EN

|

ES

Buscar

Desinformación viral: el papel de las redes sociales en difundirla

Darle la tarea a los usuarios de verificar la información en línea puede, de alguna manera, lavarles las manos a las empresas responsables de difundirla.
ilustración de una persona enfrente de un celular gigante, con cintas que dicen falso
“Se ha sofisticado la forma en que la desinformación opera, ya no es simplemente una mentira, es muchas veces información inexacta que se acompaña de elementos que parecen muy, muy confiables, pero no lo son”, dice Ana Laura Maltos, profesora investigadora del Observatorio de Medios Digitales del Tec de Monterrey. (Imagen: Shutterstock)

La desinformación es un problema grande al que se enfrenta la humanidad, pues puede resultar en riesgos para la salud y la seguridad pública. Para combatirla, necesitamos la alfabetización mediática, la regulación de las plataformas y la reafirmación de la responsabilidad de medios y personas que difunden información.

El término se refiere a esa información falsa, inexacta o engañosa que es difundida de forma intencional para obtener una ventaja económica o política o dañar a una persona, grupo social, organización o país. 

Aunque la palabra se usa de forma cotidiana y no suena como algo tan crítico a atender, la realidad es que puede tener resultados catastróficos e incluso letales. 

“La desinformación durante la pandemia por COVID-19 es un ejemplo claro y, cercano a eso, estamos viendo brotes de enfermedades que estaban erradicadas”, dice Ana Laura Maltos de la Escuela de Humanidades y Educación y profesora investigadora del Observatorio de Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey.

Durante esta crisis sanitaria, en el mundo circularon rumores sobre supuestos tratamientos alternativos que tuvieron consecuencias graves. En Irán, más de 800 personas murieron por tomar metanol y en México, muchas personas resultaron intoxicadas por ingerir dióxido de cloro.

Otro ejemplo es cuando el entonces presidente sudafricano, Thabo Mbeki, negó la relación entre el virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH) y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), promoviendo tratamientos distintos a los antirretrovirales, resultando en más de 300,000 muertes evitables.

Recientemente, con la expansión del uso de las redes sociales, como Facebook, Tik Tok, Instagram y X, el problema se ha disparado. “La desinformación siempre ha existido, pero en los últimos cinco años ha cambiado el panorama drásticamente”, dice Maltos.

Las redes sociales son el vehículo principal de la desinformación

En el Observatorio, Maltos y otros investigadores han estudiado el rol de las redes sociales en esparcir desinformación y, lo que han encontrado, es que son el vehículo principal por el que esto sucede, aunque también están los buscadores como Google y los servicios de mensajería instantánea, como Whatsapp.

Hace algunos años, el uso de las redes sociales tenía el objetivo de conectar con otras personas y crear comunidades virtuales que compartieran algún gusto o preferencia, pero en tiempos recientes esto ha cambiado.

“Ahorita estamos viendo una realidad en donde estos espacios están siendo moderados por intereses que no son necesariamente los de los usuarios”, expresa Maltos. 

Con el aumento masivo de personas que las utilizan —Facebook cuenta con tres mil millones de usuarios activos mensuales a nivel global—, las empresas, gobiernos, personas y otras organizaciones han encontrado la forma perfecta para compartir información que les beneficie.

“La desinformación puede ser creada para obtener un beneficio político o económico, o a veces es simplemente crear caos o generar vistas”, dice la experta.

Esto representa un problema, pues en los medios de comunicación tradicionales, como la radio, los periódicos o las revistas, habían formas de regular la información que se compartía, como los verificadores o los códigos de ética.

En las redes sociales, quienes establecen las políticas y reglas, son sus dueños o directores. A principios de año, Mark Zuckerberg anunció que dejará de utilizar verificadores de datos en Meta, que incluye a Facebook e Instagram, y la comprobación será sustituida por notas comunitarias.

“Esto es preocupante pues nos quita la atención de la responsabilidad de las plataformas en la desinformación”, reflexiona Maltos. “Darle la tarea a los usuarios de desmentir la información o verificar su exactitud, de alguna manera puede lavarles las manos”.

La sofisticación de la desinformación

Combatir la desinformación se ha vuelto cada vez más difícil, pues la forma en la que se presenta es más sutil. Algunas estrategias que se usan, son utilizar algunas verdades para disfrazar la información engañosa o suplantar la identidad para decir que la fuente de la que proviene es seria y profesional, usando nombres que apelan a ello, pero muchas veces no existen. 

“Se ha sofisticado la forma en que esta opera, ya no es simplemente una mentira, es muchas veces información inexacta que se acompaña de elementos que parecen muy, muy confiables, pero no lo son”, explica Maltos.

A esto se le suma la existencia de los influencers, esas personas que tienen una gran base de seguidores y presencia en redes sociales, con la capacidad de influir en las decisiones, opiniones o comportamientos de una audiencia o un grupo de usuarios.

Estas figuras muchas veces son vehículos de la desinformación, ya sea intencional o no intencionalmente. “En general, no tienen el mismo objetivo ni compromiso con la información que un periodista”, dice Maltos.

Cómo resistir ante la desinformación

De acuerdo con la experta, para evitar caer en las manos de la desinformación hay distintos pasos que se pueden seguir, el primero es tomar una pausa antes de reaccionar y compartir algo que vemos o leemos.

Una de las características principales de este fenómeno es que lo que se muestra tiene un aspecto emocional. “Hay algo en ella que te causa que te vayas para atrás y necesites mandárselo a alguien para compartir la carga emocional de alguna manera”, dice Maltos. Esta es una de las razones por las cuáles se vuelve viral tan rápido.

Ante ello, su recomendación es recibir la información con escepticismo y tomarnos el tiempo de verificar de dónde viene y cuál es su intención. En el Observatorio han desarrollado y compilado herramientas de acceso libre para la detección de la desinformación.

Al final, lo más importante es recordar que, aunque las redes nos digan que el algoritmo está ahí para servirnos a los usuarios, en realidad este solo nos ayuda a filtrar las enormes cantidades de información que hay.

“Hay esa percepción de que tenemos control sobre el algoritmo y no, es al revés”, expresa Maltos. “Es alimentado por una serie de políticas y reglas determinadas por quién tiene la propiedad de la plataforma; la red no es neutral, está determinada por una serie de factores comerciales y políticos”.

El entenderlo es una forma de resistir a la desinformación y prevenir que tenga impactos graves en nuestras vidas. La desinformación puede tener muchas consecuencias serias, como riesgos para la salud, toma de decisiones mal informadas, el colapso de los servicios públicos, la erosión de la confianza en las instituciones, así como la promoción de conflictos y polarización social.

“De pronto es desalentador pensar que no va a haber una marcha atrás, que van a dominar los discursos donde se permiten ofensas y discursos de odio, escudándose en la libertad de expresión”, reflexiona Maltos.

La idea de Maltos y sus colegas ante este fenómeno, es enfocar los esfuerzos en la alfabetización mediática y digital, con programas y herramientas en todos los niveles educativos —y fuera de la escuela— que les enseñen a las personas a navegar la virtualidad con cimientos fuertes y poder distinguir información malintencionada. “Mi apuesta va por esto”, dice la investigadora.


¿Te interesó esta historia? ¿Quieres publicarla?  Contacta a nuestra editora de contenidos para conocer más marianaleonm@tec.mx

Notas relacionadas
Videos

¿Te gustó este contenido? ¡Compártelo!

Autor

Picture of Inés Gutiérrez Jaber