En años recientes, el uso de la Inteligencia Artificial (IA) es cada vez más común. Con aplicaciones como ChatGPT, Grammarly y MidJourney, parece más integrada a nuestra vida diaria.
Sin embargo, todavía existe un gran debate sobre si esta tecnología es buena o mala para la sociedad. Los expertos cuestionan, también, cómo darle un uso que sea seguro, eficiente y positivo. Para Rose Luckin, profesora e investigadora del Knowledge Lab del Instituto de Educación del University College London (UCL), la clave está en encontrar la manera de que nos ayude a potenciar nuestra inteligencia.
Luckin ha pasado casi treinta años especializándose en distintas tecnologías, como el machine learning y la IA, enfocando su uso en el ámbito educativo.
En 2018, junto a Sir Anthony Seldon y Priya Lakhani, fundó el Instituto para el uso Ético de la IA en la Educación con el objetivo desarrollar un marco regulatorio que permita que los estudiantes y profesores se beneficien de estas tecnologías, mientras se protegen de sus riesgos.
Después de su conferencia magistral Educación para el Futuro de la Inteligencia Artificial: Preparando a los Estudiantes para un Mundo Transformado, llevada a cabo durante la inauguración de IFE Conference 2024, la experta platicó con TecScience sobre lo que cree que la IA debería hacer por la educación.
“Es muy importante que veamos a la IA como una herramienta para hacernos más listos, no más tontos”, dijo.
Potenciar la inteligencia humana
Para lograr que la IA complemente nuestras capacidades, lo primero que necesitamos es aprender cuál es la diferencia entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial.
“Un ejemplo es entender que una aplicación como ChatGPT es muy buena en crear un texto similar al que escribiría un humano, sin embargo, no entiende qué significan las palabras que escribe. Solo nosotros podemos darles sentido”, dijo en entrevista.
De acuerdo con ella, IA tampoco tiene inteligencia emocional, la capacidad de la autorreflexión y de colaborar o habilidades de metacognición, la consciencia de nuestros procesos de pensamiento y la comprensión de los patrones que están detrás de él.
Luckin advirtió que lo que sí puede hacer la IA es automatizar distintos procesos, como la redacción de textos, la traducción entre idiomas, la detección de objetos o la programación computacional, entre otros, para optimizar la ejecución de tareas específicas.
En educación, por ejemplo, puede ayudar a detectar diferencias en los patrones de aprendizaje, tener distintos perfiles de estudiantes para hacer intervenciones en momentos precisos que les ayuden a aumentar su retención y comprensión.
Otro aspecto clave para lograr que realmente nos ayude es que la investigación científica y los sistemas educativos empiecen a enfocarse en las formas en que somos inteligentes y la IA no, en lugar de las formas en las que es más inteligente que nosotros.
“Necesitamos valorar la riqueza de nuestra inteligencia y construir sistemas que le den soporte a sus elementos”, expresó Luckin.
Al hacerlo, podemos propiciar que las empresas que crean aplicaciones o productos de IA lo hagan pensando en construir las mejores relaciones entre la humanidad y estas tecnologías.
“Es muy seductor cuando una IA parece ser capaz de hacer muchas de las cosas que nosotros no queremos hacer”, dijo. Por ello, debemos tener cuidado en diseñarlas para potenciar nuestras habilidades, no hacernos la vida más fácil.
Cambios en la cognición
De acuerdo con la experta, es muy fácil caer en un uso de la tecnología que limite nuestras capacidades cognitivas en vez de potenciarlas. Actualmente, distintos estudios han encontrado que nuestra cognición y cerebro están cambiando debido a la forma en que interactuamos con la tecnología.
Nuestra capacidad de memorizar, por ejemplo, se ha modificado debido a que usamos buscadores como Google para acceder a información rápidamente, sin tener que recordarla. Esto se conoce como amnesia digital. También ha cambiado la forma en que navegamos el mundo por el uso del GPS.
“Por ahora, las compañías tecnológicas de Sillicon Valley son quienes dictan lo que pasa con la IA”, advirtió Luckin. “No estoy segura de que sea una situación muy saludable”.
Para ella, lo preocupante de esto es que ha aumentado mucho el uso de la IA, pero no el entendimiento de cómo funciona y para qué.
Es por ello que para garantizar que estas tecnologías nos ayuden, es importante construir un sistema robusto en donde se consideren los aspectos éticos y de regulación.
“Pero lo más importante es la educación”, dijo. Es necesario crear redes locales de colaboración entre profesores, organizaciones especializadas en IA −que les enseñen a usarla para favorecer el aprendizaje de sus estudiantes− y empresas de tecnología.
“La IA está aquí, está en todos lados y no se va a ir”, concluyó.