pero además interés por enseñar. No solo saber, transmitir ese conocimiento.
¿Qué es lo peor de ser mujer ingeniera?
En muchas áreas los hombres son mayoría y, si eres joven, seguramente tienen más experiencia y te ven para abajo. Piensan que no sabes, que te falta mucho aprender, que estás ahí por alguna palanca.
Eso es malo, pero a la vez ha sido lo mejor, porque –en mi caso– yo lo he tomado como un reto y me han dado la oportunidad de demostrarles de lo que soy capaz, de darles resultados que quizás no se esperaban de mí.
¿Qué consejo les daría a las futuras ingenieras?
Que sigan su pasión. Que no se dejen desmotivar por quienes les digan qué para qué estudian eso, que se van a aburrir. Yo les digo que luchen e investiguen. Y que si les dicen que no, que lo tomen como un reto. ¿Cómo de que no?
Alejandra Chávez Santoscoy, la ingeniera que busca mejorar la dieta de los mexicanos
Profesora investigadora del Tec de Monterrey
Alejandra Chávez nunca pierde el piso y siempre vuelve a su raíz. Nació en Guadalajara, en 1987, y forma parte del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1, en 2017, recibió el reconocimiento Investigadores Innovadores menores de 35 años de Latinoamérica que otorga el MIT Technology Review.
Y es que más allá de los títulos, para ella, lo más importante es que, con su trabajo, pueda generar valor a la sociedad mexicana.
Sus investigaciones están encaminadas a usar compuestos bioactivos en alimentos para ayudar a prevenir enfermedades, identificar moléculas de alto valor nutricional, estabilizar sus compuestos por microencapsulación y, con tecnología, adicionarla a otros alimentos, por ejemplo, a las tortillas y al pan de caja, para que sean más saludables.
“Me gusta mucho formar equipos multidisciplinarios y colaborar con gente que piensa que sí se puede, que hay cosas que pueden hacerse de otra manera”.
¿Qué te apasiona de la ingeniería?
Es una de las áreas que más soluciones ha dado a la humanidad para evolucionar. A veces, se piensa que la ingeniería es solo mecánica, pero –realmente– está presente en muchísimas áreas: en alimentos, salud, medicina, energía. La ingeniería es una herramienta que nos ayuda a mejorar la calidad de vida de las personas.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo actual?
Que me enfoco en el desarrollo de nuevos alimentos para la población mexicana. Quiero romper con esta idea de que comer sano es caro. Tenemos la responsabilidad de educar a nuestro consumidor y proveer nuevos alimentos que sean saludables y asequibles.
¿Crees que ser mujer le aporta un extra a tu trabajo como ingeniera?
Es una pregunta muy difícil, porque –por una parte– quisiera decir que sí, porque creo firmemente en que las mujeres tienen muchísimo que aportar en el área ingeniería y las cosas no han sido suficientemente equitativas para nosotras. Pero no quiero generar esa discusión, porque en lo que creo es en el trabajo en equipo. Tanto las habilidades de las mujeres como las de los hombres son necesarias para generar algo que aporte valor a la sociedad. Son los equipos los que generan las ideas.
¿Tuviste algún ‘role model’ que te impulsara a dedicarte a la ingeniería?
Sí, muchas mujeres que han tomado las riendas de su vida han sido un ejemplo para mí, una de ellas ha sido mi mamá. Yo no crecí pensando que las mujeres no podíamos acceder a ciertas áreas o que había un techo de cristal.
Mi mamá es médica y muy trabajadora y fue un gran motor para luchar por mis sueños. Después, en el Tec de Monterrey, conocí a muchas mujeres que me inspiraron, particularmente la doctora Janet Gutiérrez quien fue mi asesora en el doctorado. Ella fue un modelo a seguir, porque veía que tenía su familia, sus hijos y eso no le ha impedido lograr todo lo que ha logrado a nivel profesional.
¿Cuál ha sido el proyecto más retador en el que has trabajado?
Sé que en el futuro vendrán más, pero en su momento fue fundar el Laboratorio Nacional de Secuenciación Genómica del Tec. Fue algo muy retador, porque implicó desde generar la infraestructura, comprar el equipamiento de manera colegiada, establecer un modelo de operación sustentable, vincularnos con la industria y, todo esto, en plena pandemia. Ahora tenemos un laboratorio con un equipamiento único en México y, quizás, el número dos a nivel Latinoamérica que nos está permitiendo generar valor en proyectos de investigación en nuevas áreas y vincularnos con otros institutos reconocidos en México como el INCAN o el hospital de pediatría Federico Gómez.
¿Qué cualidades consideras que debe tener un buen ingeniero o una buena ingeniera?
Es capaz de generar ideas disruptivas y buscar soluciones que antes no se habían explorado, algo fundamental en nuestros tiempos, donde hacer lo mismo de siempre nos ha llevado a acabarnos el planeta, a quedarnos sin recursos.
A un buen ingeniero lo distinguen la constancia, la metodología y su capacidad de generar equipos de trabajo multidisciplinarios para ver las problemáticas de manera integral. Y, lo más importante, tiene un compromiso social, porque busca que su trabajo impacte a la sociedad de manera positiva.
¿Qué es lo peor de ser mujer ingeniera?
Si eres una mujer ingeniera joven pareciera que tienes todos los “defectos”. Me pasó en una institución pública en la que trabajé. Creían que no tenía suficiente experiencia o capacidad para tomar decisiones. La verdad es que la ingeniería es un ambiente dominado por hombres y más en el área académica. Yo lo que hice fue demostrarles que a pesar de mis “defectos” mi trabajo tenía un valor. Me sirvió hablar de manera muy objetiva, irme a los hechos, registrar todo. Por otro lado, como mujer ingeniera me he dado cuenta que puedo llegar a inspirar a otros.
¿Qué consejo le darías a las futuras mujeres ingenieras?
Primero, que sueñen en grande, que tengan la confianza de que lo pueden lograr. A veces, la principal limitación está en uno mismo, al creer que no somos suficientes. El segundo que busquen el como sí. Que busquen personas que piensen como ellas, me refiero en el sentido de que tengan los mismos ideales, para que se impulsen mutuamente. Que recuerden que no tienen que lograrlo todo solas, que se apoyen de otros.